Las zonas del mundo con la menor incidencia en desastres “naturales” están en la mira de las empresas de bienes raíces, instituciones gubernamentales, aseguradoras y organismos financieros internacionales que “mapean” esos territorios para tasarlos a precios más costeables para ellos. Localizar en cuáles regiones es menor el impacto de los terremotos, huracanes y tornados, dónde se registran temperaturas de calor extremo o hay volcanes activos ocupan a los centros de inteligencia en medio de las crisis política y social que representa la amenaza por el cambio climático mundial.
Andrés Barrera, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que los miles de campesinos desplazados o la posibilidad de que las inundaciones y sequías dejen millones de muertos “no son materia de discusión entre los políticos que dialogaron en la Cumbre Mundial contra el Cambio Climático”.
El doctor en sociología advierte que la crisis por contaminación química o por la expansión salvaje de las urbes ante el desmantelamiento rural acusa situaciones de guerra. A su juicio, esto muestra un escenario planetario en el que hay “un vuelco en el valor de uso de los territorios del planeta”, que debe discutir la sociedad, ya que hace tiempo está bajo la consideración de los grandes centros de inteligencia.
Actualmente, el Panel Intergubernamental del Calentamiento Global pone el acento en dos temas centrales: las medidas de mitigación y las medidas de adaptación al cambio climático. Para Barreda Marín, esto sucede porque ya se están haciendo mapas pormenorizados de todas las zonas en el mundo que se inundarán por la elevación del nivel del mar.
En el centro del debate, está la eventualidad, cada vez más real, de que entre 2010 y 2050 la temperatura global aumente entre 3 y 4 grados. Esto significa un caos territorial planetario porque acarreará inundaciones, desplazamientos, muerte. En este caos, insiste el analista, nunca se especifica cuántos muertos habrá.
Los centros de poder político ponen el énfasis en que, con 2 grados más de temperatura, se derretirán todos los glaciares, desaparecerán el casquete polar, los bancos de corales y las fuentes de biodiversidad. Subrayan que, frente a ese fenómeno, se van a “estresar” las fuentes de agua. “Siempre hablan de efectos en escenarios naturales; nunca se detienen en los efectos devastadores en los escenarios sociales”.
El también economista político sostiene que estos datos implican muerte, pues este año ya hubo miles de fallecimientos por el cambio climático. “¿De cuántas personas estaremos hablando en 2011, de decenas de miles? En 10 años, ¿de cuántos, de cientos de miles? ¿Y en 50 años, de cuántos; y después, de miles de millones?”, pregunta.
Explica que ese cambio de política no se discute ampliamente entre la sociedad; tampoco se debate cómo se modifica la estructura de los Estados ni de la actuación articulada de los paramilitares en las comunidades rurales. Ahora, afirma, “sólo se tiene una visión totalmente nazi del cambio climático”.
Ocupación territorialBarreda Marín advierte que, en México, ya existe un problema de polarización extrema entre la sociedad: los que trabajan por la defensa del medio ambiente en grupos organizados y los gobiernos que “atacan desde el cambio climático”. Un escenario de esta pugna es Michoacán, al que califica como un punto paradigmático de este país.
Refiere que mientras los gobiernos y las organizaciones discuten sus concepciones sobre la defensa ambiental, las organizaciones del crimen organizado “están deforestando grandes extensiones con motosierras provistas de silenciador”. También sucede que cuando las comunidades defienden sus bosques de la deforestación, esos grupos los amenazan con metralletas.
Algo similar ocurre con los productores de aguacate. En el momento de la cosecha, llegan los grupos del narcotráfico y se llevan la mitad de lo que recogieron. El académico afirma que “esa ocupación territorial ya se instauró no sólo en Michoacán, sino en otras partes del país”. Advierte que esas fuerzas ya controlan los territorios rurales, los ocupan y avanzan.
Insiste en la necesidad de vincular los nuevos escenarios de la geopolítica del cambio climático –no totalmente cartografiados? con los escenarios de paramilitarización y desmantelamiento de los recursos. Anticipa que cualquier actividad de resistencia, por mínima que sea, que defienda un bien público será criminalizada, ya que la paramilitarización y el ataque contra los derechos territoriales de las comunidades están escalando.
Estudioso de la economía, Barreda describe que este complicado panorama ocurre en medio de un planeta que enfrenta tres picos: el petrolero, el hídrico y el minero. De acuerdo con el informe más reciente del Servicio Geológico Estadunidense, se han agotado ya más de 50 de los casi 80 minerales (metálicos y no metálicos) del mundo.
Las rocas de alta ley de mineralización prácticamente dejaron de verse y ahora ya no hay más que rocas de muy baja ley. Como resultado, se masificó la minería a cielo abierto y esta práctica se traduce en un ataque intensivo contra la geografía local.
“Es la geopolítica del agotamiento de los minerales”, que coincide con el pico hídrico; el de la energía y el de la biodiversidad, que desembocará en un gran colapso. Barreda Marín caracteriza la situación ambiental como resultado de la crisis de la política de los Estados por el control y ocupación de los territorios.
Búsqueda de espacioEl 6 de abril de 2007, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático presentó su informe en el que las hambrunas, la sequía, olas de calor, incendios, tormentas y la proliferación de enfermedades infecciosas figuraban como las grandes amenazas del calentamiento global. Tres días después, los senadores estadunidenses Richard Durbin (demócrata por Nebraska) y Chuck Hagel (republicano por Illinois) solicitaron que se elaborara la Estimación nacional de inteligencia sobre los retos de seguridad en materia de cambio climático.
Esa evaluación involucró a 16 agencias de inteligencia estadunidenses ?entre ellas, la Agencia Central de Inteligencia, la Oficina Federal de Investigación y diversas áreas de la inteligencia militar?. El trabajo conjunto, que se estimó entre tres y seis meses, proporcionaría los datos para tener una visión clara de esa amenaza. Aunque esto significaba una inversión significativa de tiempo y recursos, era un tema de seguridad, pues, según Durbin, las consecuencias del cambio climático son un claro peligro para Estados Unidos y una potencial “amenaza multiplicadora para la inestabilidad en todo el mundo”.
Extranjerización de la tierra
La gran extensión territorial que necesitan los monocultivos de soya y palma de aceite en Argentina, Colombia y Brasil acarrea especulación de tierras, desplazamiento de comunidades y alteraciones en la biodiversidad, sostienen analistas.
La tierra, antes de propiedad común, se privatiza cuando las agroindustrias determinan el proceso de producción de determinados cultivos. El ciclo monocultivo-privatización-éxodo se mantiene gracias a políticas públicas que alientan la industrialización agraria.
“Actualmente, los desplazamientos territoriales masivos tienen más que ver con las amenazas paramilitares y por presiones de las agroindustrias que por los desastres naturales que ocasiona el cambio climático”, sostiene Eduardo Correa, profesor del posgrado de derechos humanos de la UNAM.
Los enclaves con abundantes recursos naturales (agua, minerales, fauna y flora abundante) son reservas mundiales de gran valor. Ya sea por su potencial extractivo o porque las nuevas elites aspiran a habitar un determinado entorno, la puja por zonas rurales se convierte en una verdadera guerra de posiciones estratégicas.
Negocio de bancos y seguros
El 23 de noviembre de 2010, la Junta de Directores del Banco Mundial (BM) aprobó lo que llamó “paquete de tres iniciativas” por valor de 713.24 millones de dólares para reforzar el “esfuerzo verde” de México en energía, transporte y ambiente. Al anunciar este préstamo, el organismo financiero internacional destacó que esos rubros son “estratégicos” por su cercanía con los efectos del cambio climático.
El “paquete” del BM se divide en un préstamo por 401 millones de dólares para impulsar políticas públicas que promuevan los esfuerzos gubernamentales para alcanzar los objetivos de mitigación y adaptación al cambio climático contemplados en su Programa Especial de Cambio Climático.
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