martes, julio 07, 2009

Caos o renacimiento


Barómetro Internacional

Darío Botero

No hay peor infortunio que dejarse arrastrar por los deseos. No hay mal mayor que ser insaciable. Ni peor calamidad que abandonarse a la codicia. Únicamente quien se sabe contentar
tendrá lo suficiente.” Lao-Tse

La inminencia de las catástrofes social y ambiental, será inevitable si continúan el consumismo y la acumulación propios de las sociedades capitalistas y “socialistas” que han causado la emergencia actual [1].

Rafael Correa lo entiende claramente cuando afirma que “... fue uno de los grandes errores del socialismo tradicional, que no disputó una noción de desarrollo con el capitalismo, sino que, dada la misma noción de desarrollo, como consumo en masa, industrialización, etcétera, proponía una vía supuestamente más justa y más rápida para llegar a lo mismo”. (Abril, Wagner, “La vía al socialismo del presidente Rafael Correa”, Revista Señales, febrero 2009, p. 16)

El presidente ecuatoriano, uno de esos mandatarios de nuevo cuño y origen popular que tan asustadas tienen a las ineptas clases dominantes tradicionales, hace la precisión -que es una acusación y una advertencia urgente- interesado en promover un modelo de desarrollo económico-social diferente.

Es consciente de que la humanidad dispone de más alternativas para garantizar la supervivencia, no sólo como un saqueo “sostenible” (lo cual es una burla mortal) sino como un compromiso a largo plazo con la conservación de la vida y el medio ambiente, en condiciones de equidad, seguridad y bienestar para todos, garantizadas por la Sociedad.

Por ejemplo, entre muchas diferentes a las promovidas por nuestra cultura, las prácticas sociales, políticas, de convivencia, respeto y progreso “sostenido”, constante, garantizado y armonioso con la naturaleza, de los “Hermanos Mayores” (los nativos de la Sierra Nevada de Santa Marta, milenarios guardianes del “Corazón del Mundo”), demuestran que la locura occidental es superable.

Por eso, ante la crisis actual, nadie serio se atreve a defender la conveniencia de revivir el moribundo capitalismo, sobre todo después de alcanzar su expresión más enfermiza y nociva, realmente mortal: el neoliberalismo económico respaldado por el neoconservatismo político

Entre muchas proezas, éste último fue capaz de revivir la tortura como forma de tratar al “enemigo”, a pesar de que las llamadas sociedades democráticas la han desterrado como una aberración del pasado jerárquico y arbitrario.

De hecho, la grave crisis que atravesamos constituye la última oportunidad para reflexionar sin prejuicios, con amplitud y buena voluntad, en busca del bien común.

No tanto porque nos hayamos vuelto muy buenas personas sino, más bien, como un sano ejercicio de egoísmo, porque la supervivencia individual depende, como nunca, del esfuerzo y el compromiso colectivos.

Todos somos víctimas de los efectos del cambio climático, por ejemplo, como ocurre con el aumento en los cánceres de la piel, Y sufrimos la presencia de toda clase de venenos gaseosos y particulados en el aire que respiramos.

Éste es la causa principal de los significativos aumentos de la morbilidad por enfermedades de las vías respiratorias, tanto como del creciente número de víctimas mortales por este motivo.

Pero las autoridades pretenden echarles toda la culpa a los fumadores. Y ante la evidencia de que muchas de las víctimas de las EPOC y demás enfermedades de las vías respiratorias, no fuman, pues los convencen de que no es el aire que respiramos sino la condición de “fumadores pasivos” la que los enferma y mata.

Así enfrentan a los ciudadanos entre sí, mientras eluden el verdadero problema, lo cual termina ocultándolo e impide que se le pueda hallar solución.

Estos detalles ilustran la gravedad de la situación que atraviesa nuestra especie, pues una parte aún considera que quienes han causado los daños conservan alguna autoridad para aspirar a una segunda oportunidad para dirigir el mundo. No entienden que, en ese caso, el horizonte es el abismo.

Realmente, la única oportunidad depende de la participación de toda la humanidad en el planteamiento claro del problema. Esto es, que contemple todas sus dimensiones sociales, políticas, económicas, culturales, históricas, filosóficas y ambientales, como mínimo, de modo que las soluciones sean auténticas y bien fundadas, no el capricho o la inspiración de un caudillo iluminado.

Es estúpido pretender que algún líder nos salvará

Nadie tiene esa virtud, y quien se lo crea no pasa de ser un tonto desenfocado en medio de la sociedad del conocimiento. No la entiende y se quiere arropar en algún padre protector. Le da miedo ejercer su soberanía, participar activamente en las determinaciones sobre los asuntos públicos que afectan su vida.

Por fortuna, cada vez más ciudadanos dignos acceden al ágora virtual de Internet, beneficiándose de la globalización que les permite ejercer directamente su soberanía individual, su derecho a opinar y expresar libremente sus ideas y pensamientos, participando en las decisiones, apoyando las propuestas que deseen, sin presiones diferentes a una sólida argumentación.

Una variante del uso democrático de la red, que permitió la elección de Obama como su gran conquista hasta la fecha, lo constituye el reciente caso de Irán, cuyos ciudadanos han difundido al mundo lo que el régimen teocrático, como todas las dictaduras totalitarias, se empeña en ocultar.

En este caso, el fraude electoral, que confirma que “el que escruta elige”, siempre, acá y en Kafarnaún. Por eso, las “democracias representativas” siempre han sido farsas e imposturas que estamos en mora de desterrar de las prácticas políticas de la humanidad.

Y eso que ellas son la forma menos mala de gobernar, si se comparan con los absolutismos de reyes, emperadores, dictadores, tiranos autocráticos de cualquier pelambre. En una palabra, déspotas.

Pero jamás podrán suplantar la verdadera democracia, la directa, la que surge del ejercicio de su soberanía por cada uno, en un reconocimiento cierto de la igualdad esencial, conquistada como una reivindicación positiva aún no realizada para las mayorías.
Es en este espacio de encuentro, discusión, debate, reflexión, en el que se han de construir los mundos deseables y posibles que los ciudadanos más lúcidos estén en condiciones de concebir, a título de propuestas para el “prójimo” o “ciudadano universal”.
Cuando llegue la hora de tomar decisiones, el mandato será obligatorio para todo el mundo, y de una legitimidad insuperable. Por esta vía se superan las mezquindades de los políticos de profesión, y de los potentados que defienden, como gobernantes y autoridades, mientras aplastan a las mayorías arrebatándoles sus derechos.

Sin dudas, la revolución social debida al portentoso desarrollo de las “fuerzas productivas”, se impone casi por sí sola, sin intervención de grupos de presión defendiendo intereses particulares, claramente definidos y abanderados de la causa inhumana.

Sólo lo intentan los potentados condenados a la extinción; aterrados por el castigo que les espera. Están poco dispuestos a hacerle compañía a Bernie Maddof, cuya condena a 150 años de prisión, fue confirmada el 29 de junio.

Pero su incapacidad para dirigir el mundo y sortear las crisis, es patética y patente. Son conscientes de su impotencia frente a las generaciones jóvenes que se han criado con Internet, y frente a los ciudadanos de todas las edades y condiciones que se lo han ido apropiando.

Saben que, a diferencia de lo que ocurría antes de la popularización de Internet, los potenciales “electores” actuales poseen la formación y la experiencia necesarias para intervenir con autoridad y propiedad, hasta con más capacidad y tino que los gobernantes y políticos tradicionales y decrépitos, en el Foro Universal o Global, abierto y permanente, que defina las políticas de convivencia equitativa y solidaria de la Confraternidad Humana destinada a apropiarse de la dirección del mundo globalizado; establezca los Valores Auténticos en que basará su existencia, tanto como sus acciones con ese planeta amable que todas las especies reclamamos en un solo grito moribundo.

Dado que la Biblia es un libro de sabiduría, entre otras cosas, conviene recuperar unos textos que nos fortalecen en el momento actual. Son una buena guía atribuida al “sabio” Salomón, que gozó de tan buena fama y fortuna. Consta en los Salmos, 37.8-11. En ellos se promete que “...los mansos heredarán la tierra y se recrearán con abundancia de paz”.

Confiemos en que “dentro de poco no existirá el malo”, pues si les damos otra oportunidad a los potentados, todos nos perderemos. Para los buenos (o menos malos) queda alguna esperanza, si se atreven a ser dignos hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza, según el Génesis.

En las nuevas circunstancias, los caudillos con delirio de grandeza y sin escrúpulos, sobran. Pero todo el mundo -desde el más humilde, tímido o acomplejado, hasta el más ambicioso arrogante, el que se considera el mejor-, puede y debe participar en el ejercicio de “democracia directa” capaz de sacarnos del oscuro y mortecino socavón en que nos metió el neoliberalismo. Conducirnos al mundo armonioso que la Madre Gea, la Pacha Mama, requiere con urgencia para detener el desastre de la acelerada extinción.

De cada uno depende someterse como un humanoide programable. O ser gente que se respete y no necesite intermediarios para exigir una vida digna.

Puede unirse con las inmensas mayorías a las que se les niega. La causa es común, y requiere soluciones concertadas entre las mayorías, en vez de fórmulas mágicas de demagogos, presuntamente “predestinados” y capaces de hallar las soluciones por sí mismos.

dario-botero@hotmail.com

[1] El último concepto “socio político” obedece a las tergiversaciones del marxismo impuestas por el totalitarismo de los partidos “comunistas” y los ejércitos “proletarios”. Son simples dictaduras de una nueva “nomenclatura” de déspotas y potentados (o plutócratas) ajenos al pueblo, muchas veces, y dispuestos a instaurar dinastías en pleno siglo XXI. El caso de Korea del Norte es patético. Comenzó con Kim Il Sung, siguió con su hijo y, ahora, su nieto continuará la dictadura hereditaria. Y eso que uno de los postulados fundamentales del marxismo es que “No son los héroes sino los pueblos los que hacen la historia”.

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