Carlos Fernández-Vega
Quien ose decir que la pujante economía mexicana no da resultados y que va de mal en peor, quedará al descubierto como un amargado irredento y un obseso que clava su mirada en detalles insignificantes, en un país en el que los salarios a duras penas permanecen al filo (anterior) del comportamiento inflacionario (sin considerar la pérdida acumulada del poder de compra), con pensiones verdaderamente miserables, empleos (cuando hay, y normalmente no los hay) cada vez peor pagados, un ejército de pobres que ya no siente lo duro sino lo tupido y, en fin, un mediocre “navío de gran calado” (Calderón dixit) que, en el colmo, cada día se hunde un poco más.
Fuera los amargados obsesos que sólo ven el bosque sin mirar los árboles –escasos, pero cada día más frondosos–, y que se clavan en versiones alarmistas de que –como diría el Gabo en tiempos de la crisis de los misiles– “a este país ya se lo llevó el carajo”. Total, ¿qué importancia pueden tener más de 50 millones de pobres en un país de 100 millones de habitantes?
Por eso, va un caramelo para esos resentidos (Fox dixit) que no reconocen la pujanza económica del país, la efectividad del modelito y el éxito que se puede alcanzar, siempre y cuando se tenga el ungüento y el contacto gubernamental necesario. Un buen dulce, pues, para todo aquel que suponga que el país se encuentra en una delicada coyuntura (que ya suma 26 años) económica y financiera.
Resulta que la banca que opera en el país (extranjera en 90 por ciento) obtuvo más de 22 mil millones de pesos en utilidades netas en sólo los primeros tres tres meses de este –dirían los obsesos– sufrido 2008, un incremento de 55 por ciento en comparación con igual lapso de 2007, con lo que en el nuevo siglo, con viejas prácticas, las instituciones que le dan cuerpo acumularon más de 285 mil millones de pesos limpios de polvo y paja. Alrededor de la mitad de ellos terminaron en las arcas de las trasnacionales financieras BBVA y Citigroup.
Qué mejor muestra para demostrar la efectividad del régimen de apartheid económico impuesto en este México pletórico de oportunidades, botón que tira al suelo las pesimistas versiones de que el de hormiga es el color nacional desde hace 26 años. ¿Qué crece en el país 55 por ciento en tan sólo tres meses? Fácil: los precios, las fortunas Forbes y las utilidades bancarias. Lo demás es un rosario de insignificantes detalles (algunos les llaman deuda social) que no hay por qué considerar.
Lo mejor del caso es que dentro de ese caramelo existe otro dulce. La siempre solidaria inversión extranjera (que para evitar problemas innecesarios al país no genera riqueza, sino que se apropia de la existente) en el otrora sector financiero nacional ha roto el récord mundial de velocidad en eso de recuperar el capital originalmente “arriesgado” en el menor tiempo posible.
Así (no son los únicos ejemplos, pero sí los más significativos), en mayo de 2001 la trasnacional estadunidense Citigroup adquirió Banamex mediante el pago en efectivo de 6 mil 500 millones de dólares y otro tanto en acciones del grupo, que libres de impuestos recibieron Roberto Hernández y sus muchachos. A este “gigante de las finanzas” (con pies de barro), como algunos le llaman, le llevó poco más de seis años recuperar su inversión en efectivo por la compra del otrora Banco Nacional de México, en un negocio en el que, dicen los especialistas, dos décadas resulta un periodo en ocasiones breve para alcanzar ese mismo propósito. En esos seis años, el corporativo acumuló utilidades netas por casi 72 mil millones de pesos.
Pero se dan casos aún más exitosos. En marzo de 2004, la trasnacional española BBVA compró el porcentaje que le faltaba (40.6) para que Bancomer fuera íntegramente de su propiedad. Para ello desembolsó alrededor de 4 mil 100 millones de dólares, que humildemente recibieron, también libres de impuestos, el recientemente fallecido Eugenio Garza Lagüera y sus sultanes del norte. De aquel entonces a la fecha, los barones españoles del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria han acumulado casi 60 mil millones de pesos en utilidades netas, de tal suerte que en unos cuatro años recuperaron la inversión de aquel marzo de 2004 y reportan un excedente cercano a mil 300 millones de billetes verdes.
Más de 132 mil millones de pesos en utilidades netas se han embolsado ambas instituciones en unos 6 años. Y 85 mil millones si se considera al sistema bancario en su conjunto. Así, lo anterior demuestra que el apartheid de la economía mexicana es más que pujante, aunque el crecimiento geométrico de esas ganancias se deba, precisamente, al México jodido, el de los detalles insignificantes, es decir, a costillas del público ahorrador, al jineteo de sus recursos y al saqueo de sus bolsillos, al cotidiano atraco de su clientela, al pésimo servicio que ofrece, al oneroso crédito que coloca, y –honor a quien honor merece– a la decidida cuan descarada cobertura del gobierno gerencial en turno.
Para la banca que opera en el país México es un cuento de hadas. En tan sólo tres meses incrementó 55 por ciento sus utilidades netas, a pesar de que el saldo de la cartera crediticia apenas subió 2.25 por ciento y la captación total de recursos cayó 1.95 por ciento.
¿Cómo se logra el milagro de obtener utilidades netas por más de 22 mil millones de pesos en sólo tres meses sin prestar ni captar recursos, funciones básicas de cualquier sistema bancario? Entre otras cosas, reconoce la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, por el elevadísimo margen financiero (la diferencia existente entre lo que paga a sus ahorradores y lo que cobra a sus créditohabientes, dinero plástico en primer lugar, que llega a ser hasta de 20 veces a favor de éste último) y los ingresos no financieros (comisiones netas más resultado por intermediación), que en el primer trimestre de 2008 sumaron cerca de 55 mil millones de pesos (12 por ciento de aumento) y alrededor de 25 mil millones (46 por ciento), respectivamente.
Las rebanadas del pastel
¿Quién gana, limpio de polvo y paja, cerca de un millón de dólares por hora? No hay que dar muchas vueltas: la banca que opera en México.
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