jueves, enero 07, 2010

La educación, atrapada


MÉXICO, D.F., 5 de enero.- El balance de la educación en los tres años del actual sexenio es alarmante. Sin una política definida, los distintos niveles del sistema educativo operan conforme a sus particulares criterios, con la recurrencia de visiones chatas, ridículas a menudo y siempre autoritarias por determinación de sus principales directivos.
Desde 2007 hasta la fecha se ha creído que con la sola realización de múltiples evaluaciones pueden superarse las magras condiciones educativas de la mayoría de la población, sin tomar las medidas necesarias para que los resultados de aquéllas se traduzcan en mecanismos de cambio o superación. En 2008, Felipe Calderón inclusive exigió a la entonces secretaria de Educación rendir cuentas “mes tras mes” de los avances logrados a partir de esas evaluaciones. Pero eso no ocurrió.
Mientras tanto, los indicadores más conocidos revelan que tenemos uno de los peores sistemas educativos del mundo porque, aun cuando la mayoría de nuestros estudiantes de educación básica son capaces de identificar los conceptos mínimos requeridos –por ejemplo en lectura y matemáticas–, no pueden comprender ni analizar el contenido de lo que leen o procesan, como tampoco su significado literario, estético, subliminal o abstracto. Señalan igualmente que la educación de alto nivel –que en México cuenta con algunas de las mejores universidades públicas del mundo, al igual que con excelentes maestros e investigadores– sigue siendo para una minoría: el 17% del grupo de edad escolar correspondiente.
Además, se sabe que durante estos tres años se ha mantenido la reducción de los recursos financieros destinados al sector; que los profesores no tienen ninguna perspectiva de mejoramiento de sus condiciones profesionales; que la infraestructura escolar está deteriorada; que el currículum es obsoleto y rígido, enciclopédico y memorístico; que se han propiciado la mercantilización educativa y el incremento de los precios de matriculación en escuelas privadas de baja calidad, con una oferta educativa que no cambia, y que se padece de una burocracia que vive a costa de mantener atrapado al sistema educativo, con aires de prepotencia y de autismo. ¿Qué se ha hecho para cambiar estos indicadores que son el resultado de todo tipo de evaluaciones? Nada.
Cuando se dio a conocer el Programa Sectorial 2007-2012 de la SEP, Pablo Latapí Sarre expresó: “El programa sectorial de este sexenio es una interminable exposición de propósitos sin diagnósticos, sin fundamentos conceptuales, sin articulaciones con el desarrollo histórico de cada problema (…) Parece que las autoridades privilegiaron cumplir con el cascarón técnico de la planeación y no tuvieron sensibilidad o tiempo para ofrecer una fundamentación del sentido de sus decisiones (…) ello decepciona”. El propio balance de Latapí fue contundente: no tenemos un programa educativo que cuente con una mínima densidad argumentativa; no se definen actores responsables de las acciones propuestas ni se ofrece ningún elemento para juzgar sobre la viabilidad de las mismas, mientras los aspectos financieros casi no se abordan y quedan “sujetos a la disponibilidad de recursos” (enero de 2008).
Otros autores han calificado las iniciativas gubernamentales de “mediocres” e “incoherentes”, como ocurrió con la llamada reforma “integral” al bachillerato (copia del modelo europeo de competencias, de homologación de créditos y de movilidad estudiantil), que fue inmediatamente rechazada por la UNAM y por diversos órganos colegiados de científicos y humanistas. Al respecto, hasta ahora nadie sabe muy bien de qué manera se avanza ni con quién.
Asimismo, el tema de la investigación científica dio sus vuelcos… hacia abajo. En 2008, por ejemplo, se vieron las incapacidades de Pemex y de la Secretaría de Energía para modernizar sus componentes tecnológicos y desarrollar alternativas en los procesos de exploración profunda, o para impulsar fuentes de energía alternativas, porque en todo se pensó, menos en tomar acciones decididas para impulsar la ciencia mexicana en estos y otros ámbitos, como el de la influenza A/H1N1, pese a los reclamos de la comunidad científica en 2009.
Y es que la prioridad máxima del gobierno federal ha sido refrendar la alianza entre las dirigencias del SNTE y de la SEP, en un ambiente plagado de escándalos sucesivos: la rifa obligada de autos de lujo, las maniobras represivas para acallar el conflicto magisterial en Oaxaca, el desprecio a la muy larga huelga de académicos en la UAM, los constantes roces y conflictos entre la secretaria de Educación y la lideresa del sindicato por el control de la SEP, y los frecuentes disparates discursivos de ésta última.
Más graves aún que la frivolidad y el ridículo observados, han sido los resultados de todo lo anterior: que las tasas de desempleo más alarmantes se encuentren ahora entre los jóvenes y entre los egresados de la educación media superior y superior, y que se esté perdiendo el principal activo de una educación ciudadana amplia, de calidad, que propicie la producción y transferencia de conocimientos, ciencia y tecnología en beneficio de un desarrollo con bienestar. Esto, en medio de una crisis que no para y con los recursos más bajos para la educación en relación con años anteriores, que en 2010 alcanzarán apenas para que las escuelas y las instituciones puedan ir saliendo del paso mientras algunos recibirán dinero a manos llenas porque la educación se encuentra atrapada en su poder.


La dependencia dice que 7.5 millones de jóvenes están excluidos de la enseñanza superior
Refutan expertos a SEP: sin prepa ni universidad, casi 11 millones
Critican erróneas políticas gubernamentales y que el mercado coordine la oferta educativa
Se pierden generaciones de mexicanos, advierten; demandan abrir un debate en la materia


Karina Avilés

El déficit en la atención a la demanda de educación media superior y superior es consecuencia de las erróneas políticas gubernamentales asumidas en décadas recientes, debido a las cuales se canceló el acceso de miles de mexicanos a la enseñanza pública y se entregó al mercado la coordinación de la oferta, lo cual ha tenido un severo costo para el país, ya que se están perdiendo generaciones de jóvenes, advirtieron expertos en la materia.
De acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), entre los mexicanos en edad de cursar esos niveles, 7.5 millones están fuera de la universidad y 2.4 millones fuera de la preparatoria. No obstante, a juicio del especialista Manuel Gil Antón, no son 7.5 millones los jóvenes excluidos de la enseñanza superior, sino 8 millones 250 mil. Esto da como resultado 10 millones 650 mil jóvenes marginados de esos niveles educativos.
A su vez, Hugo Casanova, integrante del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, de la Universidad Nacional Autónoma de Mexico, expresó que dicha problemática es producto de que desde los años 80 las estrategias del gobierno favorecieron los factores macroeconómicos y expresaron un inequívoco desinterés por los factores sociales, de tal suerte que la enseñanza superior fue tratada como prescindible.
A causa de la política neoliberal, la cobertura educativa se ha atendido de forma insuficiente; de manera radical se redujo el acceso de miles de jóvenes a las instituciones públicas, abundó.
Bajo ese esquema, muchos de ellos tuvieron como única alternativa el ingreso a centros privados, que se caracterizan por su limitado alcance social y, salvo algunas excepciones, por su insolvencia académica, añadió.
Consideró que a mitad del sexenio ya no es posible esperar acciones radicales en materia de educación superior, por lo cual la perspectiva es que este gobierno mantenga su perfil actual.
Señaló la urgencia de que los actores educativos propongan políticas públicas que rebasen la dimensión sexenal. Es necesario, enfatizó, un pacto en el cual desterremos la politiquería gremial y partidista.
La profesora-investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional Etelvina Sandoval manifestó que el déficit en la cobertura educativa obedece a la falta de visión oficial, de espacios y de una política para la atención y retención en bachillerato y universidad.
Además ha faltado mucho trabajo del gobierno, que descuidó el bachillerato, y todo se ve cuando el problema estalla, agregó.
En educación, lo anterior tiene un costo muy grande porque hablamos de generaciones de jóvenes que se están perdiendo, lo cual tiene repercusiones económicas, sociales y educativas. Es decir, tenemos un país de jóvenes desaprovechados.
Al estar excluidos del sistema educativo, buscarán una ocupación de lo que sea o en lo que sea, con lo cual se abren las puertas a problemas como la delincuencia o la drogadicción; además se genera mayor inseguridad laboral, entre otros efectos, dijo.
Apremió a abrir un fuerte debate sobre este tema, que es el mayor problema educativo que actualmente se tiene.
A su vez, Manuel Gil Antón, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, insistió en que la SEP da una cifra menor de los jóvenes en edad de ir a la universidad que no lo hacen.
En realidad no están fuera 7.5 millones, sino 8 millones 250 mil, si se toma en cuenta no la tasa bruta, sino la tasa neta, es decir, el número de jóvenes que están estudiando efectivamente y que tienen entre 19 y 24 años de edad.
Lo grave, añadió, es que por lo menos desde hace 20 años el Estado no ha atendido este problema de manera integral, ya que ha dejado la autoridad educativa en manos no del magisterio, sino de la dirigencia magisterial.
Además ha permitido que el mercado coordine el crecimiento de la oferta, lo cual es una verdadera irresponsabilidad, sobre todo en un país con la desigualdad que tiene México.
Así, la exclusión educativa de millones de jóvenes es resultado de cuatro factores combinados: a) el impacto de la crisis económica en la posibilidad de hacer estudios previos al bachillerato y en la infraestructura de las escuelas de nivel básico, b) la falta de calidad en el proceso educativo, c) la ampliación de la oferta de carreras de corte técnico, que no interesan a los jóvenes, en lugar de ampliar la oferta en las carreras que demanda la población y d) el desplome en la percepción de la utilidad de la enseñanza, finalizó.
Fuente: La jornada

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