Pedro Miguel
La actual dirección nacional del PRD ha tenido un acercamiento con el gobierno
espurio de Felipe Calderón y ha pactado alianzas electorales con su partido, el PAN, en varias entidades. La más importante sería en el Estado de México. La justificación es la necesidad de unir fuerzas para derrotar cacicazgos locales y detener a Enrique Peña Nieto en su carrera a la presidencia. De esta manera, se sacrifican los principios fundacionales del PRD y se defiende un pragmatismo electorero que divide a la izquierda y da oxígeno a la oligarquía, sumida en la des- composición y el desgaste político, y a su gobierno usurpador, entrampado en sus graves fracasos económicos, en su corrupción y en su sangrienta y disparatada “guerra contra el narco”.
El argumento central de las alianzas es mentiroso porque el PRI y el PAN son, por igual, instru- mentos del régimen oligárquico para garantizar su continuidad. Ambos defienden la política económica neoliberal, la privatización de los bienes nacionales, la represión y el autoritaris- mo. Los une la complicidad en la corrupción monumental. Aliarse con el PAN o con el PRI sig- nifica, en los hechos, entregarse a los brazos de la mafia que tiene secuestrado el poder público. Nos convertiría en cómplices de un régimen corrupto que, desde Salinas a Calderón, ha llevado al país a la postración, a la zozobra y a una vergonzosa dependencia.
No hay justificación posible para el oportunismo y la falta de escrúpulos de la actual dirigencia del PRD. Sus verdaderas intenciones se desnudan cuando acusan al movimiento lopezobradorista de ser un factor de división de la izquierda y de favorecer a Peña Nieto. En su alianza con la derecha, los chuchos le dan la espalda a la izquierda misma, al movimiento popular y democrático.
En las elecciones de julio pasado, la alianza PRD-PAN postuló candidatos a media docena de gubernaturas y obtuvo el triunfo en tres de ellas: Oaxaca, Puebla y Sina- loa. Oaxaca se cuece aparte porque el gobernador electo, Gabino Cué, encabezó una opción respaldada por movimientos populares, al cual el PAN se trepó de último momento. El movimiento lopezobradorista se hizo a un lado después de promover el voto por Cué para derrotar al asesino de Ulises Ruíz. En Puebla, en cambio, el PRD apoyó al candidato de Elba
Esther Gordillo, y en Sinaloa respaldó al candidato de Manlio Fabio Beltrones. Así pues, esos dos “triunfos” son, en realidad, derrotas para la izquierda.
En el caso del proceso electoral en el Estado de México, la dirección del PRD quiere aliarse al PAN con el argumento de que sólo así se puede derrotar al PRI y detener a Peña Nieto, el candidato de Televisa. Olvida que en 2006 la izquierda, unida en la coalición Por el Bien de Todos y en torno a la figura de López Obrador, derrotó al priísmo mexiquense sin alianzas vergonzosas, lo que podría repetirse en 2011 y en 2012. Y olvida que el pueblo no es inmoral ni tonto, y que re chazará un pragmatismo tan parecido al “haiga sido como haiga sido”, con que Calderón justificó el fraude de 2006.
En suma: los aliancistas de la “izquierda moderna” y entreguista pretenden convencernos de que para derrotar a Drácula hay que irse a la cama con el Hombre Lobo. A lo que puede verse, ya perdieron de vista que el objetivo principal consiste, más bien, en demoler la casa de los sustos, es decir, el corrupto y antidemocrático régimen de la oligarquía y de sus sirvientes: el PRI y el PAN.
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