lunes, junio 14, 2010

Columna Asimetrías. El Estallido: Haciéndonos Astillas

Por Fausto Fernández Ponte





14 junio 2010

“Si seguimos acumulando presiones habrá un estallido social para el largo plazo”.
Salomón Presburger.

I

El señor Presburger, connotado empresario quien, como sabríase, preside la Confederación de Cámaras Industriales de México externó su parecer el jueves pasado (10/VI/, pero éste antójase no muy realista al hablar como algo posible y a largo plazo.

Las presiones sociales aludidas por don Salomón son el bajo crecimiento de la economía de México, el cierre de empresas, que mucha gente se ha quedado sin trabajo y el dramático acrecer de la informalidad económica. Pero éste personaje es optimista.

¿Por qué? Por que el jefe de los concamines, como muchos otros hombres y mujeres de pro en la industria, el comercio, la construcción, las finanzas y, obvio adviértese, también en la política el “estallido social” es una vaga noción de algo remoto.

De hecho, en esos círculos –que son el basamento del poder real, el del dinero, que deviene de la apropiación privada de plusvalía (que, citando a Marx, deviene de la industria) y de los medios de producción, el concepto del estallido es inasible.

Incluso, el propio ex Presidente Luis Echeverría, de triste memoria por la Matanza del Jueves de Corpus, en 1971, y la “guerra sucia”, con 557 desaparecidos, dijo en febrero pasado en Tijuana, que México se encamnina a un estallido social.

II

Echeverría vaticinó además: “Vienen días negros…” Pero el estallido social, señaló, “la política bien orientada debe evitarlo”. Su papel en los hechos señalados atrás, así como en la Matanza de Tlatelolco, exhiben su brutal método de evitar estallido social.

Pero, ¿qué es un estallido social, definición traída hoy a un primer plano de atención pública en virtud de los correlatos causa-efecto? ¿Es insurgencia social? ¿Un movimiento societal de protesta y cambio reivindicatorio? ¿Una revolución?

¿O un brote de descontento e irritación general que bien puede ser, una de dos, espontáneo de furia y venganza social –justiciero-- contra el poder político del Estado y el statu quo, u organizado con objetivos políticos estratégicos claros por un cambio?

Las ciencias políticas no consignan tratamiento alguno del fenómeno que suponemos prospectivo y futuro que llamamos estallido social, siendo el más aproximado el de “revolución” atendidos por Bobbio, Borja y sus predecesores, los Lacouture.

La semántica nos guía: estallido es la acción y efecto de estallar, que es un verbo devenido de una metátesis de un antiguo vocablo latino, “astillare”, o hacer astillas. En su morfología actual es hender o reventar de golpe algo, con chasquido o estruendo.

Otra acepción de estallar es restallar: sobrevenir u ocurrir violentamente. Dicho también de una persona que estalla con violencia en ira o en alegría, en pasión o afecto..

Otros lo entendemos como explosión.

Esto nos lleva a “estallido”, una de cuyas acepciones es lo dicho, por lo común, de algo que se rompe con estrépito; causar ruido extraordinario; temer algún daño inminente y grave. El concepto “estallido social” es retórico y, a la vez, fidedigno. ,

III

Estas precisiones nos conducen inevitablemente a la connotación del concepto y su naturaleza en el tiempo y, sin duda, en el espacio, y a su sentido filosófico-ideológico-político del concepto. Un estallido social es ruptura estruendosa.

Ante esas definiciones, el estallido social en México ya está ocurriendo. Y ocurre estrepitosa, estruendosa, espectacularmente: 77 “ejecutados” el viernes, 77 cuerpos en una fosa común, la toma de Monterrey por Los Zetas, el desalojo de Cananea, etc.

Ante ello, el orden establecido está definitivamente roto. El estallido social no tiene que ser necesariamente político ni reivindicatorio. Las manifestaciones de una anomia objetivamente discernida nos confirman, precisamente, que el país se ha quebrado.

País quebrantado, un fallido poder político del Estado que padece inequívoca descomposición (y ya en el umbral de la desintegración). En Monterrey, Juárez, Culiacán y muchas ciudades más el gobierno simplemente no existe.

Esto ya ha estallado, pues: se está haciendo astillas. Los estallidos sociales no son tales sin la concurrencia activa y/o pasiva de la gente –ergo lo social, distinto de lo societal--, como nos lo consigna la historia. El estallido social es sólo un prolegómeno.

ffponte@gmail.com

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