jueves, julio 23, 2009

Columna Asimetrías. Hace 40 años: de la Tierra a la Luna

Por Fausto Fernández Ponte







23 julio 2009

“¿Conquistar la Luna? ¡Qué bueno que está deshabitada y no tiene petróleo!”.

Carl Sagan.

I

La celebración el pasado 20 de julio de los 40 años de la arribada de Neil Armstrong y Edwin Aldrin a la Luna –a pocos kilómetros cielo arriba, Michael Collins, en la nave espacial de apoyo-- tiene secuelas económicas y políticas no eximidas de lo cultural.

¿Es esa celebración un rapto de nostalgia de los estadunidenses cuyo grueso poblacional en 1969 no había nacido aun o estaba en la infancia y la adolescencia? ¿Evocación, acaso? ¿Añoranza cuitada, tal vez? ¿Reforzamiento de identidades?

¿O búsqueda de una autoestima colectiva en el pretérito de gloria que compensase las malas noticias del movimiento de los derechos civiles de los afroestadunidenses, el asesinato de un Presidente (John F. Kennedy), la guerra de Vietnam?

¿O la movilización –tan masiva como la de los derechos civiles— contra la guerra en Vietnam, los asesinatos de Martin Luther King y Robert F. Kennedy (éste, precandidato a la Casa Blanca) y el alzamiento afroestadunidense generalizado?

Telones de fondo. Contextos. Como el de la “guerra fría” contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el obsesivo empeño por aumentar influencia económica, política y cultural en el mundo mediante alardes de primacía tecnológica.

Esos vectores cincelaron la pregunta de éste escribidor --a la sazón enviado especial de Excélsior (junto con Carlos Denegri y Guillermo Ochoa) a “cubrir” desde Orlando y luego Houston el lanzamiento y llegada del Apolo 11 a la Luna— a los de la NASA.

La pregunta –la primera en una rueda de prensa a las pocas horas, ya medianoche, del lanzamiento del Apolo 11— del escribidor a los directores de la NASA fue simple: ¿Por qué tanta tecnología en llegar a la Luna y no en erradicar la pobreza en la Tierra?

II

La respuesta de los cuatro directores de la NASA en esa rueda con los periodistas para informar acerca del lanzamiento fue un intercambio de miradas que denotaban sorpresa. “¿Qué pregunta es ésta?”, parecían decir. “Pregunte acerca del lanzamiento.”

A esa pregunta sin respuesta siguió otra del mismo escribidor: “¿Cuál es su primera evaluación técnico-operativo del lanzamiento?” Los directores de la NASA respiraron tranquilos. De eso sí podían hablar; no sabían nada de la pobreza en la Tierra.

(Señálese que al día siguiente, un vocero de la NASA se acercó al enviado de Excélsior y le dijo que los directores de la agencia “no hacen política”, sino que únicamente realizan tareas específicas encomendadas del “ambito espacial”.

Llegar a la luna fue ufanía tecnológica, a no dudarlo. Pero también fue un sucedido económico e insoslayablemente una ocurrencia política en el cabal sentido del vocablo. Fue también una expresión, y a la vez, agente cultural del poder. Alarde de poder.

Las cuatro décadas transcurridas del arribo de un ser humano a la luna, hito histórico no sólo por sí mismo, sino por su atributo que bien pudiere ser epopéyico e incluso épica y obedece al impulso irreprimible de nuestra especia por la curiosidad.

Cierto. Ese es un impulso muy poderoso: ver qué hay más allá del horizonte –allende do se oculta el sol-- y descubrir, explorar, colonizar, explotar –aprovechar— e incluso depredar. Así se ha desarrollado el humano como ser histórico. Tal es su cultura.

Pero llegar a la luna no tuvo por causal esa curiosidad innata que hizo al primer homo sapiens salir de Africa hace 140 mil años, extenderse por Eurasia y el sureste asiático y las Américas y las ínsulas del vastísimo océano Pacífico. No.

III

Realizar la enorme empresa de la conquista de la luna –no consumada aun-- tuvo motivaciones determinadas también por otros impulsos característicamente humanos: el de la dominación del entorno natural y adquirir poder, fuere cual fuere su laya.

Dominio y poder. En el caso específico de la Luna y, en un sentido más amplio, el espacio exterior, dominar bajo guisas imperialistas. Al Estado estadunidense le impulsó un móvil geopolítico y económico. Por ello se ostenta dueño de la Luna.

Por supuesto, como le dijo Isaac Asimov a éste escribidor ese 20 de julio, “en la ciencia ficción narramos acerca de avatares y la suerte de imperios extraterrestres, espaciales, pero sólo extrapolamos una peculiaridad de la civilización humana”.

Asimov dijo esa vez lo que un par de dìas después diría Richard M. Nixon: “es sólo un paso muy pequeño, pero un gran paso de la Humanidad”. No en vano Barack Hussein Obama ve la exploración espacial como una inversión a larguísimo plazo.

Si la civilización china requirió cinco mil años con sus juncos gigantescos para avistar tierras nor y sud americanas por el Pacífico y el Atlántico, según la evidencia arqueológica, antes que la europea, la secuela del arribo humano a la Luna ha sido rápido.

Rápida, si registramos ese sucedido en su contexto –el infinito esquema del tiempo en el desarrollo de la especie humana--, pues cuatro décadas es un parpadeo cronológico en el reloj del universo. Pero los paradigmas e imperativos de hoy son otros.

Así es. La economía mundial está en crisis y trae a un primer plano de interés estratégico global el dilema de que valdría la pena salvar al capitalismo de su propia contradicción, ya que ha detonado otras crisis más graves, la de la degradación social.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Asimov, Isaac (1920-1992): escritor judío-estadunidense de ciencia ficción, excepcionalmente prolífico, doctor en bioquímica, ateo, nacido en Belarus (Bielorusia). Autor de más de 500 libros. Sus obras más conocidas son “Yo, Robot” y la “Trilogía o Ciclo de Trántor”. Además de escribir de ciencia ficción, misterio y fantasía produjo también obras de no ficción. Se le considera uno de los maestros del gènero, junto con Robert A. Heinlein y Arthur C. Clarke.

Do: dónde.

NASA. Siglas en inglés de la Nacional Aeronautics and Space Administration (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio).

Sagan, Carl (1934-1996): astrónomo y divulgador científico judío-estadunidense. Pionero en campos como la exobiología y promotor del programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre, escritor y presentador de programas de televisión especializados en el cosmos,. Fue catedrático de astronomía y ciencias del espacio en la Universidad de Cornell. Autor de “El cerebro de Broca”.

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