MÉXICO, D.F., 21 de enero.- El nigeriano que falló en su intento de hacer estallar un avión comercial que se dirigía a Estados Unidos es sólo uno de los muchos jóvenes musulmanes dispuestos a atentar contra el imperio; los muertos en las batallas contra el narcotráfico en México son jóvenes; los desempleados con estudios de todo tipo son jóvenes, y, peor aún, este es el sector de la población que alcanzará las mayores tasas de crecimiento en los próximos años.
Según el estudio de Jack Goldstone The New Population Bomb (La nueva bomba poblacional), publicado en la influyente revista Foreign Affairs (enero-febrero de 2010), el crecimiento poblacional juvenil representa el problema más importante para la seguridad internacional y también para la seguridad nacional de los países ricos.
Sustentado en datos provistos por la División de Población de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el autor señala que los habitantes del planeta pasarán de los actuales 7 mil millones a 9 mil 150 millones en 2050. Sin embargo, cuatro cambios históricos ocurrirán en este periodo: el peso poblacional de los países desarrollados descenderá alrededor de 25%, y el de los países en desarrollo aumentará de manera dramática; la fuerza de trabajo de las naciones desarrolladas dependerá de las subdesarrolladas; la mayoría de los jóvenes y trabajadores se encontrará en los países más pobres, donde se presentan las peores tasas de calidad educativa y de oportunidades de empleo; y, por primera vez en la historia, la mayor parte de la población mundial vivirá en las grandes ciudades de los países más pobres. De acuerdo con sus proyecciones, la expansión económica global y el crecimiento de una clase media con mayores capacidades de consumo se presentarán en Brasil, China, India, Indonesia, México y Turquía.
El envejecimiento de la población en Europa, Canadá, Estados Unidos y Corea del Sur, principalmente, va aparejado al cambio en el modo de producción económica y de organización social, dependiente de la generación de nuevos conocimientos y tecnologías, que se relacionan directamente con las capacidades de los países para ofrecer y mejorar la educación de sus jóvenes y fomentar la investigación científica y tecnológica. Para sostener su población adulta, estos países buscarán incrementar la llegada de jóvenes con el fin de sostener sus tasas de bienestar, salud y servicios básicos.
En la actualidad, 9 de cada 10 niños de hasta 15 años viven en países en desarrollo, y hacia 2050 el crecimiento será absoluto. A Goldstone le preocupa, sin embargo, el gran incremento de los jóvenes en los países de religión musulmana y en los grandes cinturones de miseria de las megalópolis, donde, dice, surgirán bandas de delincuencia organizada, violencia y terrorismo. La orientación del artículo de referencia va dirigido a los tomadores de decisiones de los países desarrollados, para indicarles que, de no fijarse en estas tendencias demográficas, sus políticas serán obsoletas en algunos años, porque el escenario ya es harto distinto del que consideraban hasta ahora.
En México, la población joven está creciendo de manera importante desde principios de la década de los noventa; pero, a diferencia del grupo de edad de 0 a 5 años, que tenderá a disminuir de forma muy considerable en los años por venir, el grupo de población en edades de trabajo y de estudio (15 a 64 años) se mantendrá en aumento hasta 2030. En 50 años este grupo se ha multiplicado por cuatro, con una tasa de crecimiento de 2.4%, lo que equivale a 1.45 millones de personas al año (confróntese México 2030, nuevo siglo, nuevo país, de José Gómez de León, FCE, México, 2000, página 94).
Si a ello se agrega que en esa población se concentran el mayor rezago educativo y la tasa más alta de migración al exterior –con grandes carencias en servicios de salud, vivienda y trabajo–, tenemos que la variable que se presenta en México es representativa de una sociedad a la que no le interesan sus jóvenes y donde las políticas de gobierno se orientan hacia su marginalidad y criminalidad, sin medidas ni programas dirigidos a mejorar sus condiciones de trabajo, de estudio, de vida y de futuro. Por el contrario, es a los jóvenes a quienes se conculcan sus derechos de expresión y de libre y responsable sexualidad, así como a quienes se constriñen sus posibilidades de acceso a la educación y a la cultura.
El 40% de los jóvenes en edad de escolaridad media superior (16-18 años) está fuera de las aulas, y sólo 2% en edad escolar del nivel superior puede acceder a éste. Más de 10 millones de jóvenes no se hallan inscritos en ninguna institución educativa, y quienes pueden mantenerse en algún plantel reproducen deficiencias severas en sus capacidades de lectura y comprensión, así como en la construcción de su proyecto de vida y en el razonamiento crítico y analítico frente a los procesos económicos, sociales y políticos en los que viven. Casi un millón y medio de jóvenes no cuentan con un trabajo estable, y más de 2 millones que realizaron estudios superiores no encuentran un trabajo adecuado.
Efectivamente, estamos frente a una bomba de tiempo, considerada de manera distinta conforme a las orientaciones de gobiernos, países y regiones, pero para nuestro país esta situación rebasa lo meramente demográfico porque tiene que ver con la sustentabilidad, la soberanía, la inversión que se realiza en educación –al igual que en cultura e investigación– y con el principal activo social de México para el presente y el futuro.
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