domingo, junio 21, 2009

Combatir nuestro racismo

El despertar

José Agustín Ortiz Pinchetti

Mis artículos sobre el racismo han provocado una rica batería de respuestas. El anterior, en el que invitaba a mis lectores a participar, ha tenido casi 50 respuestas, incluidos comentarios telefónicos. Intentaré sintetizar lo que piensan mis lectores.

Todos coinciden en que el racismo existe. Sólo uno dice que es inevitable e insuperable como la prostitución, la drogadicción y la corrupción. 2. Varios le atribuyen a la televisión y a la educación deformativa la transmisión del racismo y del clasismo. 3. Casi todos asocian racismo con clasismo y con desigualdad. 4. Los migrantes mexicanos que van a Estados Unidos, cuando vuelven a México, encuentran obvia la discriminación y el clasismo en México 5. Varios lectores dicen que no habían reflexionado sobre el tema y que mis artículos los inician en una desagradable conciencia. 6. Algunos de mis corresponsales resaltan la necesidad de la construcción de una meritocracia. De acuerdo. 7. Varios insisten que el racismo más grave es el que padecen los indios y se quejan de que yo no hablo de ello. Creo que he dejado claro que la discriminación contra los indígenas es la más brutal y visible, pero no es la única.

Ahora, ¿cómo combatir nuestro racismo? Sorprendente el número y la calidad de las aportaciones de los lectores. Casi todas se centran en la necesidad de conciencia. ¿Cómo podemos combatir la Discriminación si los que la padecen no la reconocen? Pero la cosa no es fácil. El tema no se investiga en las universidades mexicanas porque se le considera escabroso. En varias extranjeras ya están escudriñando nuestro racismo. No podemos esperar que las instituciones oficiales impulsen una toma de conciencia. Gilberto Rincón Gallardo (de grata memoria), presidente del Consejo contra la Discriminación y que estaba de acuerdo en que existe el racismo mexicano, me explicó que la institución no se abocaría de lleno porque era una cuestión explosiva. Ni las instancias gubernamentales ni el Congreso ni la academia van a denunciar y a combatir el racismo. Sólo nos queda, a los ciudadanos, organizarnos para iniciar una terca y difícil tarea esclarecedora. Por lo pronto me estoy reuniendo con algunos amigos (en su mayoría criollos, como yo) para promover una mesa redonda con suficiente difusión en que se plantee y se discuta la cuestión. Creo que es un pequeño paso en la dirección correcta. Todos mis corresponsales están invitados.

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