De manera grotesca, la cleptócrata elite política-económica neoliberal trata de esconder bajo los andrajos de Pemex, la desvergüenza del objetivo fundamental de la contrarreforma petrolera: el contratismo para su enriquecimiento y la entrega del petróleo a trasnacionales de España y EU.
Por Marcos Chávez M.
¿Y ahora qué, secretas y oscuras brujas de la noche? ¿Qué estáis haciendo?
Todas: Una cosa sin nombre.
William Shakespeare, Macbeth.
Si no fuera por la naturaleza del desastre en que se encuentra la industria petrolera; por el doloso y mendaz escenario de ópera bufa que ha montado la derecha neoliberal encabezada por Felipe Calderón, para tratar de justificar la injustificable reprivatización de la industria energética, pisoteando la Constitución; porque los piratas petroleros trasnacionales se afilan los colmillos ante el jugoso negocio botín (el "tesoro" escondido en el fondo del Golfo de México y zonas aledañas, es decir, en todo nuestro territorio) que les será entregado para su libre depredación.
Por el beneplácito del Baby Bush ante su gestor Calderón que está a punto de cederle a su área de influencia geopolítica los yacimientos de hidrocarburos mexicanos, a diferencia de Dmitri A. Medvedev (Rusia), Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia) o Rafael Correa (Ecuador) que han vuelto a nacionalizar sus respectivas industrias para ponerlos a disposición de sus países; y porque todo indica que los aventureros priistas del Congreso, postores del mejor precio, liderados por Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, al grito de "Fuenteovejuna, todos a una", se preparan para legitimar el plan desnacionalizador del neoconservador Calderón y sus compañeros de viaje, la situación petrolera actual de México en particular, y la energética en general, es digna de una obra macabra, escrita, por ejemplo, por Ambrose Bierce, uno de los maestros del humor negro, que nos legó deliciosas obras como El club de parricidas.
Desdichadamente, el asunto es más grave porque los calderonistas y la elite política-económica instrumentan una de las peores traiciones históricas a la nación. Será una vileza que, por sí misma, justifica el abierto rechazo e incluso la rebelión de las mayorías, por cualquier medio, amparada por la Carta Magna, o sin ella, que le otorga al pueblo el darse el gobierno que se merece.
La situación de Petróleos Mexicanos (Pemex), como responsable estatal de la industria petrolera, es trágica. Se encuentra al borde del desastre. Se hunde en la ruina financiera.
Pemex es la empresa más importante del país. Según la revista Fortune, en 2007 se ubicó en el lugar 34 entre las 500 firmas más grandes del mundo y en el décimo entre las 39 petroleras más significativas. Entre 2001 y febrero de 2008, lapso que abarca los gobiernos cavernarios y santurrones del neoliberalismo PANista y que coincide con el aumento de los precios mundiales del crudo y sus derivados, ha acumulado ganancias por 132.2 mil millones de dólares (MMDD), sólo por concepto de exportaciones netas de hidrocarburos (la diferencia entre las ventas externas y las importaciones de crudo, gas natural, petrolíferos y petroquímicos), equivalentes a poco más del doble de la deuda externa bruta del gobierno federal registrada hasta febrero de 2008 (62.4 MMDD).
Si se considera también las ventas internas, en total Pemex ha obtenido alrededor de 512 MMDD. Desde que los neoliberales asaltaron el poder con Miguel de la Madrid, las divisas por las exportaciones petroleras suman 394 MMDD. No obstante, en ese lapso la economía ha registrado su peor desempeño (tasa de crecimiento real anual de 2.8 por ciento), sólo comparable al observado después de la Revolución Mexicana hasta la recesión mundial de la década de 1930, lo que revela la magnitud del derroche de la llamada renta petrolera.
Gracias al ciclo ascendente de los precios del crudo (2002-2008), las empresas petroleras mundiales, públicas, han obtenido extraordinarias ganancias. Los gobiernos petroleros utilizan a los hidrocarburos como instrumento para tratar de afianzar su soberanía nacional, ponen las divisas obtenidas a disposición del bienestar de su población y del desarrollo en general y tratan de ganar espacio geopolítico en un mundo capitalista donde la lucha por ese energético y sus reservas se ha tornado brutal, sangrienta. Al lado del montón de divisas se amontonan los cadáveres, sobre todo en Asía central, África y Medio Oriente.
Sin embargo, Pemex sobrevive como un opulento mendigo, para tomar prestada una expresión de Moby Dick, de Herman Melville. Pemex es incapaz de invertir en exploración y explotación para revertir la declinación de las reservas totales y probadas de hidrocarburos (en 2007 ascendieron a 45.4 mil millones de barriles (MMB) y 15.5 MMB, respectivamente, cuyo horizonte de vida es de 14 y cinco años de vida –años 2021 y 2012– al ritmo medio de producción actual), y de 3 millones de barriles diarios (MBD) en el primer bimestre de 2008) y la reducción de las plataformas de producción de los mismos (de 3.825 MBD a 3.311 MBD entre 2004 y 2008, 4.7 por ciento; la de crudo ha bajado 3 por ciento, debido al desplome de 15 por ciento de la zona marina) y de exportación de crudo (de 1.870 a 1.432 MBD, 23.4 por ciento).
Carece de recursos para mejorar su infraestructura y superar su rezago tecnológico para ampliar su capacidad instalada en exploración, explotación y producción de crudo, refinados, petrolíferos y petroquímicos, que se manifiesta en crecientes importaciones (pasaron de 3.3 en 2002 a 16.9 MMD en 2007 y se proyectan hasta 20-21 MMD en 2008, 636 por ciento más alto). En casi 30 años, por ejemplo, no se ha construido una sola refinería que pudiera ajustar la oferta y la demanda interna de gasolinas. Ha recibido una montaña de dólares y, no obstante, tiene que vivir de prestado para ajustar sus necesidades financieras. En 2007 acumuló un adeudo total bruto por 46.1 MMD (6.6 MMD son menores a un año y 39.5 MMD de largo plazo).
En su dominical "Diagnóstico: situación de Pemex", los Chicago-boys Georgina Kessel, titular de Energía, y Jesús Reyes Heroles, el pequeño, director de la paraestatal, delinearon un cuadro apocalíptico de dicha industria. Con justa y diplomática razón, los priistas del Congreso apreciaron como "catastrofista" y "dudoso" al documento dado a conocer por los empleados de Calderón que se vieron obligados a sustituir al alicaído "operador político" del ejecutivo, Juan Camilo Mouriño, que prácticamente trabaja en la clandestinidad desde que se descubrió su tráfico de influencias, su corrupción, su manejo de información privilegiada, su enriquecimiento ilícito familiar y otras lindezas, protegido por el Ejecutivo. La estrategia de los calderonistas, antes y después de la presentación del documento, ha seguido una inocultable y sencilla lógica, pese a que, envuelto en la bandera nacional, Felipe Calderón jure y perjure que "Pemex no se privatizará", que "el petróleo seguirá siendo de los mexicanos", que busca la "plena soberanía sobre nuestros hidrocarburos":
Primero se crea un ambiente de desinformación sobre la situación real de Pemex y la industria, propaganda digna de un régimen que aspira a aterrorizar a la población con las implicaciones del agotamiento de los hidrocarburos.
Después se le quitan los harapos a la paraestatal y se exhiben las vergüenzas del opulento mendigo: su incapacidad para subsanar la declinación de los yacimientos actuales; su inutilidad por carecer de las tecnologías "modernas" para explorar y explotar nuevos campos donde se encuentra el "tesoro escondido", es decir, en el fondo del Golfo de México.
Finalmente, de manera grotesca, la cleptócrata elite política-económica neoliberal trata de esconder, debajo de los andrajos de Pemex, la desvergüenza del objetivo fundamental de la contrarreforma petrolera: destruir uno de los últimos pilares que aún quedan en pie del México posrrevolucionario. Es la revancha de los herederos de los conservadores que fueron derrotados con las armas: los cristeros, el porfiriato, los suspirantes del imperio, la sangre gachupina. Violar la Constitución para legitimar con leyes secundarias la reprivatización petrolera.
Su intención es arrojar sus despojos a las empresas trasnacionales petroleras y financieras, por medio de "alianzas", que supuestamente dotarían a Pemex –suculento pago de por medio– de la tecnología adecuada, del capital requerido u otros "acuerdos" que ya tienen diseñados los calderonistas, pero que, por razones obvias, se niegan dar a conocer. Para ello cuentan con sus mercenarios del Congreso, los "soldados" de Calderón a los que se refirió Mouriño. Ellos pondrán la cara impertérrita, cínica, ante la nación.
Sólo necesitan de Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa y sus tribus. En breve sabremos si su retórica relativa a que no aceptarán la desnacionalización de Pemex y la industria es sincera o un simple artificio para encarecer sus servicios y emolumentos.
El resto es bisutería para redondear la ambición neoliberal. Por ejemplo: darle mayor margen de operación a Pemex, un nuevo modelo de control y fiscalización para erradicar la corrupción, como pidiera Reyes, el pequeño. Los gobernantes en turno, nacionalistas, populistas y neoliberales, siempre han manejado a su antojo a la administración central y las empresas públicas: sin rendir cuentas a nadie; sin que existan mecanismos de supervisión y sanción de los funcionarios; con la complicidad de los poderes legislativo y judicial. ¿Desean la impunidad completa? ¿Cuando el pequeño habló de corrupción se refería a Mouriño y Calderón, a él mismo y demás depredadores y destructores de Pemex? Eso sólo es posible en los gobiernos despóticos.
Obviamente, los Chicago-boys que presentaron el documento nunca analizaron las causas reales que han provocado la catástrofe petrolera. Tampoco señalaron a los responsables. Ni exploraron otras opciones diferentes a la reprivatización. Ellos están hundidos hasta el cuello. Son cómplices del atentado.
(Revista Contralínea)
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