Laura Bolaños Cadena
Dicen que añorar el pasado es señal inequívoca de vejez; pero hoy le consta a cualquier persona de 25 ó 30 años que las cosas han empeorado desde que era niño. Y no porque antes de su nacimiento hubieran estado bien; ya los nacidos a finales de los sesentas, desde que tuvieron uso de razón han vivido una crisis tras otra. Pero antes no había tanta transa, tanto descaro, alegan muchos. Lo que les pasa no es que hayan perdido la memoria sino que en aquel “antes” carecían de interés en los asuntos del país. No se enteraban de lo que pasaba si no les afectaba directamente. Ni siquiera leían el periódico, donde, además, la información era restringida y manipulada tanto en éste como en los demás medios de comunicación, con sus pocas y temerarias excepciones.
Siempre han sido muy pocos en este nuestro México los interesados en la política; no me refiero a los que se meten en una política vista como reparto de huesos, sino a quienes siguen la marcha de la nación, se enteran, leen, analizan, y no se reducen sólo a lo que les atañe en lo particular; y si participan como ciudadanos es con el afán de hacer algo por mejorar no nada más su propia situación sino la situación general. Éstos son los que han estado siempre en minoría
Una cosa buena, mejor que en el pasado: esa minoría ha crecido. Tal situación era mucho peor en etapas anteriores.
El despertar de la conciencia ciudadana fue un proceso lento al que las luchas de diversos sectores fueron contribuyendo. Si bien es cierto que el 68 fue un parteaguas, no habría sido siquiera posible sin los movimientos anteriores. La conciencia política no les cayó del cielo a los estudiantes. Pero era tal el atraso general, que semejante sacudida no generó conciencia de inmediato en grandes sectores; hubo que esperar otros acontecimientos para que fuera madurando, el fundamental fue el fracaso económico que barrió con toda esperanza en el PRI-gobierno. El descontentó cundió cuando, después de la crisis echeverrista y tras breve recuperación con López Portillo, vino un derrumbe más profundo y aparatoso. Y Miguel de la Madrid acabó de desgraciar al país. O sea pasaron veinte años y varias crisis para que cuajara la herencia de aquel 68.
No es ocioso repetir que el verdadero parteaguas fue la candidatura del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas, en quien la gente vio ¡por fin! un proyecto diferente. Se abandonó la pasividad y la respuesta fue de tal categoría que el grupo en el poder ha tenido que echar mano del fraude para frenar al movimiento popular que en dos ocasiones ha estado a punto de desalojarlo de la Presidencia de la República.
Sin embargo, sabios en el manejo sucio, los enemigos han echado mano de formas bien probadas en otros tiempos para desprestigiar y desviar esa conciencia. Ya les dio resultado en muy buena parte la campaña sucia que emprendieron contra López Obrador; si de todos modos no lograron el triunfo a la buena, sí consiguieron desviar muchos votos que hubieran dificultado más el fraude. Y ahora emprenden una campaña mediática que consiste, por una parte, en explotar y magnificar todo cuanto sea posible cualquier error de AMLO o lo que se pueda presentar como un error, además de hacerlo aparecer como un sujeto megalómano, terco y necio, que busca “dividir” al país –un país taaan unificado, por favor, qué crimen- , y sólo está haciendo daño. Pero ejercitan una táctica mejor: borrar su existencia. Andrés Manuel casi ha desaparecido de los medios electrónicos de comunicación y de los periódicos “grandes”. Su campaña contra la privatización del petróleo fue silenciada. Sólo la prensa independiente la mencionó. Mucha gente se pregunta qué se hizo de él. Bueno, ése ya se esfumó, dicen.
Eso en cuanto a AMLO; cuando tienen enfrente a una personalidad con poder como un jefe de gobierno en tan codiciada posición como el DF, el ataque es directo, no tanto en los medios de comunicación sino en sus posibilidades como mandatario. El gobierno federal le recorta cuanto puede el presupuesto a fin de evitar la continuación de obras en beneficio de la ciudad, como la línea 12 del metro -que además Calderón se la adjudicó en su último informe-. No emprenden mejoras a las instalaciones hidráulicas, agravando así la escasez de agua en el DF para provocar malestar contra Marcelo Ebrard. No les importa la ciudad ni sus habitantes; no les importa el beneficio para la entidad, lo único que buscan es arrebatar el gobierno de manos del adversario para ocuparlo ellos. Lo importante no es el país sino quedarse con el hueso.
Para ello deben evitar a como dé lugar la llegada al poder de un gobierno que dé un verdadero cambio de rumbo en beneficio de las mayorías, en beneficio de México. Cómo tolerar que se les quite la presa y ya no puedan seguir chupándole la sangre.
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miércoles, octubre 07, 2009
miércoles, septiembre 09, 2009
Lo que ganamos
Laura Bolaños Cadena
A la Revolución le debemos muchas cosas, entre ellas el gran avance educativo y cultural. En el terreno de la creación artística, sin que dejara de haber algunos antecedentes dignos de tomarse en cuenta, la verdadera escuela mexicana de arte surge con el gran impulso que le dio la Revolución. Literatura, pintura, danza, etc., tuvieron espectacular despegue a partir del triunfo del movimiento armado. El desarrollo de la educación fue notabilísimo y la UNAM llegó a destacar entre todas las universidades de nuestra América. Primaria y secundaria elevaron sus niveles en cantidad y calidad, y lo que es muy importante: se abrieron todas las puertas de la educación oficial a las mujeres, cosa que si legalmente no estaba prohibida, de hecho se les negaba confinándolas a espacios reducidos debido a las costumbres. En esto, como en muchos otros aspectos, al cambiar las condiciones comenzó un gran cambio. El conservadurismo de la sociedad mexicana presentó resistencia que se fue venciendo con el tiempo. La educación física y el deporte también fueron muy favorecidos por el impulso oficial.
Algo en este rubro es una de las mejores herencias que hemos recibido de aquella gesta: el laicismo. No es posible dejar de lado el enorme beneficio que trajo a la sociedad mexicana al obligar a una tolerancia que entre nosotros no existía. La religión católica, como todas las religiones monoteístas, es excluyente: la única verdad es la mía y las demás no tienen derecho a existir. Si bien la Iglesia había recibido ya un golpe durísimo con el triunfo de la Reforma Liberal juarista – lucha que costó una cruenta guerra civil y una intervención extranjera- volvió por sus fueros con el gobierno porfirista que no derogó las Leyes de Reforma, pero toleró pacientemente que se incumplieran siempre y cuando la Iglesia lo apoyara.
Sólo el triunfo de una nueva lucha armada volvió a constreñir a la institución religiosa a sus ámbitos propios y a obligarla a respetar los ajenos. La libertad de cultos fue otro golpe para el antes omnipotente y omnipresente catolicismo. No fue fácil; imponer la educación laica costó tiempo y esfuerzos pues la propia población hacía resistencia. Esta resistencia a las nuevas leyes originó la Guerra Cristera que sólo pudo terminar con arreglos entre el gobierno y la jerarquía eclesiástica. Pero el fanatismo religioso de los mexicanos se fue limando. Hoy al amparo de otras condiciones resurge en algunos puntos, pero en términos generales es impensable una guerra civil o levantamientos por motivos religiosos y cada vez más nos acostumbramos a la presencia de otros credos, así como a no asustarnos porque alguien se declare ateo.
La Ley Federal del Trabajo otorgó derechos que estaban negados a la clase trabajadora. A los que todavía añoran los “tiempos de Don Porfirio” se les olvida que las jornadas de trabajo alcanzaban doce, catorce y hasta dieciséis horas; no existía el derecho de huelga y las asociaciones de trabajadores apenas llegaban a ser mutualistas, de apoyo entre ellos mismos. Los partidos políticos empezaron a formarse en la última etapa del porfiriato y eran perseguidos los que se salían del gusto oficial.
También en este terreno se abrieron los espacios para la mujer, cuyo trabajo fuera del hogar era mal visto –con excepción de las de las clases necesitadas que trabajaban en servicios o como obreras en fábricas, más explotadas que sus compañeros-. Se cumpla o no se cumpla, el precepto “a trabajo igual salario igual”, también fue postulado por la LFT. Vacaciones, jubilación, eran algo impensado. La atención a la salud, hoy derecho indiscutido de los trabajadores, era atendido con anterioridad por el gobierno de forma muy precaria y sobre todo por asociaciones privadas y religiosas “de caridad”. El Seguro Social, ¿será necesario decirlo?, es otro de los beneficios recibidos de la Revolución. Hoy, lo que no nos parece natural es que se nos desatienda.
Libertades personales que también nos parecen algo natural, fueron impuestas desde arriba y también, en principio, rechazadas por la población, como el divorcio. Éste fue muy tardíamente aceptado por la sociedad. Las mujeres divorciadas eran mal vistas; peor quienes se volvían a casar. Acuérdense de la cancioncita que se escuchaba todavía no hace mucho: “Pero el divorcio, porque es pecado, no te lo doy”. El sólo matrimonio civil era visto como “amasiato legalizado”.
Hay avances que ya no pueden ser echados atrás; pero hay otros que -además de los incumplimientos y atropellos de siempre- han sufrido enormes retrocesos, sobre todo muchos en los que se basaba nuestra independencia económica y que hoy nos han sumido en la crisis más grave que hemos sufrido en decenios. Tras revisar las ganancias, vamos a ver cómo empezamos a perder.
A la Revolución le debemos muchas cosas, entre ellas el gran avance educativo y cultural. En el terreno de la creación artística, sin que dejara de haber algunos antecedentes dignos de tomarse en cuenta, la verdadera escuela mexicana de arte surge con el gran impulso que le dio la Revolución. Literatura, pintura, danza, etc., tuvieron espectacular despegue a partir del triunfo del movimiento armado. El desarrollo de la educación fue notabilísimo y la UNAM llegó a destacar entre todas las universidades de nuestra América. Primaria y secundaria elevaron sus niveles en cantidad y calidad, y lo que es muy importante: se abrieron todas las puertas de la educación oficial a las mujeres, cosa que si legalmente no estaba prohibida, de hecho se les negaba confinándolas a espacios reducidos debido a las costumbres. En esto, como en muchos otros aspectos, al cambiar las condiciones comenzó un gran cambio. El conservadurismo de la sociedad mexicana presentó resistencia que se fue venciendo con el tiempo. La educación física y el deporte también fueron muy favorecidos por el impulso oficial.
Algo en este rubro es una de las mejores herencias que hemos recibido de aquella gesta: el laicismo. No es posible dejar de lado el enorme beneficio que trajo a la sociedad mexicana al obligar a una tolerancia que entre nosotros no existía. La religión católica, como todas las religiones monoteístas, es excluyente: la única verdad es la mía y las demás no tienen derecho a existir. Si bien la Iglesia había recibido ya un golpe durísimo con el triunfo de la Reforma Liberal juarista – lucha que costó una cruenta guerra civil y una intervención extranjera- volvió por sus fueros con el gobierno porfirista que no derogó las Leyes de Reforma, pero toleró pacientemente que se incumplieran siempre y cuando la Iglesia lo apoyara.
Sólo el triunfo de una nueva lucha armada volvió a constreñir a la institución religiosa a sus ámbitos propios y a obligarla a respetar los ajenos. La libertad de cultos fue otro golpe para el antes omnipotente y omnipresente catolicismo. No fue fácil; imponer la educación laica costó tiempo y esfuerzos pues la propia población hacía resistencia. Esta resistencia a las nuevas leyes originó la Guerra Cristera que sólo pudo terminar con arreglos entre el gobierno y la jerarquía eclesiástica. Pero el fanatismo religioso de los mexicanos se fue limando. Hoy al amparo de otras condiciones resurge en algunos puntos, pero en términos generales es impensable una guerra civil o levantamientos por motivos religiosos y cada vez más nos acostumbramos a la presencia de otros credos, así como a no asustarnos porque alguien se declare ateo.
La Ley Federal del Trabajo otorgó derechos que estaban negados a la clase trabajadora. A los que todavía añoran los “tiempos de Don Porfirio” se les olvida que las jornadas de trabajo alcanzaban doce, catorce y hasta dieciséis horas; no existía el derecho de huelga y las asociaciones de trabajadores apenas llegaban a ser mutualistas, de apoyo entre ellos mismos. Los partidos políticos empezaron a formarse en la última etapa del porfiriato y eran perseguidos los que se salían del gusto oficial.
También en este terreno se abrieron los espacios para la mujer, cuyo trabajo fuera del hogar era mal visto –con excepción de las de las clases necesitadas que trabajaban en servicios o como obreras en fábricas, más explotadas que sus compañeros-. Se cumpla o no se cumpla, el precepto “a trabajo igual salario igual”, también fue postulado por la LFT. Vacaciones, jubilación, eran algo impensado. La atención a la salud, hoy derecho indiscutido de los trabajadores, era atendido con anterioridad por el gobierno de forma muy precaria y sobre todo por asociaciones privadas y religiosas “de caridad”. El Seguro Social, ¿será necesario decirlo?, es otro de los beneficios recibidos de la Revolución. Hoy, lo que no nos parece natural es que se nos desatienda.
Libertades personales que también nos parecen algo natural, fueron impuestas desde arriba y también, en principio, rechazadas por la población, como el divorcio. Éste fue muy tardíamente aceptado por la sociedad. Las mujeres divorciadas eran mal vistas; peor quienes se volvían a casar. Acuérdense de la cancioncita que se escuchaba todavía no hace mucho: “Pero el divorcio, porque es pecado, no te lo doy”. El sólo matrimonio civil era visto como “amasiato legalizado”.
Hay avances que ya no pueden ser echados atrás; pero hay otros que -además de los incumplimientos y atropellos de siempre- han sufrido enormes retrocesos, sobre todo muchos en los que se basaba nuestra independencia económica y que hoy nos han sumido en la crisis más grave que hemos sufrido en decenios. Tras revisar las ganancias, vamos a ver cómo empezamos a perder.
sábado, agosto 29, 2009
Historia es identidad
Laura Bolaños Cadena
No son las actuales las únicas barbaridades que nos enseña la historia oficial. Si el mexicano es un ser que “se siente sin identidad”, esto no es de ahora. El enfoque derrotista y mentiroso que nos dan de nuestro pasado histórico es el responsable fundamental de que nos creamos “un pueblo conquistado” y que de ahí partan resentimientos y sentimientos de inferioridad.
Todos los pueblos, en sus mitos fundacionales, se proclaman descendientes de dioses y de héroes; se sienten “el pueblo escogido”, “los verdaderos hombres” y la neta del planeta. Sólo los mexicanos miramos con dolor y vergüenza nuestro pasado; lo detestamos, quisiéramos borrarlo. Como lo vengo sosteniendo desde hace muchos años, con las mentiras históricas nos hacen sentirnos una especie de bastardos que casi casi no debíamos existir. Todo por insistir en la mentira básica: los españoles “nos” conquistaron.
Que me perdonen los idealizadores del pasado indio -que detestan a los indios actuales-, pero los españoles no “nos” conquistaron. Conquistaron a los aborígenes, destruyeron su cultura e implantaron la cultura mediterránea con raíces greco-latinas y judeo-cristianas. Y de ahí venimos nosotros, los mexicanos actuales. Eso somos y no tenemos porqué avergonzarnos. Heredamos por ambas partes culturas milenarias, y no somos el único ejemplo en la historia de un país que ¡pobrecito! se encuentra en este desdichado caso. Están en la lista todos los países de América, del extremo Norte al extremo Sur y todos los de Europa, Asia y África, con herencias distintas pero ninguno tiene la cultura ni la raza “auténtica”, “original”, “purísima”. Unos de un lado y otros de otro o de muchos otros, somos mezclas y mezclas de razas y culturas. No existe cultura “pura” como no existen razas puras.
De mal en peor
Ahora con los libros de historia para la enseñanza primaria, quieren dejarnos sin nada. Ni siquiera eso que tantos mexicanos abominan. Brotamos por generación espontánea. Ni indios ni españoles ni mestizos. Antes éramos hijos de la violada, ahora no nos dejan ni una chingada de madre.
El objetivo es acabarnos de desnacionalizar. Con la visión anterior y ahora con ésta no nos queda más que pedir la nacionalidad gringa para dejarnos de angustias y sentirnos alguien. Así facilitan los planes imperialistas, no tenemos nada qué defender. Bienvenida la colonización.
Ay no, por favor...
Hay quienes proponen remedios peores que la enfermedad. Ya en ocasión anterior, respecto a estos mismos libros, se alzaron voces indignadas por la no inclusión en ellos de sucesos históricos como el movimiento estudiantil de 1968. Desde entonces voces bien intencionadas de gente de izquierda proclamaron que la historia debía “democratizarse”, todos debíamos aportar nuestros puntos de vista: maestros, padres de familia, intelectuales y ciudadanos en general. Por fortuna no se les hizo caso, pero hoy con motivo de los nuevos dislates, reiteran su propuesta.
Paco Ignacio Taibo II, querido y admirado por muchos, yo entre ellos, insiste, en entrevista publicada en el diario La Jornada (Agosto 28/09), en que todos entremos al debate para la elaboración de tales libros; que planteemos “qué imagen del pasado queremos traer al presente”. No sé por qué no se da cuenta del disparate que está diciendo. Los libros para la enseñanza escolar deben ser elaborados por especialistas, ora sí que no por cualquier hijo de vecino. Para hacer un libro de matemáticas se necesitan matemáticos; uno de física requiere físicos y uno de historia historiadores.
Pero si suponemos que la historia es algo tan sencillo que todos tenemos capacidad para hacerla, aunque sea nomás por ser padres de familia, y lo democrático es que “todos” tomemos parte, pues habrá que incluir a los de derecha y hasta a los de extrema derecha; lo mismo a los de izquierda y a los de extrema izquierda; a los de centro y a los apolíticos; a los millones y millones de mexicanos analfabetos y semianalfabetos; a los líderes charros, a Monseñor Rivera Carrera, al vocero del Episcopado, a los del Opus Dei, al Yunque... Bueno, a todos.
¿Es posible siquiera imaginar qué saldría de ahí? En primer lugar y para acabar pronto, no saldría nada porque no podríamos ponernos de acuerdo ni en la primera línea. En cuanto a la capacidad... La democracia tiene sus límites. Ni siquiera los programas escolares pueden ponerse a votación nacional.
¿Y por qué nomás los libros de historia han de ser “democráticos”? Constituyamos asambleas de ciudadanos donde se pongan a votación los contenidos de los libros de ciencias biológicas, geografía, español, matemáticas, etc...
No son las actuales las únicas barbaridades que nos enseña la historia oficial. Si el mexicano es un ser que “se siente sin identidad”, esto no es de ahora. El enfoque derrotista y mentiroso que nos dan de nuestro pasado histórico es el responsable fundamental de que nos creamos “un pueblo conquistado” y que de ahí partan resentimientos y sentimientos de inferioridad.
Todos los pueblos, en sus mitos fundacionales, se proclaman descendientes de dioses y de héroes; se sienten “el pueblo escogido”, “los verdaderos hombres” y la neta del planeta. Sólo los mexicanos miramos con dolor y vergüenza nuestro pasado; lo detestamos, quisiéramos borrarlo. Como lo vengo sosteniendo desde hace muchos años, con las mentiras históricas nos hacen sentirnos una especie de bastardos que casi casi no debíamos existir. Todo por insistir en la mentira básica: los españoles “nos” conquistaron.
Que me perdonen los idealizadores del pasado indio -que detestan a los indios actuales-, pero los españoles no “nos” conquistaron. Conquistaron a los aborígenes, destruyeron su cultura e implantaron la cultura mediterránea con raíces greco-latinas y judeo-cristianas. Y de ahí venimos nosotros, los mexicanos actuales. Eso somos y no tenemos porqué avergonzarnos. Heredamos por ambas partes culturas milenarias, y no somos el único ejemplo en la historia de un país que ¡pobrecito! se encuentra en este desdichado caso. Están en la lista todos los países de América, del extremo Norte al extremo Sur y todos los de Europa, Asia y África, con herencias distintas pero ninguno tiene la cultura ni la raza “auténtica”, “original”, “purísima”. Unos de un lado y otros de otro o de muchos otros, somos mezclas y mezclas de razas y culturas. No existe cultura “pura” como no existen razas puras.
De mal en peor
Ahora con los libros de historia para la enseñanza primaria, quieren dejarnos sin nada. Ni siquiera eso que tantos mexicanos abominan. Brotamos por generación espontánea. Ni indios ni españoles ni mestizos. Antes éramos hijos de la violada, ahora no nos dejan ni una chingada de madre.
El objetivo es acabarnos de desnacionalizar. Con la visión anterior y ahora con ésta no nos queda más que pedir la nacionalidad gringa para dejarnos de angustias y sentirnos alguien. Así facilitan los planes imperialistas, no tenemos nada qué defender. Bienvenida la colonización.
Ay no, por favor...
Hay quienes proponen remedios peores que la enfermedad. Ya en ocasión anterior, respecto a estos mismos libros, se alzaron voces indignadas por la no inclusión en ellos de sucesos históricos como el movimiento estudiantil de 1968. Desde entonces voces bien intencionadas de gente de izquierda proclamaron que la historia debía “democratizarse”, todos debíamos aportar nuestros puntos de vista: maestros, padres de familia, intelectuales y ciudadanos en general. Por fortuna no se les hizo caso, pero hoy con motivo de los nuevos dislates, reiteran su propuesta.
Paco Ignacio Taibo II, querido y admirado por muchos, yo entre ellos, insiste, en entrevista publicada en el diario La Jornada (Agosto 28/09), en que todos entremos al debate para la elaboración de tales libros; que planteemos “qué imagen del pasado queremos traer al presente”. No sé por qué no se da cuenta del disparate que está diciendo. Los libros para la enseñanza escolar deben ser elaborados por especialistas, ora sí que no por cualquier hijo de vecino. Para hacer un libro de matemáticas se necesitan matemáticos; uno de física requiere físicos y uno de historia historiadores.
Pero si suponemos que la historia es algo tan sencillo que todos tenemos capacidad para hacerla, aunque sea nomás por ser padres de familia, y lo democrático es que “todos” tomemos parte, pues habrá que incluir a los de derecha y hasta a los de extrema derecha; lo mismo a los de izquierda y a los de extrema izquierda; a los de centro y a los apolíticos; a los millones y millones de mexicanos analfabetos y semianalfabetos; a los líderes charros, a Monseñor Rivera Carrera, al vocero del Episcopado, a los del Opus Dei, al Yunque... Bueno, a todos.
¿Es posible siquiera imaginar qué saldría de ahí? En primer lugar y para acabar pronto, no saldría nada porque no podríamos ponernos de acuerdo ni en la primera línea. En cuanto a la capacidad... La democracia tiene sus límites. Ni siquiera los programas escolares pueden ponerse a votación nacional.
¿Y por qué nomás los libros de historia han de ser “democráticos”? Constituyamos asambleas de ciudadanos donde se pongan a votación los contenidos de los libros de ciencias biológicas, geografía, español, matemáticas, etc...
sábado, agosto 15, 2009
Los cómplices
Laura Bolaños Cadena
No es el Ejército en sí, ya que no se trata de una fuerza independiente del gobierno, como ocurre en otros países de nuestra América donde los altos mandos tienen su origen en una casta proveniente de las oligarquías y al servicio de éstas. Aquí, la subordinación al sistema no ha tenido fisuras. En México no ha habido golpes de estado ni hemos padecido dictaduras militares como las de Centro y Sudamérica, no obstante haber sido generales seis de los primeros presidentes a partir del triunfo de la Revolución.
Y el paso al civilismo fue pacífico. Así que las denuncias y críticas no son “contra el Ejército” sino contra el uso que se le ha dado. La responsabilidad recae íntegra en el sistema. Y ese uso ha sido contrario a lo estipulado en el Art. 129 de la Constitución donde se asienta claramente que
“En tiempos de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
Es responsabilidad de los sucesivos gobiernos de México, el empleo indebido que se ha dado a las fuerzas armadas asignándoles tareas policíacas y de represión a la población civil. Y es también de su absoluta responsabilidad la forma como se conducen durante ese desempeño. Si el Ejército no supiera que tiene manos libres para ejercer conductas delictivas y violadoras de los derechos, no lo haría. La insistencia de Felipe Calderón de extender el fuero militar a este tipo de acciones es reconocer que se ejecutan. ¿Cuál sería el caso si no?
Podría alegarse en torno a su empleo actual, que estamos “en guerra” contra el narcotráfico. La pregunta, que ya he hecho en anterior ocasión, es que si la solución es el empleo del Ejército, ¿por qué los Estados Unidos, donde está la causa, no utiliza a su ejército, el más poderoso del mundo, para combatirlo? ¿Por qué mandan recursos a Colombia y a México, y brindan ayuda policíaca y militar si ellos, con todo su Ejército y su gran policía no pueden acabar con las redes de distribución al interior de su país? Y por lo visto, tampoco pueden con el lavado de dinero en sus bancos. Los EU se benefician de múltiples maneras del narcotráfico; una de ellas es la económica. La ganancia fundamental de la droga, como de cualquier otra mercancía, está en la venta al menudeo. Y la venta de armas a los narcos provee de multimillonarias ganancias a los fabricantes estadunidenses. Pero lo principal: la “generosa” ayuda a nuestros gobiernos para “combatir el tráfico de drogas”, es una muy buena forma de mantener subordinados a sus vecinos del sur, pues origina mayor dependencia política y tecnológica, o sea, vamos a dar a lo mismo: la cuestión económica. (¿El marxismo es obsoleto?) Es dentro de los EU donde está la raíz del mal, pero son nuestros gobiernos los que le hacen el juego. EU no es el villano absoluto de la película, sino cuenta con magníficos cómplices en el continente. Y no se diga que no se puede obrar de otra manera, hay ejemplos.
El “peligro para México”
Pareciera sólo un empeño necio insistir en “guerritas” y en políticas económicas que han fracasado y siguen fracasando. No se conoce un solo país donde la guerra contra el narco haya dado buen resultado; como tampoco se conoce uno, uno nomás, donde las políticas neoliberales hayan conducido a la prosperidad económica. Pero esto no parece convencer a nuestros gobernantes. Sólo en México llevamos cuatro sexenios y medio en el camino que nos iba a llevar al primer mundo y no sólo no nos sacó de la crisis en que nos dejaron los dos anteriores, cuyos errores “populistas” los nuevos “salvadores” iban a enmendar, sino que nos acabamos de desbarrancar y todavía no se le ve fondo al desastre. Pero en vez de rectificar, insisten. Hemos hablado ya de la liga de intereses que subyace en esta triste historia. No es el país lo que importa sino los intereses de una clase social.
Dígase lo que se diga, lo único que habría podido enderezar el barco era un proyecto por el beneficio del país: el de López Obrador. Con las deficiencias y errores que se quiera, un programa de verdadera izquierda habría por lo menos estabilizado la economía mexicana, que tal como se encontraba sólo podía salvarse del hundimiento con un golpe de timón para luego ir mejorando poco a poco. Los gobiernos de izquierda, de izquierda capitalista, única posible al menos de momento, han probado ser buenos administradores de la economía. España es una muestra. A manos del PSOE salió del agujero económico a una razonable prosperidad.
Era verdad que Andrés Manuel representaba un peligro, un peligro real e inminente para los proyectos neoliberales y vendepatrias. Pero por eso mismo era casi imposible que le respetaran el triunfo.
No es el Ejército en sí, ya que no se trata de una fuerza independiente del gobierno, como ocurre en otros países de nuestra América donde los altos mandos tienen su origen en una casta proveniente de las oligarquías y al servicio de éstas. Aquí, la subordinación al sistema no ha tenido fisuras. En México no ha habido golpes de estado ni hemos padecido dictaduras militares como las de Centro y Sudamérica, no obstante haber sido generales seis de los primeros presidentes a partir del triunfo de la Revolución.
Y el paso al civilismo fue pacífico. Así que las denuncias y críticas no son “contra el Ejército” sino contra el uso que se le ha dado. La responsabilidad recae íntegra en el sistema. Y ese uso ha sido contrario a lo estipulado en el Art. 129 de la Constitución donde se asienta claramente que
“En tiempos de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
Es responsabilidad de los sucesivos gobiernos de México, el empleo indebido que se ha dado a las fuerzas armadas asignándoles tareas policíacas y de represión a la población civil. Y es también de su absoluta responsabilidad la forma como se conducen durante ese desempeño. Si el Ejército no supiera que tiene manos libres para ejercer conductas delictivas y violadoras de los derechos, no lo haría. La insistencia de Felipe Calderón de extender el fuero militar a este tipo de acciones es reconocer que se ejecutan. ¿Cuál sería el caso si no?
Podría alegarse en torno a su empleo actual, que estamos “en guerra” contra el narcotráfico. La pregunta, que ya he hecho en anterior ocasión, es que si la solución es el empleo del Ejército, ¿por qué los Estados Unidos, donde está la causa, no utiliza a su ejército, el más poderoso del mundo, para combatirlo? ¿Por qué mandan recursos a Colombia y a México, y brindan ayuda policíaca y militar si ellos, con todo su Ejército y su gran policía no pueden acabar con las redes de distribución al interior de su país? Y por lo visto, tampoco pueden con el lavado de dinero en sus bancos. Los EU se benefician de múltiples maneras del narcotráfico; una de ellas es la económica. La ganancia fundamental de la droga, como de cualquier otra mercancía, está en la venta al menudeo. Y la venta de armas a los narcos provee de multimillonarias ganancias a los fabricantes estadunidenses. Pero lo principal: la “generosa” ayuda a nuestros gobiernos para “combatir el tráfico de drogas”, es una muy buena forma de mantener subordinados a sus vecinos del sur, pues origina mayor dependencia política y tecnológica, o sea, vamos a dar a lo mismo: la cuestión económica. (¿El marxismo es obsoleto?) Es dentro de los EU donde está la raíz del mal, pero son nuestros gobiernos los que le hacen el juego. EU no es el villano absoluto de la película, sino cuenta con magníficos cómplices en el continente. Y no se diga que no se puede obrar de otra manera, hay ejemplos.
El “peligro para México”
Pareciera sólo un empeño necio insistir en “guerritas” y en políticas económicas que han fracasado y siguen fracasando. No se conoce un solo país donde la guerra contra el narco haya dado buen resultado; como tampoco se conoce uno, uno nomás, donde las políticas neoliberales hayan conducido a la prosperidad económica. Pero esto no parece convencer a nuestros gobernantes. Sólo en México llevamos cuatro sexenios y medio en el camino que nos iba a llevar al primer mundo y no sólo no nos sacó de la crisis en que nos dejaron los dos anteriores, cuyos errores “populistas” los nuevos “salvadores” iban a enmendar, sino que nos acabamos de desbarrancar y todavía no se le ve fondo al desastre. Pero en vez de rectificar, insisten. Hemos hablado ya de la liga de intereses que subyace en esta triste historia. No es el país lo que importa sino los intereses de una clase social.
Dígase lo que se diga, lo único que habría podido enderezar el barco era un proyecto por el beneficio del país: el de López Obrador. Con las deficiencias y errores que se quiera, un programa de verdadera izquierda habría por lo menos estabilizado la economía mexicana, que tal como se encontraba sólo podía salvarse del hundimiento con un golpe de timón para luego ir mejorando poco a poco. Los gobiernos de izquierda, de izquierda capitalista, única posible al menos de momento, han probado ser buenos administradores de la economía. España es una muestra. A manos del PSOE salió del agujero económico a una razonable prosperidad.
Era verdad que Andrés Manuel representaba un peligro, un peligro real e inminente para los proyectos neoliberales y vendepatrias. Pero por eso mismo era casi imposible que le respetaran el triunfo.
sábado, julio 18, 2009
Clonación del PRI
Laura Bolaños Cadena
Desde siempre los mexicanos hemos visto un empleo en el gobierno como la mejor forma de tener ingreso seguro y privilegios; en vano acusamos a la Colonia de nuestras malas costumbres, los mayores de edad no pueden justificarse echando culpas a sus padres. Y si entonces hubo corrupción, venta de plazas, nepotismo, abuso del poder, siguió habiéndolo en tiempos de Don Porfirio y los gobiernos “de la Revolución” les enmendaron la plana a todos los anteriores. Con el mayor descaro y llegando a los peores extremos, continuó corrupción, venta de plazas, nepotismo y abuso del poder a extremos no vistos. La impunidad como sostén indispensable. Algo peor: nacionalista en sus inicios, el sistema fue derivando hacia la entrega del país, cada vez más acelerada, a intereses extranjeros. Y no se vio ni con el mencionado Don Porfirio mayor aferramiento al poder. El poder infinito para la corrupción infinita, dijo el estadunidense Alan Reading, autor del libro “Vecinos distantes”.
El movimiento encabezado inicialmente por Cuauhtémoc Cárdenas fundó un partido que tuvo como fin corregir esos abusos; instaurar una verdadera democracia en el país, para lo cual es preciso acabar con la corrupción, la impunidad, el nepotismo, etc. Ir contra todo lo que significa utilización del poder para provecho personal; acabar con la hegemonía del PRI y sus infinitas trampas. Restaurar los principios de un estado que se propuso de bienestar y justicia social desde su establecimiento; velar en primera instancia por los intereses del país. La misma bandera que se levantó para hacer una revolución.
En esencia ésa es la izquierda. Por ese ideal ofrendaron su vida cientos de militantes del nuevo partido, el de la Revolución Democrática. Y de pronto nos encontramos con que se dio una vuelta completa para volver a la misma situación. Los vicios que se intentó combatir aparecen en el PRD. Se convirtió en una clonación del PRI con todas sus lacras. No es más el que intenta servir al país sino servirse del país, a imitación del partido que le sirve de modelo. Buscar el “hueso” a como dé lugar; sin principios, sin más meta que aferrarse al poder para gozar de buenos emolumentos y muchos privilegios.
Resultan vergonzosos y dolorosos los espectáculos que se dan en la lucha interna por quedarse con el partido (las ventajas que representa), con las mismitas mañas del PRI, hasta con los métodos gangsteriles como la utilización de golpeadores. No se recata la ansiedad por arrebatar puestos seguida de la falta de cumplimiento a la hora de ejercer el poder. Por supuesto no es esto todo el PRD, sobran militantes honrados, pero logró encaramarse en la dirección el grupo nefasto, colaboracionista, que ha demostrado estar al servicio del poderoso de turno.
No son de extrañar los resultados electorales. Por supuesto la dirección chuchista requiere representar cierta fuerza a fin de ser tomada en cuenta por sus verdaderos jefes; si baja demasiado deja de servirles; pero no era su principal interés disputar ni siquiera el segundo lugar en la votación. Con el tercero es suficiente para continuar la misión de romper el proyecto del PRD, convertirlo en una fingida izquierda apéndice del poder tipo PPS o PST. Facilitarle el camino a la derecha, votar a favor hasta de leyes de corte confesional como la ley antiaborto que había logrado establecerse en 13 estados de la república y ya suma 14 con Yucatán, donde acaba de aprobarse con los votos de PAN y PRI. Y no es el único lugar donde han contribuido a llevar al triunfo la infame ley que pretende obligar a las mujeres violadas a parir al hijo del violador. No extraña del PRI, bajo cuyo reinado nunca se despenalizó el aborto; mantuvo durante su mandato ciertos aspectos de complacencia con la Iglesia Católica. Y habiendo sido esa despenalización un logro del PRD principalmente, ahora el PRD perrucho ayuda a echarla atrás. Peor se portó durante la discusión de la reforma energética, presentando un frente dividido con una parte favorable a los entreguistas.
Renuncia de la dirección perrucha y refundación del partido, propone Cuauhtémoc Cárdenas. Lleva razón, es la única salida, pero está difícil que “Los Chuchos” acepten soltar el hueso. El segundo gran reto para el PRD es decidir la ruptura con López Obrador, que según los términos con que formuló Cárdenas su propuesta, tendría que ser excluido del partido, cuestión en la que algunos dirigentes están de acuerdo. ¿Se dan cuenta de que sería una medida muy riesgosa? La división que van a provocar es grave para la izquierda... aunque tal vez sirva para dejar de una vez bien claro el lugar de cada uno. Y quizá también para desbrozarle a Cárdenas el camino para su tercera candidatura a la Presidencia en 2012. ¿Será ésa en el fondo la tirada? Por desgracia para los que alguna vez creímos en él, el líder moral del PRD ha demostrado no estar exento de vicios que ahora critica.
Desde siempre los mexicanos hemos visto un empleo en el gobierno como la mejor forma de tener ingreso seguro y privilegios; en vano acusamos a la Colonia de nuestras malas costumbres, los mayores de edad no pueden justificarse echando culpas a sus padres. Y si entonces hubo corrupción, venta de plazas, nepotismo, abuso del poder, siguió habiéndolo en tiempos de Don Porfirio y los gobiernos “de la Revolución” les enmendaron la plana a todos los anteriores. Con el mayor descaro y llegando a los peores extremos, continuó corrupción, venta de plazas, nepotismo y abuso del poder a extremos no vistos. La impunidad como sostén indispensable. Algo peor: nacionalista en sus inicios, el sistema fue derivando hacia la entrega del país, cada vez más acelerada, a intereses extranjeros. Y no se vio ni con el mencionado Don Porfirio mayor aferramiento al poder. El poder infinito para la corrupción infinita, dijo el estadunidense Alan Reading, autor del libro “Vecinos distantes”.
El movimiento encabezado inicialmente por Cuauhtémoc Cárdenas fundó un partido que tuvo como fin corregir esos abusos; instaurar una verdadera democracia en el país, para lo cual es preciso acabar con la corrupción, la impunidad, el nepotismo, etc. Ir contra todo lo que significa utilización del poder para provecho personal; acabar con la hegemonía del PRI y sus infinitas trampas. Restaurar los principios de un estado que se propuso de bienestar y justicia social desde su establecimiento; velar en primera instancia por los intereses del país. La misma bandera que se levantó para hacer una revolución.
En esencia ésa es la izquierda. Por ese ideal ofrendaron su vida cientos de militantes del nuevo partido, el de la Revolución Democrática. Y de pronto nos encontramos con que se dio una vuelta completa para volver a la misma situación. Los vicios que se intentó combatir aparecen en el PRD. Se convirtió en una clonación del PRI con todas sus lacras. No es más el que intenta servir al país sino servirse del país, a imitación del partido que le sirve de modelo. Buscar el “hueso” a como dé lugar; sin principios, sin más meta que aferrarse al poder para gozar de buenos emolumentos y muchos privilegios.
Resultan vergonzosos y dolorosos los espectáculos que se dan en la lucha interna por quedarse con el partido (las ventajas que representa), con las mismitas mañas del PRI, hasta con los métodos gangsteriles como la utilización de golpeadores. No se recata la ansiedad por arrebatar puestos seguida de la falta de cumplimiento a la hora de ejercer el poder. Por supuesto no es esto todo el PRD, sobran militantes honrados, pero logró encaramarse en la dirección el grupo nefasto, colaboracionista, que ha demostrado estar al servicio del poderoso de turno.
No son de extrañar los resultados electorales. Por supuesto la dirección chuchista requiere representar cierta fuerza a fin de ser tomada en cuenta por sus verdaderos jefes; si baja demasiado deja de servirles; pero no era su principal interés disputar ni siquiera el segundo lugar en la votación. Con el tercero es suficiente para continuar la misión de romper el proyecto del PRD, convertirlo en una fingida izquierda apéndice del poder tipo PPS o PST. Facilitarle el camino a la derecha, votar a favor hasta de leyes de corte confesional como la ley antiaborto que había logrado establecerse en 13 estados de la república y ya suma 14 con Yucatán, donde acaba de aprobarse con los votos de PAN y PRI. Y no es el único lugar donde han contribuido a llevar al triunfo la infame ley que pretende obligar a las mujeres violadas a parir al hijo del violador. No extraña del PRI, bajo cuyo reinado nunca se despenalizó el aborto; mantuvo durante su mandato ciertos aspectos de complacencia con la Iglesia Católica. Y habiendo sido esa despenalización un logro del PRD principalmente, ahora el PRD perrucho ayuda a echarla atrás. Peor se portó durante la discusión de la reforma energética, presentando un frente dividido con una parte favorable a los entreguistas.
Renuncia de la dirección perrucha y refundación del partido, propone Cuauhtémoc Cárdenas. Lleva razón, es la única salida, pero está difícil que “Los Chuchos” acepten soltar el hueso. El segundo gran reto para el PRD es decidir la ruptura con López Obrador, que según los términos con que formuló Cárdenas su propuesta, tendría que ser excluido del partido, cuestión en la que algunos dirigentes están de acuerdo. ¿Se dan cuenta de que sería una medida muy riesgosa? La división que van a provocar es grave para la izquierda... aunque tal vez sirva para dejar de una vez bien claro el lugar de cada uno. Y quizá también para desbrozarle a Cárdenas el camino para su tercera candidatura a la Presidencia en 2012. ¿Será ésa en el fondo la tirada? Por desgracia para los que alguna vez creímos en él, el líder moral del PRD ha demostrado no estar exento de vicios que ahora critica.
sábado, julio 04, 2009
Privatizar, privatizar, privatizar
Laura Bolaños Cadena
La “nueva ola” comenzó para México con Miguel de la Madrid, y se fincó en el estruendoso fracaso económico de los dos sexenios anteriores de Echeverría y López Portillo. Pero era la dirección marcada por la banca mundial en manos de las potencias hegemónicas. La dirección fue: se acabó el nacionalismo, se acabó el populismo, fuera empresas en manos estatales, ineptas y corruptas que han llevado al desastre económico; la empresa privada es lo único eficaz, la empresa privada es incorrupta. Tras cuatro sexenios y fracción de poner en práctica el nuevo modelo creo que es posible preguntarnos si ha funcionado.
Las administraciones priístas inmediatamente anteriores a Miguel de la Madrid son, en el terreno estrictamente económico, indefendibles; y en lo tocante a la corrupción creo que no se salva ninguno si hacemos el recuento desde los primeros gobiernos de la Revolución para acá, sólo podríamos hablar de los más y los menos. Las empresas estatales funcionaban, también con sus más y sus menos, en mucho corroídas por la corrupción; por tanto la bancarrota tenía que llegar, pero el remedio resultó peor que la enfermedad.
En resumen: ¿qué empresa funciona mejor para el país en manos privadas? ¿Cuáles aportan beneficios, más y mejor producción, empleos, mejor nivel de educación y de condiciones sociales en general? ¿La banca? ¿Las grandes empresas agrícolas? ¿Las universidades patito son mejores que la UNAM? ¿PEMEX funciona mejor desde el sexenio de De la Madrid, cuando han ido privatizándose cada vez más áreas? El país, en general, ¿ha prosperado desde el sexenio del Ratoncito?
Una inmensa tragedia nos estremece hoy: el incendio en Hermosillo, Sonora, de una guardería, con la muerte, hasta el momento, de 44 pequeños inocentes, y aún quedan otros heridos de gravedad. La causa de la catástrofe es que el inmueble donde operaba fue improvisado; compartía un muro con una bodega que fue donde se inició el incendio. Esta guardería era subrogada del IMSS, estaba en manos privadas. Muy aparte de la identidad de los propietarios, cercanos a altos funcionarios gubernamentales, la institución funcionaba como negocio. En manos privadas todo se convierte en negocio. Los empresarios no son hermanas de la caridad, invierten para ganar. Los negocios operan con base en pérdidas y ganancias. Las ganancias incluyen operar con menos inversión y menos costos. Construir un inmueble adecuado específicamente para guardería incluye mayor costo que improvisarlo en un local cualquiera.
Un negocio privado NO ES una obra de beneficio social. ES UN NEGOCIO.
Experiencias en el país paradigma de la empresa privada, sobran. Una de ellas es la medicina. Las poderosas empresas farmacéuticas y las igualmente poderosas compañías de seguros médicos consiguieron en EU, por ley, convertir toda la medicina en empresa privada. El resultado es que funcionan bajo un estricto sistema de pérdidas y ganancias. El balance de tan inhumana práctica puede verse en la película del cineasta estadunidense Michael Moore. Los seres humanos se convierten en objetos que aportan ingresos pero al requerir servicios provocan egresos. Hay que evitar los egresos. Y se premia a los médicos por actuar en consecuencia.
Ahora Felipe Calderón está proponiendo entregar las cárceles a la iniciativa privada. Si triunfa su intento, las cárceles ya no serán instituciones de rehabilitación o castigo sino NEGOCIO PARTICULAR. A las lacras actuales de los centros penitenciarios convertidos en su mayor parte en escuelas de crimen, pero donde al menos hay algunos intentos saludables de rehabilitación: escuelas, talleres, deporte, teatro, posibilidades de estudiar una carrera- hay quienes han logrado alcanzar licenciaturas en prisión-, se añadirá la explotación del reo. No estoy en contra del trabajo en las prisiones; es más, creo que de alguna forma debiera ser obligatorio. Pero imaginemos esos establecimientos convertidos en negocio, donde todo se maneje en términos de pérdidas y ganancias. La función social de una cárcel -hasta donde esto sea posible- estará totalmente excluida.
La deshumanización de las cárceles en EU en manos privadas es otra buena muestra. No lo decimos nosotros, lo dicen ellos. Documentales filmados allá y por estadunidenses, que pueden verse en canales televisivos de aquí, nos muestran el horror.
Si no hay una sociedad organizada que obligue a este gobierno y a los que vengan a rectificar, sólo nos quedará lamentarlo. No empecemos a protestar cuando sea un hecho.
Memoria histórica: 10 de Junio no se olvida.
La “nueva ola” comenzó para México con Miguel de la Madrid, y se fincó en el estruendoso fracaso económico de los dos sexenios anteriores de Echeverría y López Portillo. Pero era la dirección marcada por la banca mundial en manos de las potencias hegemónicas. La dirección fue: se acabó el nacionalismo, se acabó el populismo, fuera empresas en manos estatales, ineptas y corruptas que han llevado al desastre económico; la empresa privada es lo único eficaz, la empresa privada es incorrupta. Tras cuatro sexenios y fracción de poner en práctica el nuevo modelo creo que es posible preguntarnos si ha funcionado.
Las administraciones priístas inmediatamente anteriores a Miguel de la Madrid son, en el terreno estrictamente económico, indefendibles; y en lo tocante a la corrupción creo que no se salva ninguno si hacemos el recuento desde los primeros gobiernos de la Revolución para acá, sólo podríamos hablar de los más y los menos. Las empresas estatales funcionaban, también con sus más y sus menos, en mucho corroídas por la corrupción; por tanto la bancarrota tenía que llegar, pero el remedio resultó peor que la enfermedad.
En resumen: ¿qué empresa funciona mejor para el país en manos privadas? ¿Cuáles aportan beneficios, más y mejor producción, empleos, mejor nivel de educación y de condiciones sociales en general? ¿La banca? ¿Las grandes empresas agrícolas? ¿Las universidades patito son mejores que la UNAM? ¿PEMEX funciona mejor desde el sexenio de De la Madrid, cuando han ido privatizándose cada vez más áreas? El país, en general, ¿ha prosperado desde el sexenio del Ratoncito?
Una inmensa tragedia nos estremece hoy: el incendio en Hermosillo, Sonora, de una guardería, con la muerte, hasta el momento, de 44 pequeños inocentes, y aún quedan otros heridos de gravedad. La causa de la catástrofe es que el inmueble donde operaba fue improvisado; compartía un muro con una bodega que fue donde se inició el incendio. Esta guardería era subrogada del IMSS, estaba en manos privadas. Muy aparte de la identidad de los propietarios, cercanos a altos funcionarios gubernamentales, la institución funcionaba como negocio. En manos privadas todo se convierte en negocio. Los empresarios no son hermanas de la caridad, invierten para ganar. Los negocios operan con base en pérdidas y ganancias. Las ganancias incluyen operar con menos inversión y menos costos. Construir un inmueble adecuado específicamente para guardería incluye mayor costo que improvisarlo en un local cualquiera.
Un negocio privado NO ES una obra de beneficio social. ES UN NEGOCIO.
Experiencias en el país paradigma de la empresa privada, sobran. Una de ellas es la medicina. Las poderosas empresas farmacéuticas y las igualmente poderosas compañías de seguros médicos consiguieron en EU, por ley, convertir toda la medicina en empresa privada. El resultado es que funcionan bajo un estricto sistema de pérdidas y ganancias. El balance de tan inhumana práctica puede verse en la película del cineasta estadunidense Michael Moore. Los seres humanos se convierten en objetos que aportan ingresos pero al requerir servicios provocan egresos. Hay que evitar los egresos. Y se premia a los médicos por actuar en consecuencia.
Ahora Felipe Calderón está proponiendo entregar las cárceles a la iniciativa privada. Si triunfa su intento, las cárceles ya no serán instituciones de rehabilitación o castigo sino NEGOCIO PARTICULAR. A las lacras actuales de los centros penitenciarios convertidos en su mayor parte en escuelas de crimen, pero donde al menos hay algunos intentos saludables de rehabilitación: escuelas, talleres, deporte, teatro, posibilidades de estudiar una carrera- hay quienes han logrado alcanzar licenciaturas en prisión-, se añadirá la explotación del reo. No estoy en contra del trabajo en las prisiones; es más, creo que de alguna forma debiera ser obligatorio. Pero imaginemos esos establecimientos convertidos en negocio, donde todo se maneje en términos de pérdidas y ganancias. La función social de una cárcel -hasta donde esto sea posible- estará totalmente excluida.
La deshumanización de las cárceles en EU en manos privadas es otra buena muestra. No lo decimos nosotros, lo dicen ellos. Documentales filmados allá y por estadunidenses, que pueden verse en canales televisivos de aquí, nos muestran el horror.
Si no hay una sociedad organizada que obligue a este gobierno y a los que vengan a rectificar, sólo nos quedará lamentarlo. No empecemos a protestar cuando sea un hecho.
Memoria histórica: 10 de Junio no se olvida.
jueves, julio 02, 2009
Un poder sin sociedad
Laura Bolaños Cadena
Especialistas de los diferentes planteles de la Universidad Autónoma Metropolitana participaron en un foro que se inauguró el miércoles 25 de junio, titulado Diálogos desde la UAM: conceptualización, razonamiento y debate sobre la seguridad en México. Durante la apertura señalaron un aspecto pocas veces tocado: la falta de participación ciudadana que da lugar a un estado autoritario, “pues su interés fundamental parte del control y no del bienestar de la población”.
Se hizo fuerte crítica del gobierno actual. Sin mencionar directamente a Felipe Calderón, señalaron que los elevados niveles de violencia que padecemos “son resultado de un estado que ha perdido legitimidad social” y busca en el combate a la delincuencia organizada “esa base de apoyo que le permita gobernar, incluso, bajo un régimen de terror”. Uno de los especialistas, Guillermo Garduño, de la UAM-Iztapalapa, expresó que la base en la que se funda lo que llamó “relación perversa” entre la autoridad pública y la delincuencia organizada, es “un poder sin sociedad”. “Sólo una sociedad participativa, informada y con capacidad de organización”, remarcaron otros expertos, “podría romper el círculo vicioso que mantienen el poder público y la delincuencia organizada, pues la corrupción no se acabará hasta en tanto la ciudadanía no exija cuentas claras a los gobiernos de turno”.
Fácil nos desanimamos ante los fraudes electorales y la descomposición del único partido de izquierda que representó la esperanza en un gobierno con un proyecto nacionalista. No encontramos otra respuesta frente al fracaso de la administración actual para resolver cuestiones tan graves como la debacle económica y la inseguridad creciente que dar la espalda a las elecciones. La fuerza que se está empleando en impulsar el voto nulo bien podría dedicarse a impulsar mecanismos para exigir cuentas al gobierno. Sólo negar todo sin concretar propuestas no hace sino mantener la misma situación. Mientras senadores, diputados, magistrados, secretarios, etc. se sientan seguros de que una vez en el puesto son impunes, seguirán acomodados muy a gusto cobrando escandalosos sueldos y gozando de privilegios que incluyan el derecho a cobrar sin trabajar. Es indignante ver la sala del Congreso vacía o semivacía y los señores cobrando sus dietas muy a gusto. Son verdaderos aviadores. Y ya saben que “de perdis” tienen asegurado el “hueso” por cuatro o seis años.
Parecemos resignados a la corrupción como si fuera algo casi congénito al ser mexicano. Debe parecer extraño que el gen de la corrupción no haya aparecido en los estudios sobre nuestro genoma. La abstención o anulación del voto es parte de nuestra eterna justificación a la no participación: no se puede hacer nada.
El panorama no está como para el optimismo
A las calamidades se suma el creciente deterioro de las instituciones. Es penoso ver la poca altura de la pelea entre el gobierno federal y el de Sonora con motivo de la tragedia de la guardería ABC. A pesar de haber vivido el otro extremo, el ridículo y nefasto “señorpresidentismo” con ribetes de dictadura de paisecito bananero, no podemos alegrarnos de ver caer hasta más abajo del piso a las instituciones. No nos rasgamos las vestiduras como Gómez Mont ante “la falta de respeto al Señor Presidente”; lo que lamentamos es tener un presidente y unos gobernadores que no merecen ningún respeto. La autoridad es necesaria en todos los niveles; donde no hay autoridad hay desorganización y caos. Un hogar donde los padres pierden autoridad es un desastre; lo mismo una oficina, un negocio, una empresa grande o pequeña, una secretaría de estado. Pero la autoridad, el respeto, se ganan o se pierden.
En una democracia, los ciudadanos detentan la verdadera autoridad; los mandatarios son eso, mandatarios electos para ejercer la autoridad que se les ha encomendado; y los ciudadanos tienen el derecho y la responsabilidad de vigilar a sus representantes, exigirles cuentas de esa encomienda, participar en las decisiones y tener la capacidad de remover a los servidores públicos que no cumplan con su cometido. Aquí y ahora, para no hacer referencias al pasado, la sociedad mexicana está relegando su responsabilidad al permitir que los supuestos representantes hagan y deshagan ante nuestra impotente resignación. Lo más que se nos ocurre es levantar la nariz y darles la espalda. Que hagan lo que les da su gana, al fin no podemos hacer más que azotarlos con el látigo de nuestro desprecio.
Es una lástima que personas muy respetables estén optando por algo que no es ni siquiera resistencia pasiva. Como dijo un comentarista, la abstención o la anulación del voto no pasan de ser un castigo moral; pero nuestra clase política es inmoral.
Especialistas de los diferentes planteles de la Universidad Autónoma Metropolitana participaron en un foro que se inauguró el miércoles 25 de junio, titulado Diálogos desde la UAM: conceptualización, razonamiento y debate sobre la seguridad en México. Durante la apertura señalaron un aspecto pocas veces tocado: la falta de participación ciudadana que da lugar a un estado autoritario, “pues su interés fundamental parte del control y no del bienestar de la población”.
Se hizo fuerte crítica del gobierno actual. Sin mencionar directamente a Felipe Calderón, señalaron que los elevados niveles de violencia que padecemos “son resultado de un estado que ha perdido legitimidad social” y busca en el combate a la delincuencia organizada “esa base de apoyo que le permita gobernar, incluso, bajo un régimen de terror”. Uno de los especialistas, Guillermo Garduño, de la UAM-Iztapalapa, expresó que la base en la que se funda lo que llamó “relación perversa” entre la autoridad pública y la delincuencia organizada, es “un poder sin sociedad”. “Sólo una sociedad participativa, informada y con capacidad de organización”, remarcaron otros expertos, “podría romper el círculo vicioso que mantienen el poder público y la delincuencia organizada, pues la corrupción no se acabará hasta en tanto la ciudadanía no exija cuentas claras a los gobiernos de turno”.
Fácil nos desanimamos ante los fraudes electorales y la descomposición del único partido de izquierda que representó la esperanza en un gobierno con un proyecto nacionalista. No encontramos otra respuesta frente al fracaso de la administración actual para resolver cuestiones tan graves como la debacle económica y la inseguridad creciente que dar la espalda a las elecciones. La fuerza que se está empleando en impulsar el voto nulo bien podría dedicarse a impulsar mecanismos para exigir cuentas al gobierno. Sólo negar todo sin concretar propuestas no hace sino mantener la misma situación. Mientras senadores, diputados, magistrados, secretarios, etc. se sientan seguros de que una vez en el puesto son impunes, seguirán acomodados muy a gusto cobrando escandalosos sueldos y gozando de privilegios que incluyan el derecho a cobrar sin trabajar. Es indignante ver la sala del Congreso vacía o semivacía y los señores cobrando sus dietas muy a gusto. Son verdaderos aviadores. Y ya saben que “de perdis” tienen asegurado el “hueso” por cuatro o seis años.
Parecemos resignados a la corrupción como si fuera algo casi congénito al ser mexicano. Debe parecer extraño que el gen de la corrupción no haya aparecido en los estudios sobre nuestro genoma. La abstención o anulación del voto es parte de nuestra eterna justificación a la no participación: no se puede hacer nada.
El panorama no está como para el optimismo
A las calamidades se suma el creciente deterioro de las instituciones. Es penoso ver la poca altura de la pelea entre el gobierno federal y el de Sonora con motivo de la tragedia de la guardería ABC. A pesar de haber vivido el otro extremo, el ridículo y nefasto “señorpresidentismo” con ribetes de dictadura de paisecito bananero, no podemos alegrarnos de ver caer hasta más abajo del piso a las instituciones. No nos rasgamos las vestiduras como Gómez Mont ante “la falta de respeto al Señor Presidente”; lo que lamentamos es tener un presidente y unos gobernadores que no merecen ningún respeto. La autoridad es necesaria en todos los niveles; donde no hay autoridad hay desorganización y caos. Un hogar donde los padres pierden autoridad es un desastre; lo mismo una oficina, un negocio, una empresa grande o pequeña, una secretaría de estado. Pero la autoridad, el respeto, se ganan o se pierden.
En una democracia, los ciudadanos detentan la verdadera autoridad; los mandatarios son eso, mandatarios electos para ejercer la autoridad que se les ha encomendado; y los ciudadanos tienen el derecho y la responsabilidad de vigilar a sus representantes, exigirles cuentas de esa encomienda, participar en las decisiones y tener la capacidad de remover a los servidores públicos que no cumplan con su cometido. Aquí y ahora, para no hacer referencias al pasado, la sociedad mexicana está relegando su responsabilidad al permitir que los supuestos representantes hagan y deshagan ante nuestra impotente resignación. Lo más que se nos ocurre es levantar la nariz y darles la espalda. Que hagan lo que les da su gana, al fin no podemos hacer más que azotarlos con el látigo de nuestro desprecio.
Es una lástima que personas muy respetables estén optando por algo que no es ni siquiera resistencia pasiva. Como dijo un comentarista, la abstención o la anulación del voto no pasan de ser un castigo moral; pero nuestra clase política es inmoral.
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