jueves, abril 08, 2010

La Columna del Director. Los Retenes Mortales




08 abril 2010
Buenos días, amables lectores: en éste espacio hemos abordado no pocas veces el tema de los civiles asesinados por elementos del Ejército Mexicano en los retenes en las carreteras de nuestro país. Las víctimas han sido personas inermes. E inocentes.

Es de señalarse que, en primer lugar, esos retenes son ilegales, ya que su existencia viola la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a la cual el Ejército Mexicano debe adhesión incuestionable. No es así.

En segundo lugar, el Congreso de la Unión no ha declarado la guerra del Estado mexicano a ningún otro Estado ni ha dispuesto, por ministerio constitucional, una guerra contra un invasor u ocupoante. Estamos, pues, ante una guerra de hecho.

Y una guerra, cabría añadir, fratricida. Es decir, la guerra que libran el Ejército Mexicano y la Marina contra los civiles es una guerra entre connacionales, entre hermanos. México está, oficialmnente, en paz. Sí, reitérese, en paz.

Empero, pese a que oficialmente —en lo formal-.- estamos en paz, México y sus habitantes, unos 110 millones de personas, sufren los horrores de una guerra. Para el Ejército;Mexicano y la Marina, el enemigo está conformado por civiles. Civiles desarmados.

Y éstos, por contrapartida, no tienen enemigos. Los mexicanos no vemos a los militares como enemigos, aunque éstos sí nos vean como tales. Ello explica que los soldados maten a mansalva civiles inermes –desarmados— e inocentes.

En una carretera en el Estado de Tamaulipas ocurrió, hace un par de días, un episodio triste más: los soldados mataron a dos niños --sí, ¡niños!-- indefensos e inocentes. ¿Motivo? Porque sus padres decidieron no detrenerse en un retén militar.

A los padres les asistía la razón del derecho. Un retén militar es una violación constitucional; es ilegal. El Ejército, ninuguna fuerza coercitiva o coactiva del estado puede ni debe hacer eso. La Constitución lo prohíbe y sanaciona.

Pero la existencia de retenes militares nos descorre los velos de una realidad espeluznante: los soldados tienen órdenes de sus comandantes –incluyendo al de mayor jerarquía, el Presidente de la República, de tirar a matar. Disparar no como advertencia, sino para matar.

No hace muchos días, un general recién retirado del servicio activo revelaba a un medio de difusión de alcance nacional que los jefes y oficiales imbuyen en los soldados rasos la noción de que un civil es un enemigo. No enemigo virtual; no, enemigo real.

Y ello convierte a los civiles en un blanco. Un civil es un emeigo al que hay que destruir, eliminar, aunque esté desarmado e indefenso y no se le ofrezcan oportunidades de exponer en su defensa los motivos de su paso por una carretera dada.

Esa aberrante lógica castrense pone de manifiesto la gama de razones por las cuales las Fuerzas Armadas (el Ejército y la Marina) deben replegarse y acuartelarse. Su formación no es policíaca, sino otra. Están entrenados para matar a un enemigo.

Ello implica que, a diferencia de la policía, la mística militar no es la de servir y proteger a la sociedad, que es la filosofía policiaca, por lo menos en la teoría. Servir y proteger. Pero por su naturalezas misma, los soldados ni sirven ni protegen. Sólo matan.

Cabe subrayar que el clamor ciudadano que demanda el repliegue de los militares y su acuartelamiento va aumentando de intensidad. Los narcos no causan ni inspíran el temor que los soldados motivan. Intimidan. Atemorizan., Aterrorizan.

La presencia de éstos en las calles y en las carreteras no le dan seguridad a la población; ésta ya no sabe qué es peor, si los “narcos” o los soldados, pero no sorprendería saber que para el ciudadano de a pie el uniformado no es de confiar.

¿Qué hacer? La ciudadanía puede emprender muchas acciones, pero ninguna de ellas incidirá en la decisión presidencial, ya en marcha, de militarizar al país. La vía electoral, empero, es la única disponible a la ciudadanía. Pero es vía inútil.

Ello plantea alternativas digamos irregulares o ajenas a lo convencional. Ante la intransigencia gubernamental esas vías alternativas serán transitadas por la ciudadanía; de hecho, ya hay grupos sociales resueltos y/o inclinados a tomar ese camino.

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