miércoles, julio 09, 2008

¿Y los tarahumaras?

México, D.F., 24 de marzo (apro).- Todos los años, en Semana Santa, los tarahumaras o rarámuris realizan los rituales más importantes de su cultura. ¿Y esto a quién le importa? Según parece, ante las embestidas del crimen organizado y el desastre político que reina en el país, los grupos étnicos se perfilan condenados a la extinción.Paradójicamente, las llamadas “pascolas” son los festejos más significativos de las naciones indígenas del Noroeste mexicano. Dentro de ellas, se encuentra una intricada relación de múltiples elementos culturales, como danza, música, tradiciones orales, gastronomía y el teatro, entre otras manifestaciones. Tarahumaras, yaquis, pimas, tepehuanos, mayos, seris y guarijíos bailan la pascola para sus santos patronos. El “pascola”, ejecutante de la danza, debe de tener una preparación física y espiritual para poder altera su estado de conciencia y entrar en trance mientras se mueve.En la “pascola” los danzantes bailan de forma individual y compiten con su virtuosísimo por la admiración de la comunidad. Se le considera una danza pagana porque en una gran parte de los casos hay que pactar con el Diablo para poseer los secretos de su interpretación.A pesar de que se le considera una danza prehispánica, la “pascola” tiene una clara influencia española y muchos de sus elementos simbólicos provienen de las llamadas danzas evangelizadoras. Pero no sólo eso: además, requiere de una compleja interpretación musical bajo las notas de un violín, una arpa, de un instrumento llamado zeenazo, una especie de sonaja que se usa en la mano derecha y se golpea contra la izquierda. A esto se le agrega la percusión de los llamados tenábares --capullos de mariposa rellenos de pequeñas piedras-- que se amarran en las pantorrillas y el suave sonido de cascabeles cocidos a paliacates que se amarran en la cintura directamente o que penden de un cinturón de cuero.Los denominados “pascoleros” bailan junto con danzantes “venados”. Se trata de una interpretación simbólica del tótem que cobra vida a través del sacrificio. La muerte del venado “cola blanca” (Odocoileus virgineanus) es la comunión misma con el animal guardián que se venera y se respeta por diversas comunidades.Y mientras este misterioso y revelador universo cultural se desarrolla cada año, quienes son dueños de él están cada vez más marginados y prácticamente en la indigencia viviendo en cuevas, sin agua, luz, servicios sanitarios, servicios médicos o educación.Mientras los directivos de las principales áreas dancísticas del país disfrutan de sueldos altos, bonos especiales, chofer y auto a la puerta, los dueños de las danzas tradicionales, como las “pascolas”, esos herederos legítimos de danzas ancestrales llenas de magia, son los olvidados del gobierno, de Conaculta, de todas las Secretarías de Gobierno y de la sociedad en general.

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