Miguel Angel Velázquez
Jóvenes y caras nuevas en el movimiento
El nuevo fracaso del gobierno federal
La verdad es casi siempre incontrovertible y hoy lo que preocupa a los servicios de inteligencia de Los Pinos no es precisamente si Calderón se toma o no la foto con el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon, en busca de legitimidad, ni si existen coincidencias en las propuestas económicas de Andrés Manuel López Obrador y las del panista, sino en las fuerza popular de la Convención Nacional Democrática, pero principalmente en las muchas caras nuevas, y jóvenes, que logró reunir.
Y es que uno de los cabos sueltos en el proyecto de la izquierda era, precisamente, la poca importancia que la juventud había dado al esfuerzo por cambiar el destino del país, aunque este sector de la población sea, desde luego, el actor más importante de ese nuevo horizonte.
Preocupa, entonces, la nueva intensidad que cobra el movimiento. Sin dejar de lado las razones que dieron vida al que reconocen como gobierno legítimo, se suman al proyecto con sus propias demandas en busca de las soluciones que la derecha no les brinda, pero que son parte de la idea que propugna por un cambio verdadero en el país.
Ya no son los jóvenes con vestimentas que identifican su época, y nada más. Ahora son estudiantes que no hallaron cabida en las escuelas tradicionales ni tienen para pagar los altos costos de la educación privada. Ahora son lo que no han encontrado empleo, los que ven amenazada su libertad por el amago constante de impedirles manifestarse en las calles de ciudad.
Es una juventud que se acerca a quienes no les teme, a aquellos con los que se puede dialogar sin necesidad del garrote. Esos jóvenes apuestan ahora por ser parte del resorte que impulse el cambio, y parece que poco a poco se va consolidando el puente entre unos y otros, a eso, se le tiene pavor.
De esa forma el movimiento obradorista plantea su nueva perspectiva, y da certeza al rumbo que ha tomado el Frente Amplio Progresista. En el muy corto plazo se empezó a experimentar, algo impensable, la independencia de los jóvenes respecto de los medios electrónicos de comunicación, lo que ya plantea una manera de mirar al país.
Pero la respuesta debe ser contundente, eficaz. Al compromiso de esos jóvenes no puede contestar con planes y proyectos a largo plazo. Para quienes se han enrolado a la causa del FAP, contrario a su corta edad, el tiempo se ha acabado, y urgen participar ya, decidir ya, luchar ya por la ciudadanía que les corresponde y que se les trata de conculcar.
Eso es lo preocupante para los estrategas panistas que ayer mismo, al saber que las obras de drenaje que inauguró Felipe Calderón reventaron al primer aguacerazo, se jalan de los cabellos por el tremendo fracaso en el que, por capricho, se metió Felipe Calderón.
El daño, aseguran, está en que a los ojos de todos, de los jóvenes, principalmente, el gobierno federal falló una vez más y eso cuenta de todas formas. Son pocas las respuestas y las que se dan se convierten, cada vez con mayor estruendo, en fracasos.
De pasadita
¿Qué haría el pelele sin la tele? Se levantó la pregunta desde la tribuna donde López Obrador arengaba a sus seguidores, pero tal vez faltó preguntar, también, ¿qué haría sin Marcelo Ebrard?, porque no hay paso que dé el Gobierno del Distrito Federal que no copie de forma burda, pirata, diríamos mejor, el grupo usurpador que gobierna el país.
Ahora resulta que Calderón quiere expropiar los lugares donde pueda existir delincuencia organizada, para dárselos a quienes quieran hacer deporte. Esa fue una idea que nació en el Gobierno del DF y que ahora, para no variar, usurpa Felipe Calderón, se la roba a la mala, y convierte de esa manera a su mandato en un gobierno, sí, pirata.
Ayer se discutía en la mesa de un café, en la colonia Condesa, la declaración de Calderón sobre el proyecto que, según dijo, va más allá de 2012, y la conclusión, que a alguno no le gustó mucho, es que éste, como el gobierno de Fox, no es más que una gestión gerencial.
Quienes mandan no se sientan en la silla principal de Los Pinos, pero tienen allí a alguien que va a cumplir, de cabo a rabo, con todos sus deseos. En pocas palabras, la minoría que votó por los azules debe tener la confianza de que a quien ellos eligieron tratará de administrar, pero de gobernar, mejor ni hablamos.
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