lunes, agosto 03, 2009

Volver a crecer



La crisis llegó del exterior, pero pronto se naturalizó mexicana por una serie de debilidades, insuficiencias y carencias internas.
Los indicadores nos colocan como uno de los damnificados más notables del sismo económico y social registrado el año pasado y que, a pesar de haber tocado fondo, aún no concluye.
Mientras nuestros socios comerciales (Estados Unidos y Canadá) perderán 2 puntos de su PIB en promedio, nosotros rebasaremos 8 por ciento al finalizar el año. Economías similares o inferiores a las nuestra, como Argentina, Brasil, Chile o Venezuela, registrarán pérdidas de 1.5 a 2.5 por ciento, tres veces menos que México.
El Banco Mundial, por su parte, tiene un cálculo preliminar de los nuevos menesterosos de la crisis global (quienes sobreviven con menos de dos dólares al mes): 90 millones de nuevos pobres el año pasado. De ellos, cinco millones (5.5 por ciento) son mexicanos. Falta el corte de 2009, cuando se da lo más fuerte del desempleo y la quiebra de empresas. Sin embargo, el castigo electoral al PAN en las pasadas elecciones, que dejó de gobernar a más de 10 millones de mexicanos de un día para otro, nos revela la magnitud del daño.
El antecedente de hace 14 años para salir de una crisis menos profunda que la actual, no es de gran utilidad. Para superar el Efecto tequila, Ernesto Zedillo endeudó al país con el aval de las reservas petroleras (25 mil mdd); incrementó el IVA, las gasolinas y los servicios públicos; y recortó el gasto en infraestructura y programas sociales. Después de haber caído 6 por ciento, dos años más tarde el país volvía a crecer a 3 por ciento, para promediar un sexenio de 2.4 por ciento.
Esto no se debió a las medidas antipopulares adoptadas, sino al impulso que vino de fuera: una economía estadunidense creciendo a 6 por ciento y un repunte sostenido de los precios del petróleo, que permitió a Zedillo hacer pagos por adelantado de la deuda contraída. Zedillo, que parecía condenado a ser el Presidente más antipopular de la historia reciente por la megacrisis de 1994, es recordado ahora como “el Presidente de la transición”, al entregar el poder por primera vez en 70 años a un partido opositor al PRI.
El gobierno actual no dispone de ninguno de aquellos arneses para escalar la empinada cuesta de los próximo tres años (2009 al 2012). Sin el Congreso de su lado, con una rebelión en su partido, con el fin de la era de los precios altos del petróleo, con la locomotora de la economía estadunidense descompuesta y sin un auténtico plan anticíclico, el gobierno insiste en recetarnos nuevamente las medidas que nos debilitaron como país y nos colocaron como uno de los principales damnificados del vendaval financiero y comercial.
El anuncio de un nuevo recorte al gasto público (con posibilidades reales de un tercero dentro de unos meses) es recesivo por donde quiera que se vea. Los 85 mil millones de pesos que el gobierno suma en recortes (35 mil mdp en mayo pasado, más 50 mil mdp en julio) implican en la práctica la cancelación de los programas económicos de recuperación anunciados en los últimos 12 meses, los cuales involucraban un gasto de 120 mil mdp en inversión pública intensiva en carreteras, estímulos financieros a las Pyme y ampliación de los programas sociales. El recorte al gasto en estos rubros significa en la práctica más contracción y más desaceleración económica.
Es importante hacer notar que mientras se recorta el gasto destinado a infraestructura y se contiene el combate a la pobreza, se mantienen intocados o en crecimiento los rubros de seguridad y defensa. Esto significa que sólo habrá trabajo en el gobierno como policía o soldado, pero no como maestro, médico, ingeniero o juez. Se da prioridad al Estado policial y no a un Estado de equidad social.
El gobierno confirmó también que analiza nuevos impuestos. Es decir, prepara un nuevo golpe a la economía familiar para el próximo año. No es difícil deducir cuáles serían estas medidas: IVA en alimentos y medicinas; encarecimiento de la gasolina, diésel, gas y electricidad; e incluso una mayor devaluación del peso. Nada dice sobre los grandes evasores fiscales ni el régimen de beneficios tributarios corporativos. Prefiere afectar al contribuyente cautivo que revisar a fondo el régimen de protección y elusión fiscal.
Una nueva política económica debe tener como prioridad hacer crecer al país, no hundirlo más en la recesión. Sin regresar al proteccionismo, la prioridad debe ser la reconfiguración del mercado interno, no su desmantelamiento. Invertir en el campo en lugar de importar más alimentos. Dar valor agregado al petróleo en lugar de venderlo barato e importar caro sus derivados.
Revisar el modelo económico en lugar de recortar la inversión pública y constreñir el gasto social, es lo que el país necesita en estos momentos críticos.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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