¿Dónde Está "La Mayoría" de Calderón?
El seudo Grito que dio Calderón en medio de un impresionante y costoso dispositivo de seguridad y sordera, volvió a mostrar la cruda realidad: A Calderón no lo quiere la gente. Si no son obligados —por el trabajo, la amistad o complicidad— a acudir a algún acto que se pretende faraónico, nomás no van. Esto es, o los acarrean o no salen de sus casas.
No obstante, los fanáticos neonazis y los sesudos "analistas" de las televisoras, cuando intentan denostar a Andrés Manuel López Obrador, machaconamente recurren al argumento de que sólo un tercio votó por él y "la mayoría lo hizo por Calderón".
Además de falso, como se comprueba en cada acto oficial o partidista, es tonto, pues Calderón ni siquiera alcanzó el tercio, pues para más o menos completarlo (apenas medio punto porcentual arriba de AMLO) debió quitarle votos al PRI y al PRD y sumárselos él. Las trampas probadas y comprobadas —"que nadie vio", según reporte miope de la Arquidiócesis de México y desplegados de unos "abajo firmantes"— apenas lograron sacarle (a la mala, como ordenó Jorge Castañeda Gutman) medio punto de ventaja al Peje, la cual se presumió y vociferó como si hubiera sido una mayoría aplastante, digamos de 20 ó 25 puntos.
Los "abajo firmantes" y la santa Curia, que además de ciega resultó sorda en los casos de sacerdotes pederastas, soslayan deliberadamente que la encuestitis que situó y sitúa a Calderón como el más popular del país, no se corresponde con la realidad de su convocatoria a sus actos desangelados, a pesar de sus bravuconadas y los costosos acarreos de beneficiarios de los programas sociales del gobierno federal, para inflar la asistencia. Pero ni así llenaba.
En cambio, López Obrador arrastraba —y sigue arrastrando— miles de gente NO PAGADA NI OBLIGADA, que acude a ver a su legítimo Presidente, QUE NO SE AUTONOMBRÓ, sino que fue investido por la mayoría que votó por él. Esa es una realidad. Que hay y siempre hubo militantes y gente del PRD, es cierto. Como también del PT y Convergencia. Pero la mayoría era y es gente apartidista, seguidores nada más del Peje, no por su mesianismo (como lo quiso denostar el historiador de Televisa, Enrique Krauze), sino por su congruencia, algo imposible de entender por los fanáticos de la tecno-teocracia reinante.
En la apoteosis de su campaña Calderón apenas pudo llenar la Plaza México y ahora apenas alcanza a más o menos llenar un tercio del Zócalo con acarreados, sin atreverse a hacerlo en el Estadio Azteca, por decir algo, con capacidad para 100,000 personas. En contraste, López Obrador reunió 1 millón de ciudadanos de todas las edades y clases sociales en el Zócalo y las avenidas de la Ciudad de México que confluyen en el corazón de la capital del país. Y no una, sino varias veces.
Hoy, a 9 meses de usurpado atropelladamente el poder gubernamental, las encuestas pagadas siguen dando a Calderón una enorme popularidad ficticia, pues NO se corresponden con la realidad. Dondequiera que va el "presidente institucional" su guardia pretoriana tiene que afanarse por impedir que vea y compruebe el descontento popular, ya que es repudiado por la ubicuidad de —según sus panegiristas— "unos cuantos renegados" (Fox dixit avalado por la intelectualidad barriobajera), como si fueran siempre los mismos.
Hace casi un año que Calderón no puede prescindir de los kilómetros de vallas y cientos de soldados y policías que mantienen alejado al pueblo que supuestamente votó por él. Eso lo obliga a lanzar a cada rato exhortos y declaraciones, apoyadas en campañas televisivas de medios y anunciantes, llamando a "la unidad nacional" —obviamente, en torno suyo y su camarilla depredadora—, confesión de que no la tiene, luego de haberla fracturado, asumiéndose como garantes de lo que más combatieron con mentiras y lodazal. Los violentos llaman a la paz. Los nazis exhortan a la concordia. Los dictadores convocan a la democracia. Por esa hipocresía nadie pela a Calderón, a pesar de la insistencia de sus intelectuales de baja capacidad perceptiva.
Contrastando con el capullo militar en que hiberna Calderón, cuando no sale a pasear o para apenas ir a dos o tres cubiles de sus cómplices, Andrés Manuel López Obrador anda libremente por el país, a gusto entre la gente, el pueblo llano, que lo arropa, lo sigue y le cree. Eso se llama autoridad moral, que "los abajo firmantes" atribuyen a dinero sucio o apoyos de "dictadores" sudamericanos (en alusión al demonio desquiciante del gobierno de Bush, que no del pueblo de Estados Unidos, Hugo Chávez). Cree el león que todos son de su condición.
Y lo más importante: Calderón hoy, como Fox ayer, trabaja y se desvela por servir al amo gringo y entregarle un país depauperado y unido en torno al repudio al objetivo globalista de "ser gringos". El talante lacayuno del actuar de Calderón no lo perciben sus "intelectuales" fanáticos, pero sí el ciudadano común.
En cambio, El Peje defiende la nacionalidad mexicana con toda su riqueza histórica y potencial futuro, luchando por la dignidad ciudadana y humana del último habitante en el rincón más olvidado de la república.
Por eso no le cuadran sus cuentas a Calderón ni a sus corifeos con la realidad que sólo ellos no quieren percibir, por más vueltas que le dan y más encuestas que pagan. Convocan a su mayoría virtual y apenas se presentan los obligados, allegados y cómplices. La "aprobación" numérica de sus encuestas no se materializa en el apoyo ciudadano. En cada acto lo vemos.
En cambio, López Obrador convoca a su "minoría" real y abarrota ciudades.
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