Koldo Campos Sagaseta
Que el presidente colombiano usara emblemas de la Cruz Roja en su inmaculado operativo militar no es cosa que pueda sorprender a nadie. A peores recursos ha venido apelando Alvaro Uribe sin que eso que llaman “comunidad internacional” se diera por enterada. Quien hiciera su carrera política a la sombra de Escobar Gaviria afrontaba, precisamente, en los mismos días en que desplegaba su pulcro rescate aéreo, la acusación de fraude y de algunos otros delitos con que ambiciona su reelecta imposición al frente de los destinos de ese país.
Lo que, personalmente, más me ha sorprendido del reconocimiento de su “crimen de guerra”, que así es que está tipificado el uso indebido de símbolos y emblemas de la Cruz Roja, reconocimiento que ha tenido lugar después de siete días de negarlo, ha sido la respuesta de la Cruz Roja que ha declarado no tener intención de emprender acciones legales contra el Estado colombiano porque se da por satisfecha con el reconocimiento de Uribe.
Uribe achacó el lamentable “error” a cierto “nerviosismo de un oficial que, al aterrizar y ver tantos guerrilleros, (a veces dos son una multitud) se puso sobre su chaleco un emblema de la Cruz Roja que llevaba en el bolsillo”, se supone que casualmente ya que, hasta la fecha, el emblema de la Cruz Roja no formaba parte del uniforme del ejército colombiano. El histriónico ministro de Defensa, Manuel Santos, al lado de su presidente, corroboró la dramaturgia. Nadie mejor que él parece haber aprovechado las clases de teatro que afirmó recibieron sus hombres.
Un descerebrado que hubiera sido forzado a improvisar una mejor excusa, no lo dudo, hubiera dado con ella. Tal vez, sugiero, reconocer que el oficial se ganaba unos pesitos extra como camillero de la Cruz Roja y que en la vorágine del abordaje, que dijera el poeta, se confundió de banderita. O que la persona que en los vídeos aparece mostrando la credencial de la Cruz Roja era realmente uno de los tantos guerrilleros que, en la selva, cuando no vigilaba secuestrados, colaboraba con la benemérita organización.
Lo que ocurre con Uribe y compañía es que, no siendo descerebrados, sí son todo lo arrogantes que les consiente la impunidad con que ejecutan sus vilezas y pueden darse el lujo de salir con ese burda patraña, urdida entre risas y tragos media hora antes de declararla, que siempre van a encontrar incautos que se la compren, medios que se la publiquen y Cruz Roja que se la tolere.
Tampoco sería la primera vez que la Cruz Roja mira para otro lado. Al fin y al cabo, peor que usurpar símbolos de la Cruz Roja es bombardearlos, como hiciera el ejército israelí en el 2006 en Líbano, atacando con misiles varias ambulancias e hiriendo a seis trabajadores de la Cruz Roja libanesa. Nada pasó entonces. ¿Por qué iba a pasar ahora?
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