martes, agosto 18, 2009

Una empresa de clase mundial

Ricardo Andrade Jardí

Mientras el desgobierno federal busca por cualquier medio y de cualquier forma que la pobreza siga pagando los inmorales privilegios de una minoritaria y ambiciosa aristocracia, los funcionarios, de clase mundial, de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en la península de Yucatán, pagan prostitutas y financian macro fiestas, tal vez celebrando el aumento del 4n las ya de por sí caras tarifas de la CFE.

Comisión que, aunque se importa como “una empresa de clase mundial”, no es más que una mundial copia de un tipo de empresa “pública” regida por los manuales de explotación y comercialización de recursos del FMI y OMC. Cada día más ineficaz y terminará haciendo, gracias a las formas del libre mercado, que 100 millones de personas nos veamos obligados a colgarnos del servicio que está lejos de ser bueno y ni que ver con uno “de clase mundial”, lo que quiera que sea que dicha frase significa en el imaginario neoliberal. Aunque podemos suponerlo. Un servicio deficiente y cada vez más caro. Pero con tarifas preferenciales para los monopolios empresariales. Apretando a las clases trabajadoras. Lo que la debe catalogar, presumiblemente, según el manual neoliberal como “de clase mundial”. Al tiempo que sus funcionarios son exhibidos en sus excesos. Curioso que la telecracia no haga video escándalo de estas denuncias que sólo medios de comunicación libres, como el POR ESTO!, denuncian (jueves 13 de agosto de 2009). Porque claro no se trata de seguirle pegando a la incompetencia de sus imposiciones. Otra cosa sería si los funcionarios, corruptos de la CFE pertenecieran a un grupo opositor dispuesto en el discurso cuando menos a abrir el FOBAPROA para fincar las responsabilidades jurídicas por el mega-robo. Entonces sí que veríamos en las pantallas chicas a los cretinos burócratas de la empresa contratar “prostitutas” para organizar mega fiestas exclusivas para otros funcionarios y amigos de los mismos, con el dinero que nos roban a todos los mexicanos. Aunque el asunto no sean las fiestas o las prostitutas. Eso es en todo caso una cuestión privada. Cada uno sabe qué hace con su culo. El hecho, es que el hecho, deja de ser privado desde el momento de que la “empresa de clase mundial” afirma no tener recursos mientras sus funcionarios son descubiertos en la banalidad y la mediocridad en la que, presumiblemente, se gastan el recurso público. Es decir, lo cuestionable es que un funcionario, o un grupo de ellos, que en lugar de trabajar, o cuando menos fingir que lo hacen para desquitar sus ostentosos sueldos, se dediquen de tiempo completo a la “las bacanales”, sin la menor vocación trágica de sus personajes, ladrones menores que impulsan y dan sentido al descontento de millones de ciudadanos que terminarán por decir: ¡Ya basta!

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