Resulta lamentable observar el ridículo que la Sra. Clinton ha hecho en su gira por América Latina. En realidad recordamos pocos Secretarios de Estado norteamericanos que hayan tenido que soportar cosas similares a las que la Clinton tuvo que tragar en este recorrido por el continente. No le dijeron más cosas por tratarse de una dama. ¿Donde tenía la cara la señora Clinton cuando los golpistas en Honduras torturaban, asesinaban y vejaban al pueblo hondureño? Sin dudas, no era en el regazo de su marido William Clinton, que en esos momentos se encontraba bien lejos.
No se puede hacer “control de daños”, olvidándose de sus consecuencias. Pero a la Sra. Clinton no parecían importarle las mentiras que dijera, con tal de lograr sus propósitos, muy mal diseñados, por cierto. Fue a Brasil hablando mal de Irán, acusándolo por su proyecto nuclear, pidiendo sanciones y no le hicieron caso. Ofreció negociación entre Argentina e Inglaterra sobre el conflicto de las Malvinas, pero no mencionó para nada la responsabilidad de Estados Unidos en ese conflicto y mucho menos la sangre derramada por los soldados argentinos, resultado de la traición de Estados Unidos. Si cuando se trató de beneficiar a su socio británico, Estados Unidos traicionó su propia doctrina de “América para los Americanos”, ¿será posible esperar ahora que haga algo por ayudar a Argentina?
Basta con Honduras para saber hasta dónde se puede llegar confiando en la Sra. Clinton. Pero sobre todo, qué es lo que esta secretaria va a defender en América Latina. Es tan… fresca y prepotente, que se da el lujo de llegar a Brasil hablando mal de Chávez, diciendo “…que debiera virarse más hacia el Sur”: respuesta formidable la del canciller Amorín cuando le dijo “… por esta razón invitamos a Venezuela a unirse al MERCOSUR como miembro permanente”.
Esta Señora es tan prepotente que no respeta ni a los miembros de su propio partido. Cuántas cartas le han llegado, desde los días del Golpe de Estado en Honduras, hasta hoy, sobre las barbaridades que estuvo haciendo la dictadura antes y la llamada... presidencia ahora, mientras sin inmutarse da la callada por respuesta.
A esta secretaria de estado, Hilary Clinton, hay que tratarla sin mucha diplomacia, diciéndole las cosas a la cara y sin perdonarle que se olvide de las maldades de su gobierno.
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