martes, septiembre 13, 2011

¿Patente de corso? ¿Impunidad?


El director de Pemex está más organizado que el crimen organizado. Cuando menos y donde menos lo esperamos surge el siguiente atentado. Nos trae, a quienes hemos hecho de la defensa de Pemex una vocación y un deber nacionalista, a mal traer. No nos da cuartel, no nos deja momento de reposo. Tiende un velo para tapar otro, pero todos son igualmente graves y desoladores.

Aún no termina la polémica de los inconstitucionales contratos integrales asignados a una empresa inglesa mediocre y a una mexicana de gran tradición petrolera –seis años de antigüedad–, cuando nos enteramos de que ahora invierte más de 20 mil millones de pesos en Repsol, para mejorar el desempeño de la dirección corporativa de la empresa española, o para decirlo en términos castizos: para remover a un director general que no es del agrado de la constructora española Sacyr. ¿Qué no 20 mil millones es mucho dinero como para gastarlos en cumplir un caprichito de Sacyr?

¿No sería más propio que se dedicara a mejorar el desempeño de Pemex, de la que lo nombraron –no sé por qué– director, y limpiarla de corrupción y de ineficiencia? Así, sin gastar tanto dinero, ganaríamos mucho más. Pero eso no es todo. El señor director comprometió además el voto de Pemex en el consejo y en la asamblea de Repsol, para varios años, con una empresa constructora de aquel país, cuyo presidente quiere defenestrar al de Repsol, y cuyos intereses pueden ser muy diferentes a los de nuestra petrolera nacional. Esto es, cuando menos, inexplicable.

¿En qué líos está metido el director y quiere meter a Pemex? Ya hay en España la especie de que se trata de un fraude a la ley, que pretenden perpetrar Pemex y la constructora española. ¿Qué compromisos está adquiriendo y cuáles son los beneficios de la paraestatal, o los de él? ¿Irá a ser el representante en México de la constructora una vez que lo sustituyan en Pemex? ¿Tiene derecho el director de Pemex a sacar de la bolsa de nuestra empresa esa cantidad y usarla sin controles, o con la opacidad que rodea a esta nueva aventura? ¿Está comprometiendo la apertura de Pemex con sus socios de la constructora ibérica?

¿Qué pasa con la empresa off shore que se supone será la compradora de las acciones de Repsol? ¿Qué nos puede decir la Auditoría Superior de la Federación del control de estas operaciones?

El secretario de Energía declaró que están tan bien las finanzas de Pemex, que ya podemos pensar en salir a buscar negocios fuera. Ahora sí, no entiendo nada. ¡Ya no está en números rojos la paraestatal! Ya podemos ir al extranjero de compras. Supongo entonces que tendremos para el mantenimiento adecuado en Pemex, para reconfigurar nuestras refinerías, para hacer la nueva, o mejor las nuevas, ya que el déficit de gasolinas aumenta. En fin, ¡jauja en Pemex!

Pero no, soy más irónico que ingenuo y sé que aquí se seguirá, si lo permitimos, desmantelando la paraestatal, entregando la renta petrolera a los contratistas y esforzándose día con día para romper las cerraduras constitucionales y abrir Pemex en todas sus líneas, sin necesidad de violar, como hasta ahora, la Carta Magna.

Pareciera que el director de Pemex goza de inmunidad, cuando lo que sucede es que actúa con impunidad, con una patente de corso, como sucedió también con la empresa Pemex III –otro fraude a la ley para evitar el engorroso proceso de las licitaciones–, que recibió el contrato para construir la Estela de Luz del bicentenario y lo transfirió sin licitación a una constructora privada, convirtiéndose en un intermediario cuya única aportación fue la evasión de la ley.

En fin, este comentario tiene más preguntas que afirmaciones –y faltan muchas más–, porque ante la nebulosidad de lo que se presenta, las afirmaciones que para mí tengo son, por el momento, especulaciones y temores que surgen de las amargas experiencias que nos ha dejado la breve pero enormemente dañina administración actual.

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