24 noviembre 2009
Por supuesto que la Revolución Mexicana ha sido traicionada. Una y otra vez a lo largo de casi 100 años. Salvo la relativa No Reelección, del Sufragio Efectivo para abajo todas las grandes promesas que motivaron la más sangrienta lucha fratricida en la historia de la humanidad resultaron falsas.
En cuanto a la Tierra: hoy la inmensa mayoría de los mexicanos no posee ni siquiera un pedazo, tampoco es de quienes la trabajan; si no que les pregunten a los miles de jornaleros que desde los lugares más pobres van a laborar para los más ricos. Por lo que hace a la Libertad: cientos de mexicanos están hoy en las cárceles presos de conciencia; nada más por lo que piensan o por lo que han gritado en las calles o por oponerse a las injusticias.
En todo lo demás el repaso es igual de insoportable: en casi un siglo de Revolución hoy somos más pobres que nunca; el desastre de la educación no nos da siquiera para un promedio de preparatoria; también estamos reprobados en materia de derechos humanos, que son pisoteados en todos los rincones del país; somos cada vez un México más chico, porque nuestra negligencia criminal nos ha llevado a perder cada año el equivalente a Aguascalientes en cientos de miles de hectáreas de bosques y selvas; estamos entre los más corruptos, sin duda alguna, en todo el planeta; también entre los más ineptos, los peores para manejar las potencialidades del país frente a las crisis internas y externas; tenemos gigantescas deudas con los rezagos de la pobreza acumulada del pasado y otras deudas aún mayores con un futuro hipotecado; cada día el mundo nos humilla con nuevas y pésimas calificaciones, retrocesos y pérdidas de liderazgo.
Por eso hoy, desde el epicentro de la desesperación crece la onda expansiva de la cábala de 2010: el estallido social de todos tan temido. Y desde las cúpulas del poder del PRI y del PAN —se sabe que el PRD no cuenta— ya se habla abierta o encriptadamente de la amenaza. Con un miedo común, porque nadie está libre de pecados de gula, avaricia y pereza con que se han devorado al país, lo han saqueado y han dejado que se hunda sin mover un dedo.
El mismo miedo que los ha llevado a proponer que 2010 sería un buen año para una revolución, sí, pero light y pacífica: “…porque a pesar de tanto jodido, en este país no se justifica la violencia”, dicen unos; “…porque los mexicanos no se van a volver a aventar a los madrazos”, dicen otros.
Como si las revoluciones fueran dádivas al gusto de los poderosos.
En cuanto a la Tierra: hoy la inmensa mayoría de los mexicanos no posee ni siquiera un pedazo, tampoco es de quienes la trabajan; si no que les pregunten a los miles de jornaleros que desde los lugares más pobres van a laborar para los más ricos. Por lo que hace a la Libertad: cientos de mexicanos están hoy en las cárceles presos de conciencia; nada más por lo que piensan o por lo que han gritado en las calles o por oponerse a las injusticias.
En todo lo demás el repaso es igual de insoportable: en casi un siglo de Revolución hoy somos más pobres que nunca; el desastre de la educación no nos da siquiera para un promedio de preparatoria; también estamos reprobados en materia de derechos humanos, que son pisoteados en todos los rincones del país; somos cada vez un México más chico, porque nuestra negligencia criminal nos ha llevado a perder cada año el equivalente a Aguascalientes en cientos de miles de hectáreas de bosques y selvas; estamos entre los más corruptos, sin duda alguna, en todo el planeta; también entre los más ineptos, los peores para manejar las potencialidades del país frente a las crisis internas y externas; tenemos gigantescas deudas con los rezagos de la pobreza acumulada del pasado y otras deudas aún mayores con un futuro hipotecado; cada día el mundo nos humilla con nuevas y pésimas calificaciones, retrocesos y pérdidas de liderazgo.
Por eso hoy, desde el epicentro de la desesperación crece la onda expansiva de la cábala de 2010: el estallido social de todos tan temido. Y desde las cúpulas del poder del PRI y del PAN —se sabe que el PRD no cuenta— ya se habla abierta o encriptadamente de la amenaza. Con un miedo común, porque nadie está libre de pecados de gula, avaricia y pereza con que se han devorado al país, lo han saqueado y han dejado que se hunda sin mover un dedo.
El mismo miedo que los ha llevado a proponer que 2010 sería un buen año para una revolución, sí, pero light y pacífica: “…porque a pesar de tanto jodido, en este país no se justifica la violencia”, dicen unos; “…porque los mexicanos no se van a volver a aventar a los madrazos”, dicen otros.
Como si las revoluciones fueran dádivas al gusto de los poderosos.
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