sábado, agosto 29, 2009

Historia es identidad

Laura Bolaños Cadena

No son las actuales las únicas barbaridades que nos enseña la historia oficial. Si el mexicano es un ser que “se siente sin identidad”, esto no es de ahora. El enfoque derrotista y mentiroso que nos dan de nuestro pasado histórico es el responsable fundamental de que nos creamos “un pueblo conquistado” y que de ahí partan resentimientos y sentimientos de inferioridad.
Todos los pueblos, en sus mitos fundacionales, se proclaman descendientes de dioses y de héroes; se sienten “el pueblo escogido”, “los verdaderos hombres” y la neta del planeta. Sólo los mexicanos miramos con dolor y vergüenza nuestro pasado; lo detestamos, quisiéramos borrarlo. Como lo vengo sosteniendo desde hace muchos años, con las mentiras históricas nos hacen sentirnos una especie de bastardos que casi casi no debíamos existir. Todo por insistir en la mentira básica: los españoles “nos” conquistaron.
Que me perdonen los idealizadores del pasado indio -que detestan a los indios actuales-, pero los españoles no “nos” conquistaron. Conquistaron a los aborígenes, destruyeron su cultura e implantaron la cultura mediterránea con raíces greco-latinas y judeo-cristianas. Y de ahí venimos nosotros, los mexicanos actuales. Eso somos y no tenemos porqué avergonzarnos. Heredamos por ambas partes culturas milenarias, y no somos el único ejemplo en la historia de un país que ¡pobrecito! se encuentra en este desdichado caso. Están en la lista todos los países de América, del extremo Norte al extremo Sur y todos los de Europa, Asia y África, con herencias distintas pero ninguno tiene la cultura ni la raza “auténtica”, “original”, “purísima”. Unos de un lado y otros de otro o de muchos otros, somos mezclas y mezclas de razas y culturas. No existe cultura “pura” como no existen razas puras.

De mal en peor
Ahora con los libros de historia para la enseñanza primaria, quieren dejarnos sin nada. Ni siquiera eso que tantos mexicanos abominan. Brotamos por generación espontánea. Ni indios ni españoles ni mestizos. Antes éramos hijos de la violada, ahora no nos dejan ni una chingada de madre.
El objetivo es acabarnos de desnacionalizar. Con la visión anterior y ahora con ésta no nos queda más que pedir la nacionalidad gringa para dejarnos de angustias y sentirnos alguien. Así facilitan los planes imperialistas, no tenemos nada qué defender. Bienvenida la colonización.

Ay no, por favor...
Hay quienes proponen remedios peores que la enfermedad. Ya en ocasión anterior, respecto a estos mismos libros, se alzaron voces indignadas por la no inclusión en ellos de sucesos históricos como el movimiento estudiantil de 1968. Desde entonces voces bien intencionadas de gente de izquierda proclamaron que la historia debía “democratizarse”, todos debíamos aportar nuestros puntos de vista: maestros, padres de familia, intelectuales y ciudadanos en general. Por fortuna no se les hizo caso, pero hoy con motivo de los nuevos dislates, reiteran su propuesta.
Paco Ignacio Taibo II, querido y admirado por muchos, yo entre ellos, insiste, en entrevista publicada en el diario La Jornada (Agosto 28/09), en que todos entremos al debate para la elaboración de tales libros; que planteemos “qué imagen del pasado queremos traer al presente”. No sé por qué no se da cuenta del disparate que está diciendo. Los libros para la enseñanza escolar deben ser elaborados por especialistas, ora sí que no por cualquier hijo de vecino. Para hacer un libro de matemáticas se necesitan matemáticos; uno de física requiere físicos y uno de historia historiadores.
Pero si suponemos que la historia es algo tan sencillo que todos tenemos capacidad para hacerla, aunque sea nomás por ser padres de familia, y lo democrático es que “todos” tomemos parte, pues habrá que incluir a los de derecha y hasta a los de extrema derecha; lo mismo a los de izquierda y a los de extrema izquierda; a los de centro y a los apolíticos; a los millones y millones de mexicanos analfabetos y semianalfabetos; a los líderes charros, a Monseñor Rivera Carrera, al vocero del Episcopado, a los del Opus Dei, al Yunque... Bueno, a todos.
¿Es posible siquiera imaginar qué saldría de ahí? En primer lugar y para acabar pronto, no saldría nada porque no podríamos ponernos de acuerdo ni en la primera línea. En cuanto a la capacidad... La democracia tiene sus límites. Ni siquiera los programas escolares pueden ponerse a votación nacional.
¿Y por qué nomás los libros de historia han de ser “democráticos”? Constituyamos asambleas de ciudadanos donde se pongan a votación los contenidos de los libros de ciencias biológicas, geografía, español, matemáticas, etc...

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