domingo, diciembre 23, 2007

Ifelandia
Andrés Albo y Luis Carlos Ugalde
Foto: benjamín flores

MÉXICO, DF, 18 de diciembre (apro).- La tierra de las fantasías puede convertirse en el sitio de nunca jamás o de las tragicomedias políticas.El Instituto Federal Electoral (IFE), marca inconfundible de nuestra atropellada transición a la democracia, ha entrado en esta delgada frontera entre el cuento de hadas o lo tragicómico.No hay inocentes en esta historia. Ni los partidos políticos ni los consejeros electorales, mucho menos su presidente hasta el jueves pasado, Luis Carlos Ugalde, pero menos las camarillas y grupos de interés que luego de la crisis poselectoral del 2006 vieron en los árbitros electorales (Tribunal Electoral y el IFE) suculentos botines políticos y burocráticos.La incapacidad para repensar el IFE como un organismo más allá de estas camarillas, ha metido en un atolladero toda la reforma electoral. El capítulo más reciente, aunque no el último, de esta tragicomedia tuvo su epicentro en la Cámara de Diputados.La Junta de Coordinación Política, el sitio de gobernabilidad del triunvirato de los partidos más grandes, decidió posponer hasta febrero de 2008 la elección del nuevo consejero presidente del IFE, así como de dos consejeros.Escalonaron el propio relevo escalonado en el IFE. Quizá evitaron con ello una crisis mayor, pero invalidaron su propio método de selección.El aparatoso montaje de comparecencias para reducir de 493 hasta cien y finalmente a 39 el número de ciudadanos con posibilidades reales para llegar al IFE dejó muy mal sabor de boca.Para algunos consistió en una mascarada, otros se sintieron ofendidos por los obvios favoritismos y muchos más vivieron en carne propia la discrecionalidad de la politiquería.En realidad, fue la peor exhibición del método de cuotas y vetos que domina en el Congreso.Al final, no se trató de averiguar quiénes eran los candidatos más capaces sino qué grupo político tenía más capacidad de veto.Frente a la falta de acuerdos en el Congreso para nombrar a su sucesor, Luis Carlos Ugalde, como buen escapista y ducho en artes de magia, decidió que ese era el momento ideal para salir por la puerta grande y revirarle al Congreso su defenestración pactada.La rendija que le abrieron a Ugalde le permitió cobrarse mediáticamente su venganza. Por supuesto, no renunció a la liquidación y pensión tasada en cerca de 10 millones de pesos, pero presumió un respeto a la legalidad y a la Constitución para generar un debate sin mucho futuro sobre la supuesta crisis constitucional generada por la decisión en la Cámara de Diputados.No terminaba Ugalde de leer sus últimas y trepidantes palabras contra el Congreso, cuando las presiones provenientes de Los Pinos --y bajo la operación de Juan Molinar Horcasitas, exconsejero electoral y padrino de la mayoría de los funcionarios cercanos al entorno panista en el IFE-- buscaban no perder el control de la presidencia del Consejo General.La renuncia de Ugalde no sólo exhibió a los diputados sino la polarización y división que se anidó en el seno del Consejo General durante la presidencia ugaldista en el instituto.Por un lado, los cuatro consejeros cercanos a su entorno, conocidos internamente como El Yunque --Andrés Albo, Arturo Sánchez, Alejandra Latapí y María Teresa González Luna--, se unieron para impedir que alguien del grupo contrario ocupara el asiento de Ugalde.Los otros cuatro consejeros forman un bloque menos sólido: Virgilio Andrade, Rodrigo Morales, Lourdes López y Marco Antonio Gómez Alcantar.Las reuniones del fin de semana no resolvieron la polarización y la desconfianza engendrada entre ellos. Simplemente le dio una salida a la crisis del momento con el nombramiento por mayoría y no por consenso de Andrés Albo, un consejero con un perfil más dialogante y menos excedido que el de Ugalde.Albo tenía hasta este momento la responsabilidad de culminar el proceso de fiscalización del 2006. Ahora queda suspendido el escándalo del spotgate, en parte por la decisión del propio Tribunal Electoral, cuya magistrada presidenta María del Carmen Alanís también buscó influir en la sucesión interna del IFE.El discurso de Lourdes López, la consejera más auténtica en sus posiciones y más incomoda para ambos grupos, demostró que al interior del instituto habrá siempre una voz en contra del cuento de hadas que se quiere vender como búsqueda de consensos.El nuevo Consejo General tiene un periodo breve para enfrentar un reto enorme: frenar la pendiente de incertidumbre y comenzar a operar los ordenamientos constitucionales derivados de la reforma electoral. En otras palabras, frenar las ambiciones de control de los grupos políticos y las ganas de presión de las televisoras y los grupos empresariales que siguen sintiéndose ofendidos.
Comentarios: jenarovi@yahoo.com.mx

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