Editorial
Conforme pasan los años, el daño que los gobiernos neoliberales le han provocado a Petróleos Mexicanos (Pemex) es más profundo. De acuerdo con el informe del resultado de la revisión y fiscalización de la Cuenta Pública 2005, realizadas por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), Pemex hipoteca la facturación de crudo para amparar sus deudas, lo que provoca que la paraestatal pague de más, y otros problemas igualmente graves. Los casos analizados por la ASF señalan que Pemex paga una sobretasa de 2.1 por ciento adicional, lo que generó un sobrecosto de 649 millones 434 mil 200 pesos.
La mayor parte de los ingresos obtenidos por Pemex se destinan al presupuesto. En los años recientes, la dependencia del Estado respecto de los recursos petroleros ha aumentado significativamente. Como consecuencia, la inversión con capital propio ha caído constantemente en estos años. Esta decisión de los responsables de la política fiscal del país ha obligado a la paraestatal a endeudarse para financiar sus programas, a través de los proyectos de inversión con impacto diferido en el gasto (Pidiregas), entre otros mecanismos, una situación absurda si se considera que Pemex es una de las cinco empresas petroleras más grandes del mundo, y la elevada cotización del precio del crudo de los últimos años. En la actualidad, el financiamiento por medio de Pidiregas alcanza 92 por ciento de la inversión de la empresa, lo cual revela su enorme dependencia hacia recursos privados.
Ahora sabemos que la paraestatal debe comprometer su factura para amparar su deuda, que en este momento asciende a 569 mil millones de pesos. Es decir, ¿los proyectos productivos que se pagan con Pidiregas no son autofinanciables y hasta generan pérdidas?
No hay que olvidar que Pemex atraviesa una situación difícil debido a los malos manejos de los que ha sido objeto la paraestatal. No sólo se ha convertido en la caja chica del gobierno federal, con el consecuente descuido del negocio. La negligencia que ha provocado que las instalaciones casi se caigan a pedazos, el detrimento de la producción y de las reservas estratégicas, y una deuda exorbitante, ahora provocan que el dinero obtenido por los recursos naturales del país se empeñe como si fuera una transacción simple.
Nada más alejado de la realidad. Cuando se acude a malabares financieros para menoscabar una empresa, es indicativo que existen otros proyectos que persiguen diferentes objetivos. Es cuestión de tiempo para que el edificio construido de esa forma se derrumbe, porque los cimientos son frágiles. Se tapan hoyos destapando otros, hasta que llega el momento que ya no es posible hacerlo, para que alguien más se haga cargo de su reconstrucción.
En este sentido, la estrategia elegida para financiar a Pemex está constituyendo un esquema de financiamiento complejo, que la pone en una situación de extrema vulnerabilidad, la cual podría provocar una crisis de grandes proporciones.
¿No es posible orientar los recursos de Pemex a los sectores productivos? ¿No es posible encontrar otro esquema que no incluya la deuda y la hipoteca de la facturación petrolera? Después de todo, no hay que olvidarlo, lo que se pone en juego es el patrimonio de todos los mexicanos.
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