viernes, agosto 07, 2009

Visión retrógrada de la vida

Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes…

El conservadurismo triunfante es por ahora el signo más ominoso del negro futuro del país. No es ocioso insistir en el imperativo de poner un freno a los avances de la ultraderecha en todos los órdenes de la vida nacional, antes de que la única salida sea la violencia social extrema, que fácilmente puede montarse a la que se deriva de la incapacidad del gobierno federal para enfrentar las causas profundas de la delincuencia organizada. Por complicidad convenenciera, y por omisión, se ha favorecido que el PAN, y la oligarquía que lo apoya, dirijan la marcha de México por rutas de acelerada descomposición, fenómeno que ya comienza a preocupar seriamente a los socios comerciales de nuestro país.
Así se puso de manifiesto en la Primera Reunión de Trabajo sobre la Violencia Sexual, donde especialistas de diversas partes del mundo analizaron el problema que ha enlutado miles de hogares de las zonas fronterizas de Chihuahua, particularmente Ciudad Juárez. Se hizo hincapié en que la impunidad es el factor que más influye para que la inseguridad sea un fenómeno grave. Esto es fácil constatarlo, al observar lo que ocurre en buena parte del territorio nacional. Baste mencionar el caso de la guardería ABC de Hermosillo, cuyos culpables públicos y privados cuentan con el apoyo del ministro de la Corte Sergio Salvador Aguirre Anguiano, quien se opone a que sea atraído por esta máxima instancia.
Por supuesto, el PAN no ejerce el monopolio del conservadurismo extremo, pues hay personajes de otros partidos que no van a la zaga, por ejemplo el gobernador de Puebla, el inefable Mario Marín, mejor conocido como el “góber precioso”, lleva a cabo una política de persecución misógina contra las mujeres que intentan interrumpir voluntariamente su embarazo. El caso emblemático al respecto es el de la joven Alejandra Gómez Sánchez, de veinte años, a quien se le inició un proceso penal por haber abortado.
Axela Romero, directora del organismo Salud Integral para la Mujer (Sipam), calificó de lamentable que se penalice el aborto, pues lo único que se consigue es poner en peligro la vida de las mujeres que deciden interrumpir su embarazo. Señaló que en la práctica cotidiana, “vemos gobiernos, como el de Jalisco, que les niegan la atención que requieren incluso las víctimas de violencia sexual, y las persiguen judicialmente”. Se trata de una situación aberrante, retrógrada, que no es admitida ya por ningún país de la OCDE. Sin embargo aquí, por complacencia con la oligarquía, se admite con grave daño a las relaciones sociales.
Con esto sólo se habrá de favorecer a quienes practican el aborto de manera clandestina, pues éste se realiza no porque lo quieran las mujeres que se ven orilladas a ello, sino porque no les queda otra alternativa por múltiples motivos. El aborto no es un problema de conciencia, sino de salud pública y así debe ser tratado. No lo es, por el momento, debido al peso de las fuerzas de ultraderecha en la vida del país, que paulatina pero firmemente han estado socavando los principios del laicismo que debieran regir el devenir del Estado mexicano.
Lo civilizado en un asunto tan delicado como éste, debería ser asumir el problema en toda su complejidad, no únicamente como asunto de conciencia. Sobre todo cuando, como señala la investigadora del Colegio de México, Fátima Juárez, las interrupciones del embarazo continúan incrementándose en todo el país, pese a las restricciones legales. Dio cifras: “el aborto inducido aumentó 64 por ciento de 1990 a 2006, al pasar de 533 mil a 875 mil”. Lo curioso de esta situación es que 304 mil casos corresponden a la zona centro, donde se ubican los estados más conservadores.
Esta realidad debería ser el leit motiv para impulsar una política social progresista, única opción para erradicar vicios y lacras como la violencia intrafamiliar, el incremento de los llamados “niños de la calle”, de los cuales ya existen generaciones de abuelos, y el recrudecimiento del consumo de drogas entre población cada vez más joven, de los cuales una inmensa mayoría son niños no deseados. De ahí que sea muy lastimoso que desde los círculos políticos de decisión, como los congresos locales, se le siga el juego a la ultraderecha y se penalice un problema que tiene profundas raíces sociales y humanas.

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