Luis Hernández Navarro
Desgraciadamente para la derecha venezolana, las pasadas elecciones presidenciales en ese país no se realizaron en México. Según el sondeo de un diario nacional, casi la mitad de la población mexicana encuestada tiene una mala opinión del presidente Hugo Chávez. Desafortunadamente para ellos, en Venezuela el mandatario se religió con más de 60 por ciento de los votos.
Los resultados de la encuesta no sorprenden a nadie. Desde hace años ha habido en nuestro país una sistemática campaña de desprestigio contra la revolución bolivariana y su presidente. En esta ofensiva propagandística han participado lo mismo revistas, como Letras Libres, que los medios de comunicación electrónicos. La campaña ha sido impulsada desde la Presidencia de la República y desde las filas del Partido Acción Nacional (PAN).
Esta cruzada ha tenido tres momentos cumbres. El primero fue en Mar de Plata, Argentina, durante la fracasada reunión para promover el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA), en la cual los presidentes Vicente Fox y Hugo Chávez tuvieron un fuerte encontronazo verbal y retiraron sus respectivos embajadores. El segundo tuvo lugar durante la pasada campaña electoral mexicana, cuando el entonces candidato Felipe Calderón utilizó la imagen del mandatario venezolano para descalificar a Andrés Manuel López Obrador. El tercero aconteció a lo largo de la gira por Europa del presidente mexicano, quien arremetió contra el venezolano.
Previamente, Fox recibió en Los Pinos a los dirigentes democristianos de Venezuela, poco tiempo después de que habían apoyado un golpe de Estado contra el mandatario legítimamente electo. El más reciente incidente lo protagonizó Manuel Espino, el dirigente nacional del PAN, hace un par de días.
No están solos en su ofensiva contra el gobierno venezolano. Ante el desgaste sufrido por el Departamento de Estado en Washington, también le han entrado al relevo Oscar Arias, en Costa Rica, y Nicolás Duarte, en Paraguay. En sentido contrario a esta tendencia, ni el gobierno venezolano ni la izquierda mexicana han respondido de manera articulada a los ataques.
En silencio la diplomacia bolivariana ha facilitando que mexicanos con cataratas se operen gratis en aquel país, y que organizaciones sociales se acerquen a conocer lo que sucede en Caracas. Sin embargo, poco se ha hecho para proporcionar a los ciudadanos mexicanos una visión ordenada, sistemática y equilibrada de lo que sucede en aquella nación.
La campaña de la derecha mexicana se empeña en presentar a Chávez como un dictador que está cancelando las libertades individuales y como un populista que malgasta su riqueza petrolera. Caracteriza a quienes dieron el fallido golpe de Estado de abril de 2002, impulsaron el paro patronal de 2003 y organizaron el sabotaje petrolero como demócratas que luchan contra la tiranía.
Es el mundo al revés. Hugo Chávez ha ganado, una tras otra y por amplio margen, todas las elecciones que se han realizado en esa nación. Triunfó, también, en el referendo revocatorio de 2005, supervisado por el Centro Carter. En los pasados comicios presidenciales la abstención fue de alrededor de 25 por ciento, cerca de 15 puntos porcentuales menos que las elecciones mexicanas.
Quien haya estado en Venezuela puede constatar que la televisión, la radio y la prensa escrita critican regular y sistemáticamente al gobierno hasta extremos inimaginables en México. Se le ofende personalmente y se hacen juicios racistas en su contra que no toleraría ninguna democracia. A pesar de ello, se le acusa de que limita la libertad de prensa.
La derecha ha presentado la decisión de no renovar la concesión de Radio Caracas Televisión (RCTV), que expira el 28 de mayo de 2007, como un ataque a la libertad de palabra. Las ondas hertzianas en Venezuela son propiedad estatal y RCTV apoyó el golpe de Estado. ¿Por qué su gobierno debe renovar la concesión? RCTV no será expropiada y podrá seguir transmitiendo a través de cable.
La oposición toma regularmente las calles de Caracas para protestar contra las medidas del gobierno que considera injustas sin que nadie lo evite. En el mundo laboral existe libertad de asociación sindical. Decenas de partidos políticos participan en las elecciones. Tan sólo 25 de ellos apoyaron a Chávez durante los pasados comicios y más de 10 participaron en la coalición opositora. ¿Es eso una dictadura?
El último episodio de esta campaña son las declaraciones de Manuel Espino contra la ley habilitante que otorga al mandatario la facultad de legislar en algunas áreas sin la participación del Congreso. Se trata de una potestad similar a la que el Congreso de Estados Unidos proporciona a su presidente para negociar acuerdos comerciales con otras naciones por la vía rápida sin injerencia de los legisladores. En Venezuela esa facultad ha sido utilizada en las pasadas décadas durante seis ocasiones y nadie pareció apurarse mucho por ello.
Existen insuficiencias reales en la revolución bolivariana para criticarla con sustento. El aparato de Estado existente es casi el mismo que el de antes de la llegada de Chávez al poder en 1999. La burocracia es tan ineficaz como lo fue antes. Hay amplia corrupción y enorme inseguridad pública.
Pero a la derecha mexicana no le preocupan esas cosas. Le angustia su influencia continental y que ha mostrado que los gobiernos pueden dar marcha atrás a las reformas neoliberales, que no necesariamente llegaron para quedarse.
La derecha mexicana prefiere utilizar a Hugo Chávez como "bolsa de golpeo" para pegarle a la izquierda en su país. Pero esa izquierda prefiere jugarle al avestruz, y hacer como que la crítica no se dirige a ella. Sería conveniente para esa izquierda debatir en serio, de cara a la opinión pública, qué es lo que hoy sucede realmente en Venezuela. Si no lo hace terminará pagando, más temprano que tarde, facturas muy caras.
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