domingo, junio 17, 2007

Reformas deseables, reformas posibles

José Agustín Ortiz Pinchetti

No me lo tomen a mal, pero no creo posible que salga adelante la reforma del Estado. Interesante catálogo de temas y presencia de asesores, entre ellos Diego Valadés y Porfirio Muñoz Ledo. Pero creo que hay tres razones para que no funcione el proyecto: primero, porque en México las grandes reformas sólo han sido posibles después de un conflicto en que uno de los contendientes es borrado del mapa y el otro puede imponer su proyecto (1824, 1867, 1917). Segundo, el pactismo (consenso) es imposible después de las heridas que provocó la desastrosa elección de 2006. Tercero, porque Calderón, por cuenta de los grupos de interés, quiere imponer "las reformas estructurales" y los otros partidos no están dispuestos a seguir al régimen, sino "colonizarlo". Esto fue lo que hizo que Fox, que al principio del sexenio había logrado un consenso muy amplio, lo desperdiciara y lo congelara.

No soy tan pesimista por lo que toca a la reforma electoral. La legislación actual y las reformas de 1994 y 1996 están dañadas irreparablemente. No sólo por sus debilidades técnicas, sino por el abuso que la derecha hizo de ellas. La perversidad o ineptitud con la que actuaron el presidente de la República, los gobernadores priístas y panistas, los medios electrónicos, las organizaciones patronales para impedir la alternancia emponzoñó la lucha política. Hay que blindar el sistema para que las elecciones de 2009 sean creíbles. Lo lógico, me diría usted lector amable, sería que la derecha quiera seguir gozando de ventajas. Pero creo que el PRI y el PAN están haciendo un análisis de las circunstancias y que se van a inclinar por permitir la reforma para conjurar males mayores.

Calderón no ha logrado legitimarse; 65 por ciento de la población está seguro que hubo fraude en su elección o duda si lo hubo. A pesar de una costosa campaña de medios, el agravio sigue abierto. La inconformidad social tenderá a crecer. Aumenta la resistencia a la abusiva Ley del ISSSTE y a los crímenes impunes de Oaxaca. No hay esperanzas de crecimiento económico. En el primer trimestre del año se perdieron 250 mil empleos y ahora es mucho más difícil buscarlos en Estados Unidos. La campaña militar de Calderón está fracasando. Cada día hay una ración de crímenes y de abusos de los soldados contra la población. El Congreso en lugar de lanzarse a la aventura de la reforma del Estado debería exigirle cuentas a Calderón por haber suspendido de hecho las garantías individuales sin un decreto del Legislativo y sin límites, en brutal violación de los artículos 29 y 129 de la Constitución.

La gobernabilidad no está garantizada. Intentar hacer las elecciones en 2009 con un sistema electoral que tenga los mismos personajes y defectos de 2006 puede ser muy peligroso para la estabilidad del país y del régimen. Aunque la reforma electoral parece indispensable y urgente, nuestro optimismo debe moderarse. Por lo que toca a la sensibilidad de la derecha mexicana, no hay que hacerse muchas ilusiones.

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