martes, diciembre 11, 2007

¿Ugaldismo reloaded?

Julio Hernández López

Vaya esfuerzo circense que han hecho las elites del Congreso federal para aparentar que las nuevas designaciones de consejeros electorales del IFE se apegarán a espirituales formas de reconocimiento de rectitud y capacidad de los aspirantes a esos cargos y no de un vulgar reparto de rebanadas de un pastel conforme a los apetitos de tres comensales egoístas.

De la amplia apertura original (a la que concurrieron centenares de presuntos aspirantes, varios de ellos satisfechos con la simple mención de su nombre en esa lista), a un primer filtro y luego a una selección de 39 de la que se elegirán tres personas que se integrarán al sexteto sobreviviente de consejeros que luego, en agosto de 2008, quedará en terceto hasta que en 2010 al fin habrá desaparecido de la escena electoral todo rescoldo de la era ugaldista. ¡Uf! Malabarismos legales, heráldicos y conceptuales que en el fondo significan la imposición de un marco normativo electoral diseñado conforme al interés del precandidato presidencial priísta Manlio Fabio Beltrones, con el apoyo de sus aliados del talamantismo chuchista. Apariencias y simulaciones en el proceso de “elección” de los tres nuevos consejeros y, como resultado de estos enjuagues institucionales, la implantación del mismo germen de la desconfianza que acompañó a Luis Carlos Ugalde a lo largo de su gestión y que tuvo comprobación funesta en el desempeño lamentable que esos consejeros descalificados de origen tuvieron en los comicios de 2006.

El ugaldismo mejorado (sería injusto desconocer que la lista de aspirantes a consejeros incluye nombres e historiales infinitamente superiores a los de quienes se van con Ugalde y, desde luego, del sexteto cómplice que sobrevivirá en tramos) y el futurismo beltronista (con la “recuperación” del PRI en elecciones estatales, y las muy cantadas expectativas para 2009) aumentarán el abstencionismo y la desconfianza de los ciudadanos en los comicios venideros, pues a la herencia maldita del año pasado sumarán la falsa y tendenciosa corrección de errores que vestida de reforma electoral sólo trata de jugar el dedo a los electores, aunque ahora de una manera más profesional, ejecutiva y elaborada.

Cierto es que toda reforma de ese tipo conlleva obligadamente avances y promesas que hagan girar las ruedas aprobatorias, pero en la que se ha cocinado en las salas gourmet del Senado y San Lázaro lo que se ha conseguido es proveer de mejores instrumentos de presión, negociación e incluso chantaje a los grupos controladores del Congreso que, así, podrán obtener dividendos de las confrontaciones reguladas que sostienen con empresarios, medios de comunicación electrónicos, partidos pequeños y otros ingredientes del pastel de 2012 del que desde ahora esos chefs tripartitas van pagando pequeñas regalías a cocineros concurrentes y cobrando el servicio y los cubiertos a los convidados de siempre que, en el despelote foxista, acabaron por olvidar que debían cubrir cuando menos una parte simbólica de sus consumos y dejar buena propina a los responsables de los guisos.

Astillas

Ha ido subiendo de grado la confrontación entre la corriente estructuralmente dominante del PRD, la de Nueva Izquierda, que propone a Jesús Ortega para dirigente nacional, y las corrientes que con Andrés Manuel López Obrador como aglutinante postulan a Alejandro Encinas. Nunca antes las posiciones habían sido tan esclarecidas por los participantes, de tal manera que es de suponerse que, aun cuando en la política son usuales las emocionadas reconciliaciones y los abrazos envenenados, será difícil para las partes en litigio caminar en reversa sobre sus pasos y proceder a la deportiva ingestión de sus propias palabras contendientes. Del lado del andresismo se ha hablado de legisladores perredistas simuladores, de trampas y paleros, e incluso el opinante Fernández Noroña ha acusado abiertamente a Ortega de colaboracionismo. Los chuchos han subido el tono de sus críticas a caudillos y carismáticos y han creído necesario exhibir sus milicias organizadas, pues reunieron el fin de semana a mil 300 distinguidos militantes, entre diputados federales y locales, senadores, presidentes municipales, síndicos, regidores, dirigentes estatales y nacionales, y gobernadores (e incluso “invitados especiales” del sector empresarial), para que quedara prueba gráfica de su fuerza, sentados en mesas redondas que formaban un sol azteca, todos vestidos de negro y amarillo... Al nombrar a su compadre, el senador Guillermo Anaya, secretario general del comité nacional panista, Felipe Calderón trata de ayudarlo a que sea candidato a gobernador de Coahuila en 2011. Lo malo para el consentido de Los Pinos es que no tiene fuerza ni en Torreón, municipio que presidió, donde el actual alcalde, también panista, José Ángel Pérez Hernández, le mantiene bajo nutrido fuego “amigo”. Frente al Primer Compadre se erige, desde el flanco priísta, el Primer Hermano, Rubén Moreira Valdés, quien fue subsecretario de gobierno con su propio familiar, Humberto, y actualmente preside el comité estatal del partido tricolor. Una importante batalla de esta guerra de familias se dará el año venidero, cuando se renueve el Congreso local, actualmente dominado por los priístas que, además, tienen 30 de 38 municipios en su poder y el gobierno estatal. Sin embargo, en 2006, el PRI sólo obtuvo dos de siete diputaciones federales (en Saltillo y en San Pedro de las Colonias) y una triste senaduría de representación proporcional. La clave estará en Torreón, municipio largamente dominado por el panismo (de allí han saltado a la escena nacional el compadre Anaya y el súbito embajador Jorge Zermeño) y que según The Moreira Brothers ahora será conquistado por los priístas… Y, mientras la señora Me Harta se define glamorosamente como miembro de una familia “acomodada” que le habría dejado joyas y propiedades (igual recurso de herencias ha usado Elba Esther Gordillo para tratar de justificar su desproporcionada riqueza), ¡hasta mañana, en esta columna que ve a un esposo entregar la presidencia de la república a su esposa (en Argentina, desde luego)!

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