martes, octubre 06, 2009

El crimen que no mató a la esgrima cubana

Prensa Latina

La Habana.- Este 6 de octubre se cumplen 33 años del abominable Crimen de Barbados, que entre otras víctimas se llevó al equipo cubano juvenil de esgrima, el cual acababa de conquistar la lid centroamericana de la disciplina.
La voladura en pleno vuelo de un avión civil cubano a causa de una bomba colocada en su interior por un grupo de terroristas desalmados se lleva consigo la vida de 73 personas, 11 guyaneses, cinco norcoreanos y 57 cubanos.
Era el 6 de octubre de 1976 y el DC-8 con matrícula CUT 1201 prácticamente acababa de partir del aeropuerto internacional Seawell, de Barbados, con 24 personas ligadas directamente al deporte en su interior.
Enseguida se demostró la responsabilidad de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos en el atentado, en las personas de Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, quienes reclutaron a los ejecutantes: Freddy Lugo y Hernán Ricardo.
Desgraciadamente los principales autores del terrible atentado permanecen en libertad a pesar del incesante reclamo desde varios rincones del planeta, y se pasean por calles de Estados Unidos o Centroamérica como si nada hubiese ocurrido.
Los deportistas víctimas de esa acción terrorista acababan de ganar para su país todas las medallas de oro entregadas en el cuarto Campeonato Centroamericano y del Caribe de esgrima, celebrado por esos días en Caracas.
Por encima de los seis mil metros de altura que aproximadamente había alcanzado el avión marchaba el orgullo de todos estos jóvenes por haber representado dignamente a su Patria, y que perdieron sus vidas cuando la nave en que viajaban sobrevolaba una playa que por ironías del destino se nombra Paradise (paraíso).
Fueron 16 atletas, la mayoría aún en edad juvenil, pues sólo cuatro rebasaban los 21 años, cuatro entrenadores, dos técnicos y los dos responsables del grupo. De los esgrimistas, ninguno tuvo oportunidades de dejar descendencia. Deportivamente sobresalían los floretistas Leonardo McKenzie e Inés Luaces, con excepcionales condiciones para imponerse al más alto nivel. Actualmente la principal sala polideportiva de la oriental provincia de Las Tunas lleva el nombre de él, y la Escuela de Alto Rendimiento de la centro-oriental Camagüey el de ella.
La capitalina Sala de Armas, sede del centro de entrenamiento de esgrima de los equipos nacionales de mayores y juveniles no volvió a ser la misma nunca más, pues varios de sus mejores alumnos no volverían a empuñar sus aceros.
La muerte de aquellas jóvenes figuras truncó un promisorio porvenir para la disciplina de las armas y las caretas en Cuba e interrumpió un ciclo competitivo que la Isla demoró años en restablecer.
De hecho, en los Juegos Olímpicos de Moscú-1980 ningún cubano escaló el podio en esa especialidad, sequía medallera que duró hasta 1982, cuando los caribeños ganaron plata por equipos en el Campeonato Mundial de Francia.
La siguiente presea olímpica llegó 16 años después del atentado, con un bronce en florete masculino en Barcelona-1992, donde el equipo de varones de esa misma arma se llevó la plata. Si bien los terroristas al servicio de la CIA no consiguieron amedrentar a la Revolución ni socavar la dignidad del pueblo cubano, en materia deportiva su fracaso fue contundente, pues los éxitos de la esgrima continuaron llegando.
tgj/fmv/lp

Comentario: Los terroristas responsables de este atentado pertenecen al mismo grupo que está detrás del golpe de estado de Honduras y que viven en Estados Unidos gozando de protección y lujos.

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