martes, noviembre 24, 2009

Columna Asimetrías. La Patria Está Encinta...





24 noviembre 2009

"Calderón está ausente (...) ¿Qué hace? (...) Es un misterio".
Francisco Rodríguez, en su columna "Índice Político" (23/XI/09), que tituló "¿Hay alguien ahí?".

I

En su discurso del domingo 22 en el zócalo del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador --a quien sus millones de partidarios consideran el mandatario legítimo de México-- habló del imperativo de una "revoluciòn de las conciencias" para que el pueblo, según afirmó, salve al Estado.

Ese aserto tiene un telón de fondo --el nonagésimo noveno aniversario de la convocatoria de Francisco I. Madero al pueblo de México a levantarse en armas y derrocar al gobierno de Porfirio Díaz-- que antójase a propósito y, sin duda, pertinente, pues las causales de la Revolución Mexicana no han sido atendidas y, por añadidura, se han agravado exponencialmente.

Esa agravación es objetivamente discernida no sólo por aquellos que en la academia y los entes estadísticos del propio Estado mexicano, entrenados en el uso de metodologías precisas, sino también, principalmente, por los damnificados, los pueblos de Mèxico, en particular los estratos y clases sociales más vulnerables de éstos.

Sin embargo, esa realidad no parece haber sido registrada a cabalidad por los personeros panistas y priístas (y sus paleros) del poder político del Estado mexicano, en particular la vertiente ejecutiva que tiene como representante espurio al señor Calderón. Éste parece ignorar la realidad, viviendo en catanonia, como bien dice el muy acreditado colega don Francisco Rodríguez.

En ese telón de fondo de lo que no pocos identifican como la gran tragedia mexicana, el señor Calderón habló hace un par de días, al conmemorar la convocatoria maderista, de dictar preceptiva y prospectivamente lo que los pueblos de Mèxico deben hacer: en 2010: transformar al país con "intensidad revolucionaria".

Ello induce al parangón filosófico y, desde luego, práctico: cotejar las propuestas de don Andrés Manuel con las de don Felipe. A nuestro ver, la comparación dejaría mal parado al michoacano y bien posicionado al tabasqueño desde la perspectiva estricta de lo propositivo y la precisión. Empero, pensaríase que a don AMLO le faltaría abrevar en Morelos y Zapata para dar un paso más.

¿Y cuál sería ese paso? La respuesta requiere un proemio en el cual sean elucidados (1) el concepto mismo de revolución visto desde su historicidad --apreciada ésta mediante las herramientas del historicismo--, y (2) la noción del fenómeno revolucionario sobre el que se inspira la definiciòn elaborada por las ciencias políticas y sociales. Rebelión no es revolución.

II

Para una comprensión precisa del vocablo revolución considere el caro leyente la didáctica del concepto. Una revolución es el movimiento que describe un cuerpo al girar sobre su eje, por lo que su parte superior se coloca abajo. Las expresiones "motor revolucionado" o "revoluciones por minuto" nos hablan de una aceleración.

Por analogía, en el campo de la política llámase revolución a la transformación profunda, violenta, acelerada e irreversible de la organización del Estado que subvierte totalmente las estructuras societales y, desde luego, su superestructura, constituida ésta última por instituciones cuya función es la de cohesionar a la sociedad y la cultura en torno a la base económica.

Y no sólo eso. La superestructura de la sociedad tiene también por función importante asegurarse la reproducción de la base económica. Ésta, como sabríase bien por la documentadísima experiencia histórica de la humanidad, no es necesariamente favorable a los intereses sociales, como ocurre trágicamente en México. Aquí, la base económica es francamente antisocial.

Ello, que es un verismo dramático para la inmensa mayoría de los mexicanos, no lo es para los personeros panistas y priìstas (y sus paniaguados y paleros) del poder político del Estado. De hecho, fue el PRI el autor de la orientación antisocial de la base econòmica, guiado de la mano por Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el señor Calderón.

¿Por qué lo hicieron? La historia lo descubrirá. Pero es anticipable sospechar, dados ciertos indicadores, que el móvil de esos mandatarios de México no tenía nada que ver con el amor a la patria, sino al poder y al dinero o simplemente, como en el caso del señor Fox, también por su diagnosticada demencia; ésta parece afectar ya a su sucesor.

Don Felipe --quien para todos los efectos prácticos ya ha abdicado de su investidura, de por sí considerada espuria a la luz del dictamen del Tribunal Electoral contradictorio y amañado que lo ungió mandatario-- es un epítome emblemático de la naturaleza volátil de las condiciones orgánicas y coyunturales que detonan un proceso revolucionario.

A nuestro ver, ese proceso está detonando: se ha iniciado, pues, aunque la ciudadanía rechace al parecer lo que se entiende por vía revolucionaria pues ésta sólo es transitable, según nuestra propia experiencia histórica, mediante la violencia. Ello defínese en contradicción: ya hay violencia; estamos rodeados de violencia. La opresión es violenta.

Ítem más: según fuentes del mismísimo poder político del Estado mexicano, en los últimos tres años han sido asesinadas 16 mil y pico de personas; de ese total, nueve mil y fracción se registraron tan sólo en 2009. Si eso no es violencia, tendríamos que revisar la definición de ella. A ello súmanse las otras formas de violencia: la económica, la política, la cultural.

III

¿Temor a una violencia revolucionaria? Lo que en realidad se teme no es la violencia, sino a la revolución misma; al cambio de fondo, profundo, de los términos estructurales de las correlaciones entre los diversos componentes del contexto económico, político y social ocurrente. Se teme, además, a la violencia de la represión del Estado; ésta ya existe, brutalmente.

En ésto es recurrente el concepto de superestructura, definida con arreglo a la sociología. Parte de la supestructura es el conjunto de concepciones, modos de pensar, actitudes, sentimientos e ideologías que corresponden a dichas instituciones. Eso, pensamos, es lo que quiso decir don Andrés Manuel al hablar de la revolución de las conciencias.


Demósle exactitud a ésta noción y señálese, por tanto, que la superestructura está formada por el Estado mismo, la estructura jurídica, los centros educativos, la Iglesia, los partidos políticos, etc. Ello nos aclara precisoriamente las diferencias entre la "intensidad revolucionaria" calderonista y la "revoluciòn de las conciencias" lópezobradorista.

¿Moraleja? Que La transformación revolucionaria, afirmaba Rosa Luxemburgo, no se satisface con la mera sustitución de unas personas por otras en el ejercicio del poder, sino que se busca la modificaciòn estructural de la organizaciòn social. Rodrigo Borja define que una revoluciòn implica un cambio de naturaleza institucional del Estado.

Pero ello requiere algo más que armas, mucho más que movilizaciones callejeras. Exige una conciencia. Una intensidad revolucionaria como la pontificada por el señor Calderón es sólo forma; conciencia es fondo. ¿Quiénes desarrollaràn esa conciencia en Mèxico? La historia lo consigna: el proletariado urbano y campesino, día a día creciente visiblemente.

Ello no es mecànico. Ese proletariado urbano y campesino tiene obstàculos: antes de una conciencia revolucionaria, esos proletarios --los de siempre y los recién llegados a la proletarización-- debe desarrollar una conciencia de clase. El señor López Obrador tiene ante sí esa responsabilidad, que es pedagógica; es de suponerse que la asumirá.

Mientras tanto, el contexto no soslaya otro verismo: la patria --parafraseando al pensador Borja-- está encinta de acontencimientos que bien podrían transformar a México y, por las leyes universales de la dialéctica, fortalecer el gran movimiento bolivariano, independentista, en Nuestra América, acosado hoy por el imperialismo de las trasnacionales y sus Estados.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Base económica: sinónimo de estructura económica. Conjunto de relaciones de propiedad y de clases, de formas de producción y distribución, la división social del trabajo y las peculiaridades del desarrollo de las fuerzas productivas (Roger Bartra).
Bolivariano: relativo a Simón Bolívar, libertador de vastas regiones de la América colonial española que se convirtieron en el siglo XIX en Estados formalmente independientes, aunque dependientes de una oligarquía criolla que aun persiste, y que saboteó los empeños de Bolìvar por constituir una gran nación americana, desde Mèxico hacia el sur. Esa meta tiene todavía enemigos en los países americanos y, desde luego, Estados Unidos.
Proemio: prólogo, prefacio, introducción.

Lecturas recomendadas:

La acumulación de capital, de Rosa Luxemburgo. ERA.

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