Luego de muchos años de infundios, chismes y calumnias (y de una cuestionable sentencia de la Corte Suprema en su favor), los krauzianos simularon el retorno a sus naves, levaron anclas y, a las puertas de La Jornada, cuando los polis dormitaban, dejaron de obsequio un inmenso y hermoso caballo de madera.
De la panza de la bestia pendía un papelito: Deseamos pasar la página, y reiteramos nuestra franca y abierta disposición para el debate de ideas
. Firmado: Enrique Krauze. El cabildeo siguió a la intriga. Los unos: ¡Aguas! ¡Los liberales siempre encuentran una vía de escape! Los otros: no hay debate cuando hay denostación.
El regalito y la viscosidad del mensaje fueron rechazados. Mas desconociendo que en la panza de la bestia aguardaban los krauzianos para entrar en combate, le echaron fuego. Fue terrible. Todos murieron incinerados. Y al día siguiente, Krauze propuso desterrar “el odio del periodismo de La Jornada”.
Sun Tzu, filósofo guerrero que vivió hace dos mil años, apuntó: cuando un emisario del enemigo pronuncia palabras humildes mientras que éste incrementa sus preparativos de guerra, quiere decir que va a avanzar. Pero cuando pronuncia palabras altisonantes y avanza ostentosamente, es señal de que se va a retirar.
Bueno… todavía no sé cómo terminar la historia. Porque en días pasados, después de leer el último revire de Armando Bartra contra don Kique (Nadie se abre ni se raja
, Proceso, No. 1830), advertí que nuestro personaje volvía a refrendar los cargos de terrorismo
hechos por su revista contra esta casa editorial (Pasar la página
, Reforma, 27/11/11).
Engallado en el apolillado sillón que a fuerza de mentiras se ganó como ideólogo ultramontano, los términos del artículo respiran insidia y muestran a su autor totalmente azotado por los incurables rencores que suele endosar a los demás.
Ni una idea original, ni un criterio propio. La una mano extendida y la otra a espaldas, aferrada al puñal de la tolerancia
con doble filo. Por sobre todo, el victimismo del sionista vergonzante: Me atacan por judío
.
Ay, Kique… Tu complicidad con las derechas y los fascistas de América Latina y el mundo, tampoco equivalen a trocar “…la reprobación en las doctrinas por ‘odio’ a las personas”, como dices que dijo Melchor Ocampo. Mira… mejor deja ya de expulgar a los liberales mexicanos. Pero recuerda a tu querido Francisco Zarco: No escribas como periodista lo que no puedas sostener como hombre
.
Cuando son pertinentes, es bueno tomar citas para ayudar a un público siempre apurado. A mí, por ejemplo, me gusta un aforismo de Ignacio Manuel Altamirano: “…creer uno que sabe historia porque la conoce en los compendios, es querer formarse idea de la grandeza del mar, al comer una ostra”. Otra: Para algunos hombres que hacen gala de ser demócratas, la democracia es una camisa de fuerza
.
Tus ideas
, Kique, llevan 30 años refritando mal la de los muertos: Octavio Paz me dijo
, Cossío Villegas me dijo
. Y repitiendo la de vivos vivísimos, como el juez Baltasar Garzón, el filósofo
Fernando Savater y el fascista José María Aznar.
Bien sabes que ese cajón de sastre al que llamas historia
(tu historia), ha sido más destrozada en lo que ahora llamas “amplia franja de la izquierda intelectual de hoy –dispersa en otros periódicos–…”, que en La Jornada. O en libros como Las grandes mentiras de Enrique Krauze, de Manuel López Gallo, fundador de la librería El Sótano.
Dices que en lugar de recurrir a la justicia, lo idóneo era seguir la recomendación de Zarco: La prensa se combate con la prensa
. Quizá. Sin embargo, recuerda que en 1992, por órdenes de Octavio Paz, Gabriel Zaid demandó al periódico El Nacional por reproducir, sin permiso, un artículo del ABC de España en el que Zaid atacaba al Coloquio de Invierno, organizado por el Conaculta, que dirigía Víctor Flores Olea.
Kique: bájate del caballo. La inclinación radical
de La Jornada (son tus palabras), responde a lo escrito en junio de 1972 por Víctor Rico Galán (1928-74), en la revista Siempre!:
“Habrá que recordar, aunque sea obvio, que en México hay intelectuales pero no todos los mexicanos son intelectuales. Hay millones de campesinos y obreros; hay empleados de diversos sectores; hay estudiantes; hay, en fin, toda una gama aplastantemente mayoritaria que no pertenece a eso que suele llamarse la intelectualidad o, con un término más pedante, la ‘intelligentsia’”.
A ellos, sólo a ellos, nos debemos. Es lógico que te preocupe.
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