martes, septiembre 15, 2009

En voz alta. El remedio peor que la enfermedad

Por Flor Berenguer





15 septiembre 2009
florberenguer@hotmail.com


Al hablar ante empresarios japoneses en una de sus enésimas giras, Felipe Calderón afirmó temerariamente en 22 de Noviembre del 2007 que no importaba cual fuese la situación económica de los Estados Unidos, nosotros estábamos blindados contra cualquier vaivén financiero, tema que retomó más tarde el gordito más odiado Carstensz (a quien ya le llaman no sin razón Cartsenzstein) al decir que aunque a los estadounidenses les diera pulmonía a nosotros no nos tocaría ni un catarrito.

Hago alusión a esa anécdota porque pinta de cuerpo entero a quien -a querer o no- nos gobierna como país, un personaje descrito por panistas de cepa como terco, soberbio , incapaz de reconocer los errores propios y peor aún, los aciertos y talentos ajenos, algo que dolorosamente reiteramos con cada día que pasa de este sexenio perdido, mismo que tratan de rescatar él y su gavilla de incompetentes a los que eufémicamente llama gabinetazo, a través de medidas absurdas por no decir idiotas, como amentar más impuestos a un pueblo que se encuentra al borde del hambre y el desempleo.

Este nuevo impuesto antipobreza del 2% en mercancías incluyendo alimentos y medicinas, que supuestamente irá a subvencionar a los más de 6 millones de mexicanos incapaces de poner pan en la mesa por sus propios medios, me recuerda dos anécdotas de otros tantos presidentes que quisiera hoy compartir con ustedes.
La primera se refiere al momento en que abrumados por los crecientes impuestos decretados por Antonio López de Santa Anna para solventar sus fallidas aventuras militares que costaran a México perder Texas, California, Utah, Colorado y Nuevo México además de vernos invadidos por estadounidenses y franceses, éste megalómano buscaba como exprimirnos aún más ante lo que sus consejeros hacendarios le comentaron que en el país ya todo tenía un impuesto, que lo único que aún era gratis era el aire que respirábamos. Santa Anna entonces tuvo la idea de poner una tasa adicional al tamaño de puertas y ventanas, lo que explica porque en muchas casas de época éstas son tan absurdamente pequeñas.

La otra proviene de Carlos Salinas de Gortari, quien presumía en uno de sus
viajes a Europa sobre el sistema de desayunos escolares del DIF al decir a su anfitrión que éste permitía que asegurar que los niños no asistirían a clases con el estómago vacío. Al retar al mandatario francés con la afirmación que los galos no tenían algo así, éste le contestó "Desde luego que no, aquí todos ganan lo suficiente como para poder comer en su casa y no gracias a la beneficencia pública".

Estos eventos aparentemente triviales pintan de cuerpo entero lo que somos como nación: paternalistas para seguir controlando, infantiles para seguir recibiendo, agachones cuando abusan de nosotros y bravucones para lo que no tiene sentido, como pegarle a una mujer, echar bronca en bola en el fútbol, o para vandalizar por resentimiento.

Hoy el gobierno de Calderón intenta que nosotros solos nos rescatemos vía un nuevo impuesto de sus errores garrafales. Desaparecen tres secretarías de estado sólo para reubicar a ciertos trabajadores de alto nivel y sindicalizados en otro lado pero dejan a los 10 mil de confianza o con contrato en el paro sin ninguna oportunidad de encontrar trabajo en breve, aunque las cifras oficiales digan lo contrario, así “el presidente del empleo” vuelve a darnos otra dosis de atole con el dedo.

Mientras que nos piden que nos apretemos más el cinturón con más impuestos y menos empleos, en un país donde los jóvenes no consiguen trabajo porque no tienen experiencia y los que tienen experiencia tampoco porque no son jóvenes, Felipe Calderón se alcanza la puntada genial de pedir al congreso aumento de sueldo, acto increíble habida cuenta que a él y su familia le pagamos hasta el papel del baño y que se la ha pasado viajando en periplos de placer porque resultados palpables que nos beneficien como nación no se han visto de ninguno de ellos y que su desempeño como jefe del ejecutivo deja mucho que desear. ¿Como es posible que él, los flojonazos del IFE que ganan más que el mismo presidente por unos cuantos días de trabajo al año y los legisladores que ni van a las cámaras tengan esos sueldazos mientras los demás sufrimos para poner algo de comer en la mesa?

En este país sin presente ni futuro, esta realidad lacerante está empujando ya a la aparición de grupos guerrilleros como el Praxidis G. Guerrero quienes se han adjudicado los últimos tres atentados urbanos a bancos y tiendas de postín en la ciudad de México y que con su filiación anarquista retan la poca autoridad que le queda al país.

A 199 años del inicio de la Independencia y a 99 de la Revolución, cada vez se van pareciendo más los factores sociales, económicos y políticos que nos llevaron a la lucha armada. Cuando la clase media ya no tiene nada que perder y mucho que ganar con una confrontación basta que surja un ideólogo lo suficientemente carismático para prender la mecha y esto aún no sucede porque ni AMLO, ninguno de los blanquiazules de la vela perpetua ni mucho menos el nuevo PRI con Enrique Peña Nieto como mejor carta tienen la fuerza para hacerlo, pero puede estar tras bambalinas quien si lo logre y entonces el 2010 podría ser el incio de un conflicto que escale a proporciones que rompa las costuras de lo que queda de esta maltrecha y vulnerada nación.

Los ejemplos de la miopía gubernamental están por todos lados. Hace unos días di unas monedas a una mujer que representaba todo lo que este país desprecia: vieja, enferma e indígena. Era parte de los olvidados del sistema a los que ni la revolución o el cambio hicieron justicia y cada día más y más personas ingresan a este grupo de resentidos sociales que conducidos audazmente podrían llevar a México a un derrotero que a nadie conviene, mientras desde la presidencia siguen los cambios cosméticos y los abusos a favor de los amiguetes del círculo interno al tiempo que como un nuevo flautista de Hammelin se nos conduce mansamente al precipicio.

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