José Agustín Ortiz Pinchetti
Incapaz de sustentar prestigio en hechos, el régimen de Felipe Calderón construye su imagen en mentiras activas y negativas. Invenciones o negaciones. En esta simulación están empeñados los voceros del régimen y una legión de "analistas serios". Los verdaderos soportes de Calderón son los grupos de interés, y una franja de éstos son las oligarquías que controlan los medios. Esta política no podrá durar mucho. La verdad se va a imponer, y además no será fácil alimentar tantas voracidades. Este gobierno estará pronto en dificultades económicas.
Calderón es inventado como un presidente exitoso, o por lo menos "con clase". Se exalta su machismo al usar el Ejército contra los narcocircuitos. Pero es evidente que no tiene oficio y que su aventura militar está teniendo rendimientos decrecientes. En cuanto al desempeño económico, Calderón ha mentido diciendo que ha generado 200 mil empleos, cuando en realidad el país los ha perdido al aumentar la tasa de desempleo 4.2 por ciento, si comparamos el del mes antepasado con el de 2006. El triunfalismo sobre la recuperación económica contradice lo que afirma la Secretaría de Hacienda, que ya prevé una desaceleración.
Comentaristas orgánicos dicen que Calderón ya se legitimó, y que vivimos en la normalidad democrática. Eso es negación. La mitad de la población cree que hubo fraude. Salvo los más recalcitrantes, todos admiten que el recuento de votos no resiste un análisis, y que la elección fue inequitativa y sucia.
La eliminación virtual de AMLO es otra de las grandes negaciones. Una periodista británica me comentaba que el cerco mediático ha logrado que este personaje "desaparezca", como si se lo hubiera tragado la tierra. No es tan fácil, porque 30 por ciento de la población lo sigue aclamando como el "presidente legítimo". Setenta y nueve por ciento lo considera el único opositor verdadero. Sin embargo, se le niega el espacio que en cualquier sociedad abierta se concedería al principal contrincante del gobierno. En la más reciente concentración, el 25 de marzo, sólo 40 por ciento de capitalinos sabía del evento. A pesar de que la concentración por lo menos atrajo 180 mil personas, la televisión le concedió un espacio marginal, mientras exaltaba la peregrinación contra el aborto, con apenas mil protestantes muy católicos.
Las graves denuncias de AMLO sobre la existencia de un paraíso fiscal, que permite a las grandes corporaciones eludir sus cargas tributarias, han sido soslayadas. En cualquier país democrático habrían provocado convulsión. ¿Los medios seguirán ignorando el trabajo de López Obrador?
No se debió ocultar la rechifla que propinaron a Calderón los jóvenes becarios de Telmex en el Auditorio Nacional. La televisión no concedió a ese hecho escandaloso ningún espacio. La invención de Calderón como poderoso y vencedor tiene sus riesgos. No puede intentar ninguna reforma importante. Atrapado en una red de complicidades, no puede desafiar al PRI ni tampoco a AMLO. Mientras tanto, a López Obrador no le preocupa mucho que lo borren del mapa. El continúa trabajando. En su equipo no nos preocupa la conspiración del silencio. Quizá lo mejor que nos puede pasar es ¡que nos den por muertos!
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