Recordemos: José Manuel Zelaya Rosales, presidente de Honduras, fue sacado de su casa, por la fuerza, durante la madrugada del 28 de junio, y trasladado en avión, por un comando de militares, encapuchados, a Costa Rica. Y he aquí el comportamiento inicial de la CNN: notas editoriales, comentarios y reportajes, todo, bajo un título, cuando menos llamativo: “Destitución forzada”. Para la CNN no hubo un golpe de Estado en Honduras. ¿Qué tal?
La CNN vuelve a ser artífice de otra movida del manual de ajedrez periodístico para principiantes. Y, por lo mismo, detrás del título, grosero y grotesco, arremete con una ristra de imputaciones a Zelaya, al igual que los golpistas, acusando al mandatario de Honduras –quien jamás renunció a la presidencia-, de “irregularidades y violaciones constitucionales”. Periodísticamente, indigerible. Ideológicamente, afín con el libreto extendido, aquí y en el mundo, por las cadenas de información y comunicación transnacionales, amarradas a la cáfila global dominante.
Lo de la CNN es una actuación periodística al servicio de los golpistas, y, por carácter transitivo un servicio comunicacional, de guerra sicológica, subordinado a la contraofensiva de las derechas latinoamericanas, dependientes del esquema -de nuevas “guerras de baja intensidad”-, trazado por Estados Unidos en el mapa de la actual crisis capitalista global, en varios frentes. Léase, en el terreno económico-financiero, el político y, muy especialmente, en el social-civilizatorio, atravesado por diversos tipos de violencias funcionales a la teoría del caos y a las políticas represivas, implementadas contra los sectores más humillados de la sociedad; contra los más desamparados; contra quienes se rebelan e, incluso, contra capitalistas despojados de sus privilegios por la dinámica voraz de un poder más concentrado en la acumulación y “menos sensible” a las demandas de una justa distribución de la riqueza.
En estos tiempos de guerra intercapitalista ya no alcanza con la consigna implícita: todo el poder a los ricos, sino, de aquí en más, y a cómo dé lugar, todo el poder a los más ricos. Asistimos a las nuevas escalas del crimen, organizado en las alcobas del poder real y no en sus arrabales, como se lo quiere hacer creer. Y en tal escenario la CNN es cadena de transmisión e instrumento activo del proceso de ataque y amedrentamiento a quienes se oponen al orden y mando de los dueños del mundo.
Entrevista la CNN a la iglesia hondureña y ésta recomienda la paz a costa de que Zelaya no vuelva a Honduras. Entrevista la CNN a politólogos –“internacionales”- de su plantel, y éstos advierten que los partidarios de Zelaya están infiltrados por grupos armados que responden a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Mañana, en otra lección del ajedrez periodístico para principiantes, la CNN encontrará, en clave de primicia, la computadora de “la conspiración contra los golpistas” con las huellas dactilares de agentes cubanos, nicaragüenses y venezolanos.
Transmite la CNN el debate dentro de la Organización de Estados Americanos (OEA) y subraya, enfáticamente, las recomendaciones del canciller canadiense y los representantes de Costa Rica y Estados Unidos, los que proponen que el presidente Zelaya no retorne a Honduras para no exacerbar los ánimos de “una sociedad dividida”. Y entre consultas y más consultas a personajes alineados desembozadamente con los golpistas y el elusivo palabrerío de EE.UU. al interior de sus más altos rangos gubernamentales, la CNN no deja de meter baza: “Zelaya venía siendo denunciado por no respetar la constitución, cuando –entre otras cosas- se lanzó a hacer una consulta al pueblo hondureño, que más tarde derivaría en su reelección”. Cuestión que el propio Zelaya desmintió rotundamente, mil veces.
En esta ocasión, que no es la primera, pero sí una de las más descaradas, la CNN pasa al ataque, sostiene la ofensiva, no apela ni siquiera a la teoría del péndulo: un poco para los golpistas, otro poco para las víctimas de la “Destitución forzada”. No. Nada. Decididamente a la carga. Abandona, una vez más, su disfraz de “periodismo independiente” y se lanza - cómplice de los encapuchados que irrumpieron en la casa de Zelaya y su familia a punta de fusiles-, a la contraofensiva desesperada de la derecha latinoamericana, consciente de que en la región los nuevos aires de independencia contagian, cada día más, a ciento de miles de personas, hartas de hambre y mentiras. Aires que despiertan conciencias y desnudan a los medios de comunicación como lo que son: empresas económicas y financieras que, por vía de distintas ramas de la producción, penetran en la realidad social y cultural de cada día, en las casas, las mentes y rutinas de miles de millones de niños, mujeres y hombres.
La CNN se juega, sin careta, en la primera línea. Se sube, ahora en Honduras, al carro de los golpistas, como lo hiciera a los tanques de guerra que, a sangre y fuego, ingresaron en Bagdad para “decir la verdad y nada más que la verdad” sobre un tal Saddam Hussein. Aunque tiempo después, con otro estilo y otro énfasis, – cuando las evidencias sobre masacres y torturas a manos de las “heroicas” tropas de EE.UU. fueron indisimulables- , se desmarcara suavemente –apelando a la desmemoria periodística de muchos de sus colegas- de las responsabilidades del holocausto, de corte hitleriano, comandado por el criminal de guerra George W. Bush, contra el pueblo musulmán.
El ayer y el presente de la CNN son periodísticamente repudiables y humanamente abominables, más allá y más acá de las derivaciones que adquiera la vida constitucional en Honduras, y la realidad de un pueblo en el que la pobreza y el desprecio hacia los más necesitados fue, durante décadas, el resultado de las políticas aplicadas por Estados Unidos y las oligarquías del “patio trasero”, en nombre de la democracia y la libertad.
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