WASHINGTON.- Los sanguinarios métodos de operación del cártel de Los Zetas reflejan el fracaso de la lucha militarizada de Felipe Calderón contra el narcotráfico y amenazan al estado de derecho en México.
“No tiene precedente ni forma ni razón el reguero de sangre que hay en México, pero afecta directamente el panorama político”, sostienen los analistas estadunidenses George W. Grayson y Samuel Logan en su libro El verdugo de hombres, que saldrá a la venta en Estados Unidos en los próximos días bajo el sello editorial Transaction Publishers, cuando en México estén en pleno desarrollo las campañas electorales más profusas de los últimos tiempos.
La obra es resultado de una amplia y minuciosa investigación sobre el origen y comportamiento de la organización criminal mexicana más violenta y peligrosa en la historia del trasiego de drogas, personas y armas en México y otros países.
Según los académicos Grayson y Logan, ni “Los Zetas ni ningún otro cártel desean el fracaso del estado de derecho en México. Al contrario, están ansiosos de llevar a cabo sus actividades con total impunidad; esto es, establecer un gobierno paralelo junto con rutas clave para el trasiego de drogas”.
Es más: los autores afirman que “dicha soberanía compartida ya existe en regiones como Tierra Caliente y el Triángulo Dorado (conformado por Chihuahua, Sinaloa y Durango), en Michoacán, Guerrero, Chiapas y Oaxaca, así como en sectores del norte del país, como Ciudad Juárez, Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo”.
A Los Zetas les atribuyen gran parte de los secuestros y otros delitos que ocurren en los territorios donde operan, así como actividades de lavado de dinero. Hoy, subrayan, los sicarios y dirigentes de ese cártel son los más temidos del hemisferio. “Es difícil persuadir a cualquier persona en México, Estados Unidos o Centroamérica para que hable sobre Los Zetas de manera abierta y franca”.
En 257 páginas Grayson y Logan no sólo indagan sobre la “zetanización de México”; también hacen un balance de la estrategia de Calderón para combatir a ese grupo y a sus organizaciones rivales: los cárteles del Golfo, de Sinaloa, Los Caballeros Templarios y La Familia Michoacana, e incluso rastrean su expansión a otros países, incluido Estados Unidos.
Los académicos ubican 1999 como el año en que se conformó ese grupo como brazo armado de Cártel del Golfo, liderado entonces por Osiel Cárdenas Guillén. Temeroso y desconfiado, el capo contrató a Arturo Guzmán Decena (Z-1), un exmilitar mexicano de élite, para crear un escuadrón de sicarios que garantizara su seguridad personal y eliminara o neutralizara a sus enemigos en Tamaulipas.
En El verdugo de hombres, Grayson, quien imparte la materia de gobierno en la Universidad de William and Mary, en el estado de Virginia, y Logan, un investigador especializado en temas de seguridad y crimen organizado, ofrecen un panorama aterrador del ambiente de inseguridad que priva en México.
Ambos observan que la violencia generada por el trasiego de las drogas se exacerbó a raíz de la guerra militarizada que desató Calderón contra los grupos del narcotráfico, y también por la disputa entre las bandas criminales por el dominio de rutas para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.
Los reacomodos
Para su investigación, Grayson y Logan consultaron reportajes publicados en medios de comunicación mexicanos, incluido Proceso, estadunidenses y centroamericanos, así como análisis gubernamentales y expedientes de testigos protegidos, para conocer la pirámide de poder del cártel y los nombres de sus dirigentes.
Según la edición que Transaction Publishers adelantó a Proceso, tras la muerte del Z-1 el 21 de noviembre de 2002, la dirigencia se concentró en Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca o El Verdugo, y Miguel Ángel Treviño Morales, El 40. Luego vienen 16 integrantes más, algunos identificados sólo por sus apodos. Ellos son los jefes de plaza.
La región norte, concentrada en Monterrey y Saltillo, es controlada por Francisco El Quemado Medina Mejía y Omar Treviño Morales, El 42, hermano de El 40. Piedras Negras y Nogales son custodiados por Raúl El Lucky Hernández Lechuga.
La región del noroeste, en Tamaulipas, es territorio de Salvador Alfonso Martínez Escobar, La Ardilla; de Jorge López, El Chuta; de Gustavo González Castro, El Erótico, y de Alberto José González Xalate, El Paisa.
En Durango el lugarteniente de El Lazca y El 40 es José Luis Sarabia, El Pepito 1; en Zacatecas el líder zeta es Iván Velázquez Caballero, El Talibán; en San Luis Potosí, una persona identificada como Alemán; en el Estado de México, Emilio Chamorro Almazán, El TJ o El Tejón”; en Guerrero, Víctor Nazario Castrejón Pena; en Chiapas, El Comandante Lobo, y en Guatemala, El Z-200 y Carlos Guízar.
Dicen Grayson y Logan: Los continuos cambios en la estructura original de la organización sobre la asignación de operaciones impiden a las autoridades “identificar a los criminales que están a cargo de una plaza, ciudad o estado, lo que complica los planes para rastrear, emboscar y capturar a jefes de medio pelo”.
En México, la ola de crímenes que se asocian o atribuyen a Los Zetas no necesariamente los cometen sus sicarios. Muchos corren a cargo de simples delincuentes que se hacen pasar por integrantes de ese cártel para infundir miedo a la población.
“Algunos zetas que son jefes de plaza dejan en paz a las familias después de que cooperan o pagan el monto del rescate o de la extorsión que han exigido por la libertad de secuestrados. En contraste, los zetas falsos repiten la extorsión contra la familia o negocio afectado”, escriben los autores.
Y acotan a renglón seguido: “Los Zetas genuinos llevan a cabo venganzas muy rápidas contra sus imitadores”.
La presunta alianza entre los cárteles del Golfo, Sinaloa y La Familia Michoacana para eliminar a Los Zetas, que desde 2010 se transformó en organismo independiente, es tema recurrente a lo largo de los 12 capítulos de El verdugo de hombres.
“Los Zetas es el único cártel del narcotráfico mexicano que tiene un importante componente femenino: Las Panteras, cuya estructura se concentra en el estado de Nuevo León, aunque tienen representación en otras áreas del país.
“Las Panteras son mujeres habilidosas que se encargan de negociar los acuerdos con los policías, políticos y oficiales militares u otros que pueden apoyar a Los Zetas en sus objetivos. Si no resulta el acuerdo, una pantera puede matar a su interlocutor”, indican Grayson y Logan.
Dicen también que como toda organización criminal, Los Zetas tienen personal dedicado al manejo del dinero que les deja la diversidad de sus actividades criminales, en particular el trasiego y venta de droga en Estados Unidos.
“El encargado de las finanzas de Los Zetas es El Comandante Sol, de quien se desconoce su verdadera identidad. Él es quien maneja los fondos de Los Zetas y se reporta directamente con El 40 y con su hermano Omar”, acota el libro.
Proyección hemisférica
La organización del Lazca y El 40 se distingue también por su apoyo irrestricto a quienes se muestran identificados con ellos, pues nunca abandonan a su compañeros caídos. Los familiares de zetas asesinados o encarcelados reciben mil dólares cada dos semanas, señalan Grayson y Logan. Por lo que respecta a los desertores, añaden, los sicarios los persiguen hasta aniquilarlos, al tiempo que hostigan a sus familiares.
Para ingresar a las filas de Los Zetas, los aspirantes son sometidos a rigurosos entrenamientos en centros que incluso El Verdugo y El 40 han instalado en Estados Unidos.
“Presuntamente Los Zetas dirigen cursos de adiestramiento que usualmente duran seis meses. Los entrenamientos se realizan en campos ubicados al suroeste de Matamoros, frente a la ciudad fronteriza de Brownsville; al norte del aeropuerto de Nuevo Laredo, cerca de Abasolo, entre Matamoros y Ciudad Victoria; y en el rancho Las Amarillas, en las orillas del pueblo de China, cerca de la frontera entre Nuevo León y Tamaulipas”, destaca el libro.
También consigna que “el FBI reportó que una célula de Los Zetas tenía un rancho en un condado aislado en el estado de Texas donde entrenaba a su personal y neutralizaba a la competencia (por medio del asesinato y tortura)”. Entre los “instructores” se encuentran Luis Alberto, Z-5, y el teniente Carlos Hau Castañeda, según el relato de un testigo protegido que se incluye en el libro de Grayson y Logan.
Dos de esos centros de adiestramiento zetas ubicados en Tamaulipas tienen incluso pistas de aterrizaje, anotan los autores de El verdugo de hombres, y explican que los ingresos por actividades ilícitas son divididos porcentualmente.
Analistas que hablaron off the record para la integración del trabajo, Grayson y Logan indican que el tráfico de cocaína constituye 50% de los ingresos de Los Zetas; de 10 a 15%, el tráfico de metanfetaminas y heroína; otro tanto las extorsiones; 5% el tráfico de indocumentados y contrabando, y entre 10 y 15%, otras actividades.
Los dos investigadores dedican un importante espacio de su obra a destacar la presencia y dominio de Los Zetas en Honduras, El Salvador y Guatemala. Revelan también una alianza trasatlántica de El Verdugo y El 40, según los reportes de diversos medios de comunicación de México y América Central.
“Nicola Gratteri, el jefe de las operaciones antinarcóticos del gobierno de Italia, sostiene que en los últimos dos años Los Zetas han colaborado con la mafia de Calabria, con la ‘N’drangheta’.
“Esta relación se estableció en razón del bajo costo de la cocaína que ofrecen Los Zetas y el Cártel del Golfo a los consumidores de Italia. Los narcotraficantes mexicanos venden el kilo a 25 mil dólares y los italianos la venden a sus clientes europeos a 45 mil dólares el kilo”, casi al doble, explica el libro.
Las operaciones de tráfico de droga y de inmigrantes, secuestros y piratería de Los Zetas se sustentan en la compra de funcionarios públicos locales, según se desprende de El verdugo de hombres.
Con base en las declaraciones de un testigo protegido, Grayson y Logan afirman que “un presidente municipal que trabaja para La Familia Michoacana y al mismo tiempo pasa información a Los Zetas recibe un salario mensual de unos 15 mil dólares”.
También afirman que integrantes de esa organización son especialmente sádicos, y describen sus métodos para levantar, torturar, asesinar y eliminar los cuerpos de sus víctimas.
Dentro de Estados Unidos
En Estados Unidos, Los Zetas cuentan con una red de colaboradores.
Grayson y Logan aluden al proceso judicial de James Bostic, un narcotraficante confeso que compró cocaína a Los Zetas de 2005 al 2 de febrero de 2010 para traficar. En su declaración, Bostic aseguró haber pagado 589 mil dólares a un distribuidor de drogas de Los Zetas en un hotel en White Marsh, Maryland.
Desde mediados de 2007, investigadores federales admitieron que los narcos de esa organización tenían actividad en Tennessee y Oklahoma, donde también realizaban secuestros y extorsionaban a los ciudadanos. En Atlanta incluso negociaron con el grupo de Los Tolles para operar en esa ciudad y tener a su disposición las rutas del trasiego de narcóticos que llega a Chicago.
Al año siguiente llegaron a Memphis y dominaban los corredores de droga que cruzan Texas, en particular las ciudades de Dallas y Houston. En octubre de 2008 el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) emitió un boletín de inteligencia en el cual asentó que el alcance y presencia de Los Zetas se había extendido al suroeste y medioeste de Estados Unidos.
Asimismo, dicen Grayson y Logan, por medio de informantes y de un integrante de la pandilla Pistoleros Latinos, agentes del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza confirmaron que Los Zetas contrataron a pandilleros locales para que protegieran los cargamentos de droga en territorio estadunidense y perpetraran asesinatos o secuestros.
Las conclusiones de Grayson y Logan sobre el problema que representan Los Zetas para México y la región son alarmantes. Y su dictamen en torno de la estrategia militarizada de Calderón para contener al narcotráfico es devastador:
“El gobierno de México asesta golpes solamente contra individuos del crimen organizado o grupos pequeños, pero tiende a concentrarse en atrapar a uno por uno de los capos. Esta estrategia hace que aumente la violencia porque los subalternos, quienes son menos habilidosos que sus jefes destronados, buscan remplazar al capo y otros cárteles sacan provecho del grupo decapitado.
“(…) Su relación con la organización de los Beltrán Leyva permitió la expansión de Los Zetas en Monterrey y Zacatecas, y posiblemente los relaciona con La Línea –el grupo de sicarios del Cártel de Juárez– que les abrió las puertas de esa ciudad”.
Advierten también que, de acuerdo con reportes de inteligencia, La Línea se encarga de las operaciones del debilitado Cártel de Juárez. Ante el posible retiro de Vicente Carrillo Fuentes y el arresto de sus socios, puntualizan, esta despiadada pandilla podría unirse a la causa común de Los Zetas por medio del intercambio de tácticas de apoyo y permitiendo que tengan acceso al lucrativo corredor de Juárez.
“Si se materializa su supuesta alianza con La Línea –insisten–, Los Zetas se beneficiarán de los servicios y experiencia de expolicías en la región Ciudad Juárez-El Paso, en lugar de depender de las labores de criminales neófitos.”
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