lunes, julio 14, 2008

Obama retoca la historia de la política exterior de EE.UU.

La audacia de trucar la historia imperial

Paul Street
IHC-Znet

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

EE.UU. tiene una solución para evitar la discusión de los numerosos crímenes que ha cometido contra naciones más débiles: la negación. “Nunca ocurrió,” dicen los estadounidenses, cuando se ven enfrentados a los hechos. Barack Obama es tan experto en el arte de la negación como cualquiera, y también lo son sus asesores. “En la visión del mundo de Obama, como en la de su amiga de Harvard y ex asesora de política exterior, Samantha Power, los crímenes estadounidenses generalmente no existen. No ocurrieron.” La negación es asunto serio. “Los pronunciamientos sobre política exterior del candidato Obama han estado cargados de promesas de futura criminalidad bajo un gobierno de Obama.”

Según las reglas del discurso político “dominante” en EE.UU., los crímenes son cometidos por otros malos, nunca por el noble “EE.UU.” Las cosas malas las hacen “ellos,” pero no “nosotros.” “Ellos” tienen a menudo intenciones malévolas pero “nosotros” somos fundamentalmente buenos, motivados por los motivos más elevados y nobles: paz, democracia, y libertad.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, el Imperio EE.UU. ha causado “la extinción y el sufrimiento de incontables seres humanos. EE.UU.,” señala John Pilger, “intentó derrocar a cincuenta gobiernos, muchos de ellos democracias, y aplastar a treinta movimientos populares que luchaban contra regímenes tiránicos. Al hacerlo, bombardeó veinticinco países, causando la pérdida de millones de vidas y la desesperación de millones más” (John Pilger, Freedom Next Time: Resisting the Empire [New York: Nation Books, 2007], pp. 4-5].

Los principales crímenes imperiales incluyen un ataque masivo de EE.UU. contra la nación campesina de Vietnam – un ataque épico que mató a 3 millones de indochinos – y una invasión ilegal en curso de Mesopotamia rica en petróleo. Este último ataque ha resultado en la muerte prematura de 1,2 millones de iraquíes.

Pero en EE.UU., y por cierto en gran parte de Occidente, la historia oficial y la cultura de masas han sido trucadas para eliminar el historial de esta criminalidad persistente. Es tirada por el “agujero de la memoria” de George Orwell, acorde con el dicho del Hermano Mayor en 1984: “El que controla el pasado, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”. Como señalara Harold Pinter en su corrosiva aceptación del Premio Nobel 2005 de Literatura, las autoridades culturales dominantes de Occidente se comportan como “si nunca ocurrió.” Cuando tiene que ver con la saga de monumental trasgresión de EE.UU. contra las normas civilizadas y el derecho internacional, “nada nunca ocurrió. Incluso mientras estaba ocurriendo,” agregó Pinter, “nunca ocurrió. No importaba. No interesaba” (citado en Pilger: “Freedom Next Time,” p. 4).

“La historia oficial y la cultura de masas han sido trucadas para eliminar el historial de esta criminalidad persistente”

Los códigos culturales dominantes de Occidente, dirigidos por EE.UU., exigen que las únicas víctimas dignas de ser reconocidas y compadecidas sean las atacadas por enemigos oficialmente designados. La cantidad mayor inmolada por nosotros y nuestros clientes y aliados (por ejemplo, los palestinos que sufren bajo la ocupación y el apartheid israelíes) no merecen consideración, conmiseración, o incluso reconocimiento. No ocurrieron. No existen.

Más allá del tema de la exactitud histórica, el problema es que es probable que naciones poderosas que niegan que hayan ocurrido trasgresiones pasadas vuelvan a cometer otras nuevas.

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