Carlos Fernández-Vega
Los barones del dinero lo acogen en agradecimiento a las fenomenales ganancias que les facilitó
Francisco Gil Díaz, el sacrosanto secretario de Hacienda del "cambio", no tuvo la delicadeza de esperar un poco más, así fuera para guardar las formas. Lo recomendaba la prudencia, pero el "sepulturero" del Fobaproa tenía prisa por aceptar la regalía, es decir, integrarse al consejo de administración de HSBC, una de las trasnacionales financieras que en México sentaron sus reales.
Algunos creen que con ese movimiento Gil Díaz se quitó la careta, pero esa es una calumnia, por la simple y sencilla razón que nunca se la puso: alrededor de 65 por ciento del sistema bancario que opera en el país se extranjerizó en el sexenio foxista (con este personaje en la Secretaría de Hacienda) hasta llegar a 90 por ciento, a un ritmo casi tres veces superior al registrado durante el zedillato; la banca acumuló cerca de 200 mil millones de pesos en utilidades netas (más los pagarés), el grueso de ellas provenientes de comisiones, exención fiscal, especulación bursátil y cambiaria y nutridos favores gubernamentales; con Gil Díaz a cargo de la SHCP, a la banca trasnacional (más una institución mexicana), contra viento y marea se le cubrieron los jugosos pagarés Fobaproa, se "enterraron" expedientes comprometedores, se ocultó información relativa al "rescate", "desaparecieron" créditos relacionados y se "borró" cartera chatarra ilegalmente asumida por el Fobaproa, especialmente de Banamex, y tantas otras gracias para cuya comisión nunca se puso la careta.
A finales de marzo pasado comentamos en este espacio que algunas crónicas periodísticas dieron cuenta del profundo cariño y reconocimiento de los banqueros a Francisco Gil Díaz durante la 69 convención gremial en Acapulco. "Lo ovacionaron de pie durante un minuto con 26 segundos", narraban. Y no pudo ser de otra manera, porque cada uno de los 86 segundos que los generosos barones del dinero destinaron para aclamar a su secretario de Hacienda lo valuaban en más de 2 mil 900 millones de pesos, de tal suerte que la ovación completa dio cuenta de los 250 mil millones que los bancos que operan en el país acumularon, hasta esa fecha, en utilidades netas a lo largo del "cambio", más 110 mil millones en pagarés Fobaproa (al cierre de 2006, el valor de cada uno de esos 86 segundos de aplausos se incrementó a 3 mil 605 millones de pesos).
Gil Díaz, escribimos entonces, se despidió de los banqueros ("emocionado casi hasta las lágrimas", de acuerdo con las citadas crónicas) como secretario de Hacienda, porque la de Acapulco fue la última convención gremial en la que participó como funcionario del "cambio", lo que no necesariamente implica que la estrecha relación entre ellos se desvanezca. Por el contrario, los barones del dinero al estilo del empleado del mes, aunque en este caso del sexenio consideran seriamente incorporarlo de manera oficial a sus filas... Y lo incorporaron.
Treinta y tres días después de abandonar su oficina en la Secretaría de Hacienda, Gil Díaz se incorpora (con el portafolios atiborrado de información privilegiada) como "consejero independiente" al máximo órgano de decisiones del HSBC Holdings Plc, la trasnacional financiera que en México adquirió el otrora banco Bital (que a su vez engulló al Banco del Atlántico), privatizado en junio de 1992 y entregado a la Casa de Bolsa Prime, con Antonio del Valle Ruiz a la cabeza (quien por cierto ahora tiene un nuevo banco llamado Va por Más, autorizado por Gil Díaz), ex cabeza visible del Banco de Crédito y Servicios (Bancrecer) antes de la expropiación lopezportillista.
Como se nota, todo queda en famiglia, y lo raro habría sido que Gil Díaz regresara al ITAM como humilde catedrático. Cuando concluyó el sexenio salinista, en el que se desempeñó como subsecretario de Ingresos, este personaje se fue a dirigir la telefónica Avantel de Roberto Hernández (el de Banamex, que poco después vendió, libre de impuestos, a Citigroup). Ahora, como ex secretario de Hacienda, se va a trabajar con los de HSBC, a cuyos dueños servirá, sin duda, mejor que a México.
Tampoco hay que ser tan drásticos, porque el de Gil Díaz es uno entre muchos casos de ex funcionarios públicos (entre los que destaca Ernesto Zedillo, el de las mil chambas), quienes indistintamente despachan en el sector público o en el privado (saludos a Diego Fernández de Ceballos, Santiago Creel y Fauzi Hamdan), funcionan con reglas propias y son gestores de los principales consorcios nacionales y trasnacionales.
Aquí se ha comentado que este tipo de personajes ayer despachaban como secretarios de Hacienda, Comercio o Energía; negociaban tratados de libre comercio en nombre del gobierno o privatizaban la nación; "renegociaban" la deuda externa; "rescataban" y "saneaban" bancos, carreteras, ingenios o líneas aéreas, y abrían puertas al capital foráneo justo donde la Constitución lo prohibía. Poco después se ponen al servicio de las firmas con las que, desde el poder público, "renegociaron", "rescataron" y "sanearon". Y más adelante regresan a la función pública.
Ejemplos sobran, aunque sobresalen Luis Téllez (ex jefe de la Oficina de la Presidencia y ex secretario de Energía con Zedillo, pasó al servicio de The Carlyle Group y se vinculó con Televisa, Grupo México y hoy despacha como secretario de Comunicaciones y Transportes); Pedro Aspe (secretario de Hacienda en el salinato, ahora encabeza una empresa "promotora de proyectos" inversión privada en energía, principalmente , amén de pertenecer al consejo de administración de Televisa) y Jaime Serra (secretario de Comercio con Salinas, de Hacienda efímero con Zedillo y actual cabeza de SAI Consultores y del Nafta Fund of Mexico, amén de integrante de los consejos de administración de Grupo Ferroviario Mexicano, Vitro y Grupo México, entre otros).
Esto también forma parte del crimen organizado al que los ciudadanos deberíamos aplicarles un operativo.
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