Julio Hernández López
Calderón quiere cerrar toda opción política para enfilar al país hacia su anunciado estado de excepción (declaración de existencia de una afectación a la seguridad interior, es el término enviado a las cámaras al mismo tiempo que se montaba el mecanismo de atemorización y confusión a cargo de la oportuna influenza). El espectáculo selectivo montado en Michoacán pretende convencer a los mexicanos de que todo el entramado político está tocado por la corrupción (lo que es cierto), pero esa otra guerra no se da por afanes justicieros y generales sino electorales y facciosos. El golpe militar asestado en tierras tarascas significa el más descarado intento calderónico de cancelar la viabilidad electoral y la representatividad civil, con lo que busca que avance el control castrense del país, se debilita de manera intencional la institucionalidad política y se hace una declaración extraoficial, por la vía de las armas, de que los partidos, las elecciones y la pluralidad carecen de sentido. Calderón ha pasado, conforme a calendario, del estado médico de excepción, que fue un ensayo de formas de control social mediante estrategias de choque, al terrorismo de Estado a cuenta y cuento de la guerra contra el narcotráfico, con la vista puesta en la aprobación forzada de las reformas en materia de seguridad pública que encierran la intención de que se faculte a Felipe I a declarar estados de conmoción interior en los que se suspendan derechos y garantías y las fuerzas armadas abiertamente sustituyan a las autoridades civiles y las órdenes arbitrarias de la elite castrense-pinolera a las leyes y sus procesos.
No se trata, ni remotamente, de justificar a personajes como Leonel Godoy que no son capaces ni de defenderse con dignidad a sí mismos (la nueva fase, de la politización expresa de la guerra del narcotráfico, ha mostrado la falta de base social auténtica y de tamaños políticos, intelectuales y morales de las camarillas perredistas que dicen gobernar algunos estados del país, sobre todo en los casos de Zacatecas y Michoacán; para otra ocasión habrá que dejar el análisis de lo que realmente significa para la izquierda social ganar elecciones). Pero sí es importante señalar la necesidad de poner un freno a la cantada estrategia felipista Dura de Dictar y de evitar que la justicia sea utilizada como instrumento de corte romana decadente para abatir civismo y política e instaurar un régimen de miedo.
Los mismos chuchos hasta ahora puntualmente entregados a las redituables negociaciones con el calderonismo se han topado con el trato correspondiente a los sirvientes prescindibles. Ayer mismo trataron de arreglar las cosas con uno de los operadores de la descomposición política nacional, el inaceptable abogado de causas privilegiadas, Fernando Gómez Mont, que luego convenció a Jesús Ortega de participar en una especie de debate en Bucareli con los dirigentes del PAN y el PRI, con lo que la gerencia del sol azteca aceptó que el felipismo está por encima de los incidentes partidistas, cuyos melindres de militarismo e inconstitucionalidad deben ser arreglados por ellos mismos, los dirigentes de partidos y no el así santificado buen gobierno federal. Ayer mismo, para que no quede duda de lo que se viene, José Luis Soberanes (el jurista que pretende canjear el arreglo de la CNDH para otro espécimen clerical, como Mariano Azuela, por un asiento en la Suprema Corta de Vista) habló del riesgo que representan las iniciativas felipistas en materia de seguridad pública, específicamente en cuanto a la instauración del antes mencionado estado de excepción.
Astillas
Un lector cuyo nombre no será publicado narra: “trabajo en una empresa encuestadora, contratado por una outsourcing, con cero prestaciones y sólo un pago de 20 pesos la hora por realizar encuestas políticas vía telefónica. Es indignante que muchas de estas supuestas ‘encuestas’ son realmente propaganda disfrazada; les lees una serie de acciones positivas de algún candidato o gobernante y después haces preguntas tendenciosas. Jodido. Es muy triste ver cómo los partidos se pasan por el arco del triunfo las leyes, porque cabe mencionar que estas ‘encuestas’ empezaron mucho antes del 5 de mayo, fecha en que arrancaron las campañas electorales. Me siento impotente y culpable por colaborar en hacerles el caldo gordo a estos vividores, pero, pues el cinturón aprieta y como padre de familia pues qué te puedo decir. Sólo te escribo para desahogarme, al igual que a muchos de mis encuestados sólo les queda también el desahogo. Me entristece escuchar a mucha gente de todos los estratos sociales, hartos de la política, unos realmente enojados, otros, desencantados. Muchos, con necesidades apremiantes porque acaban de quedar desempleados, y yo hablándoles de candidatos y propuestas mentirosas. De verdad no sé para dónde vamos como país. Veo que toda la gente está descontenta pero, pues, estamos inmovilizados. Sólo espero que toquemos piso y sigo esperanzado en que vengan tiempos mejores, con un cambio sustancial que sólo puede venir de nosotros”.... Federico Piña Arce saluda a esta columna y reflexiona: “Qué difícil escribir desde una posición crítica en estas horas de nuestro país. Horas oscuras, de atraso, de dogmatismo, de avance de posiciones mojigatas, de proyectos de sacristía (que es la única zona, por cierto, que se ha colocado fuera de toda duda), de visiones reduccionistas y mesiánicas (‘yo salvé al mundo’), etcétera. Horas terribles para los mexicanos que pensamos diferente, en donde se acallan las voces críticas (los periodistas asesinados con la pasividad de las autoridades pero con la venia de los poderes fácticos, los mensajes claros para la oposición o los opositores que traten de salirse de los marcos institucionales de la democracia, la soberbia de la partidocracia, en medio de esta negrura y locura mediática que servilmente se coloca al servicio de la reacción”... Y, mientras los partidos prometen en Gobernación portarse mejor, ¡feliz fin de semana!
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