Hasta 1985 defendió sus vocaciones nacionalistas y populistas, pero a partir de entonces y hasta la fecha renunció a cualquier tendencia reformista. En los gobiernos de Salinas y Zedillo se alentó a los monopolios, la concentración del ingreso y a convertir a México en un protectorado de Estados Unidos. El PRI ha sido el principal artífice del neoliberalismo. Todas las leyes que dieron estructura a esa tendencia fueran aprobadas por el PRI aliado en firme al PAN. La preocupación de los priístas fue mantener la impunidad de sus próceres. A cambio de garantizar la de los panistas.
Hoy la propuesta del PRI no implica la recuperación de sus principios originales. El PRI y los priístas se quebraron por dentro al perder su núcleo ideológico. A la desesperación colectiva por la evidente descomposición del país, ofrecen un rescate nostálgico de su hegemonía. Pero los tiempos de la estabilidad priísta no están a 12 sino a 40 años de distancia. El México de hoy es otro país, como señala Virgilio Caballero. El PRI se propone utilizar dos herramientas para ganar el sindicalismo mafioso en que destaca la maestra Gordillo y el apoyo de los medios electrónicos de comunicación: dos personajes que controlan 85 por ciento de todas las señales de televisión de toda la República y 12 familias dueñas casi todas las frecuencias radiofónicas. El futuro que el PRI ofrece es el aumento del poder de los cárteles de las drogas, más impunidad, más violencia, cierre de empresas, desempleo y la incorporación a la vida social de millones de jóvenes sin trabajo y sin escuela, cientos de miles huérfanos de la criminal guerra de Felipe Calderón.
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