sábado, agosto 25, 2007

El proyecto

Luis Javier Garrido

En el inicio del siglo, México ha entrado a un periodo crítico, pues se está fraguando no sólo la entrega de recursos básicos al exterior y la cancelación de los derechos sociales del pueblo, sino la consolidación de un nuevo autoritarismo.

1. El régimen presidencialista del México actual, que no pasa de ser una caricatura del que plantea la teoría constitucional sometiendo a los poderes a contrapesos y controles, se sigue caracterizando como en los años del priísmo por tener un Ejecutivo (que ahora es de facto) que actúa por encima de la legalidad, repartiendo contratos y concesiones como miembro prominente de una mafia y brindando impunidad a quienes lo respaldan, aunque a diferencia del de aquellos años no cuenta con una mayoría legislativa. Fox y Calderón son, sin embargo, tan impunes al delinquir como lo fueron Díaz Ordaz o Salinas.

2. Una cuestión central se está soslayando además, ante la desesperación de Felipe Calderón por cumplirle a Washington con “la contrarreforma estratégica”, y es que en los años del priísmo los presidentes podían negociar con los sectores del PRI y los poderes fácticos, en el marco del régimen (que no era el semitotalitario que inventan en su imaginario los panistas), por haber un consenso en aspectos fundamentales del proyecto nacional plasmado en la Constitución, el que no existe ahora, por la posición de los extremistas en el poder, que defienden intereses antinacionales y antipopulares.

3. La añoranza de la derecha mexicana por un presidencialismo autoritario, que nunca existió con los rasgos que ahora le dan los panistas en su fantasía, es lo que los hace promover la difusión de tesis sobre “la gobernabilidad” y los “gobiernos compartidos” y negar el papel histórico y constitucional del Congreso, que ha sido y debería ser el de frenar al Ejecutivo y oponerse a éste cuando se halla en manos de la oposición, como fue el caso durante mucho tiempo en Estados Unidos en el pasado.

4. El punto central es empero que en el México actual no existe ese acuerdo “en lo fundamental”, del que hablaban Otero y los liberales mexicanos en el siglo XIX, por dos razones fundamentales. La alianza de grupos mafiosos que se han enquistado en el poder desde los años 80, encabezados por Carlos Salinas de Gortari, que sigue siendo “el hombre fuerte de México”, y que usan a Felipe Calderón como su pelele, ha hecho del poder público un botín y establecido una democracia simulada, y lo ha hecho para desmantelar a la nación, en función de los intereses trasnacionales y del gobierno estadunidense, lo que los ha llevado a restringir los derechos individuales y a cancelar los derechos sociales, como lo ordenan los programas neoliberales, todo lo cual es contrario a la Constitución y al sentir de millones de mexicanos.

5. El gobierno de Calderón no representa los intereses de México cuando asiste a una reunión con Bush y Harper como la de Montebello (20-21 de agosto), en la que al igual que Fox actúa como una marioneta de Washington, y en esto no podría tener respaldo de la oposición, sino su señalamiento de que actúa como un traidor a México. Muy grave es, por ejemplo, que a cambio del apoyo de los republicanos siga comprometiendo a México en la llamada Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), que amenaza la independencia del país.

6. Y si no existe “un acuerdo en lo fundamental”, los acuerdos en lo particular sobre aspectos nimios, que no cambian las estructuras económicas y sociales, y que promueve el gobierno espuriete de Calderón, no buscan sino el aval del PRD a su gestión ilegítima y dar una imagen de pluralidad y de supuesta “normalidad democrática”, como lo ha visto todo mundo, menos algunos dirigentes del PRD.

7. El papel de la oposición en un régimen republicano y democrático es el de oponerse al gobierno, mucho más cuando éste es espurio y producto del fraude, y todavía más como cuando en el caso de Calderón actúa en la ilegalidad y contra la Constitución. Y en este escenario, es su obligación hacer fracasar las iniciativas gubernamentales tendientes a comprometer al país y a los derechos del pueblo.

8. El proyecto de Los Pinos para someter al perredismo, lograr la aprobación de la contrarreforma y marginar a López Obrador, que fracasó tras el congreso del PRD, no se ha ocultado, pues los propios actores políticos lo han dejado entrever y la prensa de la derecha lo ha impulsado. Este supone que tras la aprobación de la llamada “reforma del Estado” (que no pasa de ser una serie de modificaciones a las leyes electorales), Calderón reorganizaría su gabinete para invitar a perredistas, asumiéndose así más cerca del modelo de la ultraderecha “moderna” del francés Sarkozy que de la oscurantista de los neofranquistas españoles Aznar y Rajoy. El senador Carlos Navarrete advirtió en ese sentido a los reporteros que acusaban a Nueva Izquierda de echarse para atrás luego del congreso (en el que habían logrado abrir la vía al encuentro con Calderón) diciéndoles: “esperen la reforma del Estado” (Milenio Diario del 21 de agosto).

9. Los que van en esa dirección estarían llevando al PRD en 2007, casi 20 años después de su nacimiento, a una claudicación total que negaría por completo su razón de ser: a hacer suya la antidemocrática tesis panista de 1988, esgrimida por Luis H. Alvarez, de que un gobernante “con ilegitimidad de origen” –Salinas entonces, como hoy Calderón– se podría legitimar por el aval de la oposición. A cambio de que vivales miembros de una elite política corrupta que se asumen como “de izquierda” ocupen cargos públicos o se enriquezcan, se apuntalaría por décadas el dominio de la ultraderecha en la vida nacional, cancelándole de paso derechos históricos al pueblo.

10. El régimen autoritario del siglo XXI que el salinismo y el panismo aliados intentan edificar puede tener el aval de muchos miembros de la que ahora se dice “la oposición”, pero va en contra de los derechos del pueblo y está, por lo mismo, destinado al fracaso.

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