Por Javier Solórzano
30 julio 2010
Todos sabemos que la situación del país va al extremo. No hemos encontrado salidas porque se parte del supuesto que para sobrevivir hay que deshacerse de los otros. No se vale, por lo que se ve día con día, ni la convivencia, ni la negociación profunda de largo alcance que haga a un lado resentimientos y diferencias. Negociar es ceder y nadie quiere ceder. Incluso aquellos que a lo largo de sus muchos años en la política han sido un factor clave para salir de las trampas y para deshacer los complejos nudos en los que el país se ha metido. Nadie quiere imaginar el futuro porque se vive bajo la ambición de apoderarse del presente, como si al hacer esto entráramos en una especie de paso en automático a un futuro seguro y propio. No hay futuro sin reconciliación. No hay futuro sin negociación. No hay futuro si no ceden unos y otros.
No hay manera de ver más allá de elecciones o de momentos coyunturales. Pensar en el desarrollo del país significa, bajo esta premisa, hacer a un lado consignas, procesos y enconos, sin duda en muchos casos justificados. El bien mayor empieza y termina en la defensa de intereses particulares o en un protagonismo enfermizo. El país está cerca del límite. No lo va a salvar la mirada carente de rigor y complaciente del gobierno. Un día nos dicen que la economía anda en recuperación, otro en desaceleración y al siguiente que anda en recesión.
Mientras no haya una voluntad manifiesta, el futuro seguirá siendo este brutal presente. Nadie va a resolver los problemas sólo con llegar a Los Pinos. Si no tiene la voluntad de integrar al país, lo que hoy vivimos va a ser un juego de niños. Vamos a terminar más divididos, a lo que hay que sumar el gran problema que cruza el país de lado a lado y que hoy ya agobia, abruma y somete: el narcotráfico.
Nadie pareciera tener capacidad de convocatoria. La razón está en que se vive bajo la búsqueda del aniquilamiento del otro. En las elecciones PRD y PAN quieren exterminar al PRI. El PRI quiere carro completo. Calderón habla sólo con él mismo, ni en su gabinete existe el mínimo de comunicación. La gran cuestión es qué más tendría que pasar, además de lo que pasa, para que nos demos cuenta en lo que estamos metidos. El narcotráfico nos ha empezado a rodear y ya no está lejos de nadie. La política no ofrece salidas y es sinónimo de desconfianza y distancia.
La importancia de pensar en la búsqueda de darle vuelta a la página es imprescindible. Se trata de construir y para ello se requiere de un gran esfuerzo que nos lleve más que a la competencia obsesiva a la cooperación sistemática. No le estamos jugando al “todos seamos amigos”. Hay que crear las bases de un cambio porque en el fondo hacerlo no es sólo una necesidad, es un tema de sobrevivencia. Divididos ya estamos, la clave ahora es saber hasta dónde le vamos a seguir en la confrontación como forma de vida. Vivimos, además, en medio de la rentabilidad del escándalo. Va de nuevo: ¿qué más tiene que pasar?
¡OUUUCHCHCHCH!
Aseguran que se bajó de la camioneta, se identificó y en ese momento aparecieron entre los árboles como 30 pistoleros. Le dispararon, lo remataron, le cortaron la mano y la aventaron a un lado de su cuerpo.
No hay manera de ver más allá de elecciones o de momentos coyunturales. Pensar en el desarrollo del país significa, bajo esta premisa, hacer a un lado consignas, procesos y enconos, sin duda en muchos casos justificados. El bien mayor empieza y termina en la defensa de intereses particulares o en un protagonismo enfermizo. El país está cerca del límite. No lo va a salvar la mirada carente de rigor y complaciente del gobierno. Un día nos dicen que la economía anda en recuperación, otro en desaceleración y al siguiente que anda en recesión.
Mientras no haya una voluntad manifiesta, el futuro seguirá siendo este brutal presente. Nadie va a resolver los problemas sólo con llegar a Los Pinos. Si no tiene la voluntad de integrar al país, lo que hoy vivimos va a ser un juego de niños. Vamos a terminar más divididos, a lo que hay que sumar el gran problema que cruza el país de lado a lado y que hoy ya agobia, abruma y somete: el narcotráfico.
Nadie pareciera tener capacidad de convocatoria. La razón está en que se vive bajo la búsqueda del aniquilamiento del otro. En las elecciones PRD y PAN quieren exterminar al PRI. El PRI quiere carro completo. Calderón habla sólo con él mismo, ni en su gabinete existe el mínimo de comunicación. La gran cuestión es qué más tendría que pasar, además de lo que pasa, para que nos demos cuenta en lo que estamos metidos. El narcotráfico nos ha empezado a rodear y ya no está lejos de nadie. La política no ofrece salidas y es sinónimo de desconfianza y distancia.
La importancia de pensar en la búsqueda de darle vuelta a la página es imprescindible. Se trata de construir y para ello se requiere de un gran esfuerzo que nos lleve más que a la competencia obsesiva a la cooperación sistemática. No le estamos jugando al “todos seamos amigos”. Hay que crear las bases de un cambio porque en el fondo hacerlo no es sólo una necesidad, es un tema de sobrevivencia. Divididos ya estamos, la clave ahora es saber hasta dónde le vamos a seguir en la confrontación como forma de vida. Vivimos, además, en medio de la rentabilidad del escándalo. Va de nuevo: ¿qué más tiene que pasar?
¡OUUUCHCHCHCH!
Aseguran que se bajó de la camioneta, se identificó y en ese momento aparecieron entre los árboles como 30 pistoleros. Le dispararon, lo remataron, le cortaron la mano y la aventaron a un lado de su cuerpo.
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