lunes, agosto 06, 2007

La torre de la memoria

Miguel Angel Velázquez

En Tlatelolco, centro cultural y museo
2 de octubre, una fecha para nunca olvidar

Para que el 2 de octubre nunca se olvide, en esa misma fecha, pero en este 2007, se inaugurará algo así como la caja de resonancia desde donde los muertos, los desaparecidos, los torturados contarán la historia del crimen impune de un gobierno en contra de sus ciudadanos.

Hablamos, desde luego, de la masacre que en 1968 el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz ordenó en contra de un grupo de soñadores que luchaban por cambiar el destino de México.

La Torre de Tlatelolco, que durante muchos años fue sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores, se convertirá en la casa de la memoria, que por más paladas de olvido, complicidades y descrédito que se han lanzado desde los gobiernos priístas y panistas en contra de su historia, estará allí para que nadie pretenda cerrar los ojos ante la realidad.

Fue en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador cuando surgió la idea de crear un museo donde entre fotografías, películas, testimonios grabados y muchísimos más trozos de memoria se enseñara a la gente que sí hay gobernantes que sienten vergüenza por aquel episodio que aún duele.

Pero la mayor enseñanza será, sin duda, aquella que nos muestre de qué están hechos los gobiernos, que incapaces de escuchar a sus gobernados resuelve el problema a golpe de toletes, entre gases asfixiantes y balas que se pretenden anónimas para bañarlas de impunidad.

El proyecto, que tiene como principal objetivo ser el memorial de 1968, estará dedicado, en parte, también a la denuncia en contra de aquellos que violen los derechos humanos de la población, y al estudio de los efectos que causa la represión entre la gente que la sufre directamente, y quienes perciben sus efectos sociales, económicos y políticos.

Aunque quien nos ha platicado del asunto no está seguro de esto último, plantea que todo está dispuesto para que en la Torre de Tlatelolco se pueda construir el centro de estudios más importante en América Latina para el análisis de las luchas sociales en la región.

Y es que esa torre, ubicada frente al campo donde una luz de bengala apretó el gatillo de los fusiles de militares y paramilitares que acechaban a la gente, y que quedó vacía después del convenio entre la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Gobierno del Distrito Federal, mediante el cual la dependencia federal ocuparía un edificio frente a la Alameda Central, y el de Tlaltelolco pasaría a formar parte de los bienes de la ciudad, tiene la capacidad de albergar no sólo la memoria de esos días, sino la inteligencia de muchos que la estudian para que el 2 de octubre no vuelva a ocurrir.

Así las cosas, el gobierno de la ciudad decidió entregar la construcción a la que hoy es la principal casa de estudios superiores en México, la Universidad Nacional, la UNAM, que es la única en nuestro país con reconocimiento mundial donde fraguó el proyecto.

Un mes antes de que culmine su gestión, más o menos, el rector, Juan Ramón de la Fuente, habrá de inaugurar el museo, en uno de los últimos actos públicos -sin duda el de mayor calado social- que habrá de presidir el universitario que llevó a grados de excelencia a la institución, y que ya tiene un lugar en la ONU para continuar su trabajo a favor de la educación en el mundo.

Y así, para que nadie se olvide, el 2 de octubre estará allí, sobre el Eje Central, frente a la Plaza de Tlaltelolco, gritando su verdad a quienes han querido cerrar los ojos para olvidarlo.

De pasadita

Cuentan algunos panistas que en la visita que Al Gore hizo a Felipe Calderón, este último se quejó amargamente con el ambientalista del desdén, del desprecio que le muestra Marcelo Ebrard. Y dicen que le solicitó ayuda para desfacer el entuerto. Es más, le aseguró que Ebrard ni coopela ni le puede dar cuello.

Calderón sabía que Gore tiene una estrecha amistad con Alejandra Moreno Toscano, quien le brindó su casa, dicen los panistas, en alguna temporada que el ex vicepresidente de Estados Unidos pasó en México como estudiante. Pero parece ser que los buenos oficios que podría haber utilizado el visitante con Ebrard nunca fueron utilizados, y todo quedó en simple queja. Lástima.

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