martes, diciembre 11, 2007

Cultivadores de esperanzas


Michel Balivo y J. Kalvellido

(Ahora es cuando hay revolución)

Algunos amigos me escriben con tristeza y rabia preguntando que pasó. Bueno, pasó que esta vez la reforma constitucional bolivariana no pudo ser. Comienzo por ser sincero, por admitir que no esperaba esta derrota. Me desilusioné, estuve triste y en soledad hasta lloré. Si eso es ser débil y poco hombre, pues lo soy sin duda. Sentí como si el futuro se cerrara, se evaporara dejándome desnudo y desnorteado. No fue la primera vez, no será la última.

Eso es lo que soy, así siento, si algún día soy y siento otra cosa se lo haré saber a quienes interese, porque no experimento el menor deseo de construir nada sobre apariencias. Me tomó un intenso trabajo atencional y experimental comenzar a medio reconocerme y aceptarme tal cual soy, para poder ir empezando a construir sobre ese piso real.

A lo largo de todos mis escritos he dicho que mi propia experiencia no me permite creer en recetas revolucionarias ni en la producción o construcción del hombre nuevo. La vida y en especial la revolución de la vida, no es un mecanismo lineal predecible. Esa es la inercia de una época de pensamiento maquinal de la que intentando salir, vamos paso a paso cayendo en cuenta. Porque la vida no transcurre solamente en elevadas y abstractas atalayas.

No vivimos solamente en la azotea, en nuestra cabezota, también tenemos vísceras, estómago, sótano. Y corazón como punto medio, de equilibrio. Y cuando descuidamos esas habitaciones luego despertamos sorprendidos y extrañados, sentados en una calabaza y chupando un palo como canta Joan Manuel Serrat.

El conocimiento es poder, permite repetir a voluntad lo que ya aprendimos, nadie duda de los avances de la ciencia que han revolucionado la economía y la cultura. Que se los use inapropiadamente es otra cosa. Las herramientas son neutras, son las intenciones las que se mantienen humanas o se deshumanizan. Pero como todo, esas direcciones tienen sus umbrales de tolerancia, más allá de los cuales atentan contra si mismas.

Cuando yo comencé a reconocer como falseaba lo que realmente sentía y decidí hablar y actuar fiel a ello, cada paso encontraba una resistencia en los hábitos que yo mismo había alimentado en convivencia, exigía un precio ese cambio que deseaba. Eso no lo sabía, lo fui descubriendo a medida que intentaba avanzar acorde a lo que iba sintiendo.

Si lo hubiese sabido no hubiese estado en esas circunstancias ni habría sido necesario hacer nada al respecto. Ante cada resistencia que encontraba tenía que decidir qué hacer, tenía que afrontar mil temores y especulaciones. Nunca supe cual serían los resultados de mis decisiones, pues solo conocía lo que ya había hecho y ahora deseaba cambiar.

Aún hoy no se que me encontraré en el camino ni que respuesta le daré, así que lo que realmente comencé a cambiar fue toda mi forma de vida. Fui descubriendo lo que en mi prefería lo seguro al temor de lo incierto, de lo por experimentar y conocer. Estaba eligiendo entre el temor paralizante y la fe, la voluntad propulsora.

Contándoles esto no pretendo hacer una apología de mi experiencia, sino poner en claro que una revolución involucra todo lo que somos, implica cambio y creatividad, no hay recetas hechas, y aunque las hubiera ni una comida sabe igual a la otra.

No hay mapas, es terreno desconocido que hay que ir explorando paso a paso, como si avanzáramos en medio de una oscura noche. Es como si el piso fuese apareciendo a medida que vas dando el paso y no antes. Solo puedes avanzar con gran fuerza interna y decisión, convicción, confiando en tus capacidades, porque cuanto más avanzas más te das cuenta que no hay y nunca hubo nada más que te impulse y sostenga.

Luego de este traspiés revolucionario cada cual opinamos desde nuestra trinchera particular. Que si los medios de comunicación, que si las nuevas élites que se aburguesan, que si estamos infiltrados, que si el imperio, que si la gente tiene miedo y no tolera mucho tiempo sin que mejoren sus condiciones.

No decimos nada nuevo, solo repetimos lo que ya sabemos. ¡Claro que es así! ¿Por qué creen que es necesaria una revolución? ¿No son justamente esos los motivos que nos impulsaron? ¿Y entonces por qué la sorpresa?

Simplemente hemos experimentado un traspié, se nos ha caído una creencia, un sueño que velaba las circunstancias reales. Si nos sentimos tristes, desilusionados y rabiosos está muy bien. Pero solo por un momento, no para quedarnos revolcándonos inútil e impotentemente allí.

Si un sueño se cayó, si lo que creíamos y esperábamos no coincide con la información que nos entrega nuestro entorno, no coincide con nuestros pre-supuestos, pues es hora de prescindir de ellos y mirar sin esas anteojeras. Demos una nueva respuesta, intentemos un nuevo camino. Redireccionemos nuestras fuerzas y conductas.

Nada se perdió, la Venezuela silenciosa y profunda sigue inalterada. Solo se cayó una apariencia, una creencia. Ni los éxitos ni los fracasos situacionales son absolutos. De hecho las derrotas y la tristeza dan una mayor profundidad a la mirada que muchas veces está de espaldas a su sensibilidad.

Mientras que las victorias sin fundamentos esenciales emborrachan y vuelven ciego a las prioridades, predisponiéndonos a futuros y repetidos errores. ¿Creemos que el mañana será siempre una repetición de los temidos fantasmas del ayer? Pues entonces no hay revolución posible.

Algunos familiares y amigos míos votaron en contra de la reforma. No puedo mandarlos a la cárcel ni torturarlos aunque en el apasionamiento de algún momento me den ganas de hacerlo.
No puedo apartarlos de mi vida y hacer como si no existieran, porque solo me partiría a mi mismo en pedazos y es justamente así como comienzan los guetos materiales y emocionales.

Lo mismo sucede en las instituciones y empresas del estado. ¿Qué hacemos, los matamos, los expatriamos? Yo no creo en esa realidad donde de un lado están los buenos y del otro los malos. Creo que la vida es intercomunicación sin casilleros, es pura y dinámica interacción sin abstractas ni estáticas separaciones, en continuo transformismo.

Díganme uds. donde están hoy las supuestas y bien definidas derechas e izquierdas en que creíamos ayer, por poner solo un ejemplo. ¿Quieren otro? Si sacamos cuatro millones de votos, ¿dónde están los seis millones de aspirantes a militantes del PSUV? Sin embargo, nada de ello impide que uno siga siendo fiel a su conciencia y haga lo que siente que ha de hacer.

Lo que los del norte, los que viven a ciertas alturas, (en sus cabezotas), sin el calor de la pasión no comprenden, no pueden comprender, pero habrán de comprender por la fuerza de los hechos que avanzan contra viento y marea, es que si bien es cierto que los hijos del sur tenemos las manos vacías, eso nos ha obligado y hecho capaces de vivir apoyados e impulsados solamente por la esperanza.

Mientras los del norte vivían burbujas de libertad personal y sueños consumistas de hartar su vacío con placeres, que terminaban pinchándose, destiñéndose, estallando inevitablemente una y otra y otra vez en depresiones del mercado y guerras, los del sur solo podíamos soñar en sobrevivir dentro de la creciente barbarie depredadora.

Como consecuencia ellos hoy solo han acumulado y tienen desilusiones y desesperanza, escepticismo, mientras que nosotros asistimos a la intensificación y canalización de la esperanza en su hermana mayor la fe. Nunca hemos tenido nada, nunca hemos tenido mañanas, nuestras manos crispadas solo aprendieron a aferrar mentiras y traiciones.

Pero hoy que todo un modelo de ilusiones que nos es ajeno, que nunca tuvo raíces en nosotros se desmorona, y nos toca caminar sobre el aire y adentrarnos en el incierto terreno de un futuro sin mapas, nuestras manos siempre vacías no tienen nada que perder. Solo tienen que soltar y dejar de aferrarse a las mentiras y traiciones, para sentirse impulsadas hacia un futuro que no puede sino ser mejor.

Somos expertos en caminar en la desnudez, sin burbujas ilusorias, porque tempranamente nos mataron las creencias en mañanas seguros y previamente resueltos, porque siempre hemos tenido que improvisar como mejor hemos podido sobre la marcha. Porque los estados que se suponía habrían de protegernos, deslumbrados, prefirieron dejarse arrastrar por el sueño de las élites depredadoras, en lugar de propulsarnos hacia nuestros propios mañanas mejores.

Pero como hoy queda en evidencia, ¿adónde más que a depresiones y guerras podía conducirnos el depredar nuestra especie y ecosistema, para alimentar las ambiciones y sueños de supuestas libertades personales de clases superiores cada vez más restringidas?

Por eso los hijos del sur y esas humildes cualidades que desarrollaron en la esperanza del desesperar, son hoy corazón y motor de toda posible mejora de calidad de vida, que los impulsa con fuerza a futuro pese a todos los augurios y gritos del temor del fin de la historia y del mundo, en medio de un modelo agotado que para nuestro alivio se desmorona.

Lo humano trasciende nortes y sures, estes y oestes. Lo humano trasciende y es más profundo que cualquier modelo organizativo y sueño epocal. De hecho, cada época concibe y construye su modelo apoyado y contrastado con los alcances y limitaciones del modelo heredado. Por eso las cualidades útiles dentro de uno de ellos, pueden ser a veces las peores dentro del nuevo.

Por eso lo adaptativo para una época, aunque dure cientos o miles de años según el ritmo histórico de ese momento, puede ser profundamente retrógrado y crecientemente desadaptativo cuando ese modelo se revoluciona en transición hacia una nueva etapa. Es en estos momentos de transición que surge la masa crítica que inicia el éxodo colectivo
Hechos comprobables y reproducibles son como el grano maduro fruto del trabajo realizado, se pueden comer y resembrar para multiplicar. Ideologías y palabras son como nubes, pueden llover o pueden deshacerse sin consecuencias. Es más, cuanto más negra la nube, más posibilidades de que su vientre esté preñado de bendita agua, de profunda tristeza y aprendizaje en lugar de la embriaguez del triunfo circunstancial y transitorio.

Son las direcciones de vida las que fructifican y no las conductas acomodaticias que apuntan a la inmediatez de los intereses. Cuando las conductas se guían por principios de vida entonces sus referencias no están en lo circunstancial, no giran como marionetas al ritmo del temor o el dinero. Entonces es la fuerza interna y la fe lo que crece y no las posesiones y valores.

Está bien, nos derrotaron en el referendo para la aprobación de la reforma. No busquemos excusas ni culpables. No es operativo, no cambiará los resultados. Miremos mejor la fuerza interna de esa alma colectiva en ebullición buscando como corregir el error. Escuchemos las consignas que preñan la atmósfera.

Ahora el pueblo se prepara a recoger las firmas necesarias para ser él quien debata y proponga una reforma que la misma constitución establece. ¿Cree alguien ingenuamente que si enterramos la cabeza como el avestruz, el acicate contrarrevolucionario cesará y volveremos al idílico pasado?

Pues no solo no cesará, sino que ebrio de victoria y sediento de poder presionará por más. Con sus babosas fauces abiertas solo espera la oportunidad de lanzarse sobre lo que trabajosamente hemos construido, para engullirlo destrozándolo en pedazos.

Y cuanto más presione más claro tendremos que es lo que está en juego, más concientes seremos entre qué y qué estamos eligiendo. Más rápido se desmoronará lo que nunca tuvo profundos fundamentos. ¿Por qué creen que el imperio la tiene tomada con nosotros? Las mayores reservas comprobadas de petróleo sin duda son un inmejorable motivo.

Pero si además pretendemos nacionalizarlo y administrarlo enfrentando sus intereses y teniendo éxito en bloquear sus sucias maniobras, convirtiéndonos en piedra de tranca de toda su geopolítica, entonces la cosa ya se pone más grave. Afortunadamente no somos los únicos que retan su poderío unipolar, pero si somos los que proponemos y propiciamos nuevas alternativas creativas y solidarias que le van serruchando las patas gradualmente.

Y cuanto más grande y poderoso es un imperio, más grandes también son sus vulnerabilidades y estruendoso será el ruido de su caída, arrastrando con él a todos los acólitos, los mismos que temen y se esfuerzan por impedir su desmoronamiento. En todo caso una vez que cruzas la línea roja ya no hay donde volver. Ayer murió y mañana hay que inventarlo sobre la marcha.

Es en medio de esta incierta transición donde van emergiendo esas fuerzas y cualidades que fuimos cultivando y acumulando en nuestra historia de carencias y fallidas esperanzas. Tal vez ni siquiera sepamos que disponemos de ellas, tal vez las consideremos un mal de la pobreza del que deseamos liberarnos de una vez por todas.

Pero allí están y nos capacitan para ser los pioneros, los exploradores de este nuevo camino. Los últimos serán los primeros, de los humildes es el reino de los cielos, los que parecían no serán y los que nada parecían serán ahora los fundamentos de la nueva etapa. ¿Acaso no estamos viendo como despiertan y se abren camino quinientos años de opresión y silencio?
Una sola cosa más quiero decir. No podemos construir la paz violentamente, es justamente la cultura del temor y la violencia lo que ha de morir, lo que hemos de superar y dejar atrás. Solo erradicando el temor y la violencia de nuestras conductas y confiando en nuestras capacidades, la paz vendrá a ser.

Todo lo demás solo será un aparente y situacional avance que nuevamente revertirá en más y más guerras. La estructura de la realidad es dialéctica, si mueves una fuerza simultáneamente reacciona la misma fuerza en la dirección contraria.

Si necesitas fuerza para mover tu cuerpo y energía para mover un vehículo, es porque hay una resistencia que vencer. La misma resistencia que ofrecen al cambio los hábitos y creencias de cada época. Por eso decir o preguntar por qué el sistema de intereses que llamamos imperio, reacciona al nuestro de querer ser dueños de nuestras materias primas, no es sino decir que el color negro es negro o preguntar de qué color era el caballo blanco de Bolívar.

La reacción es inevitable, cuando intencionas actualizas inevitablemente las resistencias. Y si intencionas es justamente porque deseas superar inercias limitantes. Las inercias resisten tu intención. Las inercias no son sino hábitos y creencias alimentados en el ejercicio ingenuo de la vida, tanto vegetal, animal como humana, Pero en nuestro caso se trata de modelos sociales.
Ignorar la estructuralidad de la realidad, quejarnos de las reacciones y esperar, creer ingenuamente que no debería ser así, no cambia ni resuelve nada. Si quieres abrir camino a tu intención superadora, habrás de reconocer que son los hábitos y creencias configurados en el ejercicio de un modelo organizador de la sociedad heredado, los que te limitan y resisten.

Cuando las fuerzas dialécticas de un proceso histórico milenario, se han acumulado y acelerado hasta el punto crítico. Cuando además disponen de la constitución e instituciones interactivas de una democracia participativa y protagónica como en Venezuela.

Entonces toda resistencia y ataque de intereses elitescos no son sino combustible para la llama revolucionaria, no opera sino como estímulo, incentivo, como catalizador para que esas fuerzas ganen la decisión, dirección y organización creciente que necesitan para superarse, liberarse.

Es así como el juego dialéctico de fuerzas iguales pero opuestas, va generando la intensidad y la dinámica necesaria y creciente para revolucionarse y dar el salto cualitativo.

En síntesis, hablamos una vez más del reconocimiento y superación de las raíces sicológicas de la cultura del temor, el sufrimiento mental y la violencia. Algo está muriendo, se convulsiona y hace mucho ruido. En su turbulencia arrastra todo lo ruidoso y violento consigo.

Al final solo silencio y paz quedarán. Cuando el momento histórico llega, aunque ni siquiera se vea, la revolución inevitablemente está y es. No hay vuelta atrás. Es tiempo de pueblos. ¡Fuerza y adelante. Venceremos!

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