Carlos Fernández-Vega
Escándalo tras escándalo, lo único que queda claro no es la sempiterna corrupción de la clase política mexicana, sino su impunidad. Uno tras otro, y se denuncie lo que se denuncie, nada sucede, nadie es tocado y el presunto ilícito cometido se mantiene fuera de las investigaciones. Aún no se apaga el ruido causado por el libro de Carlos Ahumada, cuando surge el promovido por el maratonista de lujo Roberto Madrazo, el cual Miguel de la Madrid no dejó florecer por su propia denuncia en contra de Carlos Salinas de Gortari y sus hermanos, embarrados todos por robo al erario, tráfico de influencias y el narcotráfico.
Ex presidentes, candidatos a la silla de Los Pinos, funcionarios, legisladores, partidos políticos (en el gobierno y en la oposición), empresarios triple A (antes priístas de hueso colorado, ahora panistas ídem) y demás cómplices y personeros aparecen salpicados en las declaraciones de Miguel de la Madrid a Carmen Aristegui. Son prácticamente los mismos que han sido embarradas en denuncias y publicaciones anteriores. Y nada pasa. Lo involucrados se mantienen impunes.
La llamada oposición se lava las manos en cada escándalo (cuando uno de los suyos no está involucrado), y se limita a exigir que se investigue el ilícito denunciado (que de cualquier suerte ya era de dominio común), sin importarle si alguna autoridad le hace caso. Tampoco se moviliza para ser ella misma la que presente la querella respectiva. Sólo le interesa que los medios registren tal exigencia, que aparezca la nota, y si es en la portada qué mejor.
Que nadie tiemble ni se entusiasme: se apagará el escándalo provocado por Miguel de la Madrid, como sucederá con el de Carlos Ahumada y el de Roberto Madrazo, tal cual sucedió con el de Lino Korrodi, los Amigos de Fox, el Pemexgate, el niño verde, los hijos de Marta, el de la pareja presidencial, el del rancho en San Cristóbal, las ligas de Bejarano, el de haiga sido como haiga sido, el gober precioso, Elba Esther, Carlos romero Deschamps, los empresarios involucrados en el trasiego de Raúl Salinas de Gortari, y los que faltan mencionar en este rosario de impunidad acumulado en décadas.
Y se apagará no sólo porque no tarda en surgir un sustituto, sino, especialmente, porque nadie actúa, nadie va más allá de la declaración que amerite el escándalo en turno, sin comprometer un milímetro más, y ninguna autoridad justifica su existencia. Uno tras otro, y no pasa nada, salvo lo común: que los públicamente exhibidos se mantengan en el gobierno, cogobernando, en el asalto a la nación o recibiendo doctorados en universidades extranjeras, por citar algunos casos.
La denuncia de Miguel de la Madrid sólo confirma, por si hubiera duda, que una de las urgencias de la República es la renovación integral de su clase política. La actual (panistas incluidos, y si no que lo reclame Diego), lleva años, muchísimos, saqueando al país, y junto a ella –de hecho, como parte de ella– la elite empresarial (la cual no sólo apoyó a Carlos Salinas y participó en los jugosos negocios del hermano ahora más incómodo que nunca, sino que ha hecho lo mismo con cambio y continuidad), a la que tampoco nadie toca.
Ya en el exceso, en este nuevo sainete de la renovación moral el primero en recular ha sido el propio denunciante. Al filo de las 18:30 horas del miércoles, por medio de un comunicado (difundido en la edición electrónica de El Universal), Miguel de la Madrid asegura que sí dijo lo que dijo, pero que carece de validez, porque me encuentro convaleciendo de un estado de salud que no me permite procesar adecuadamente diálogos.
Más tardó el ex mandatario en soltar al perro, que su hijo Federico de la Madrid Cordero (con amplios y jugosos antecedentes en eso de los escándalos ligados al tráfico de influencias en el sexenio de papá, y en el siguiente con el tío Charly) en amarrar a progenitor y can. El vástago firma como responsable del comunicado que se menciona, en el que asegura que su padre no está en condiciones de hablar en público, por lo que hace decir a MMH que la fragilidad de su estado de salud se constata en las grabaciones difundidas por la señora Aristegui, en las que mi tono de voz se escucha débil y confuso; dejo en claro que después de haber escuchado la entrevista con la señora Aristegui, mis respuestas carecen de validez y exactitud.
Un sainete similar, aunque con menores decibeles, se armó allá por marzo de 2002, cuando el ex presidente Carlos Salinas acusó a su sucesor de lo mismo que ayer lo acusó Miguel de la Madrid (ahora arrepentido, según el comunicado de Federiquito). En aquel entonces, el hijo predilecto de Agualeguas, Nuevo León, denunció a Ernesto Zedillo por haber recibido dinero de mi fondo secreto.
Por aquellos no lejanos ayeres comentamos en este espacio que en sus respectivos gobiernos y por medio de la llamada partida secreta –que de secreta no tenía nada porque estaba consignada en el presupuesto de egresos de cada año– ambos personajes –pertenecientes a la misma cueva– tuvieron acceso a miles de millones de pesos del erario y discrecionalmente hicieron uso de ellos como si fueran propios, considerándolos depósitos en sus chequeras personales. Por medio de tal asignación (sólo por el programa de erogaciones contingentes del ramo 23 del Presupuesto de Egresos de la Federación asignado al jefe del Ejecutivo e independiente de los recursos presupuestales canalizados a la Presidencia de la República), Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo dispusieron –en sus respectivos sexenios– de alrededor de 12 mil 500 millones de pesos del erario, aunque aproximadamente 84 por ciento (10 mil 500 millones) correspondieron a Salinas y el 16 por ciento restante (cerca de 2 mil millones) a Zedillo.
La partida secreta alcanzó su máxima expresión en 1993, con Salinas en Los Pinos: alrededor de 600 millones de dólares, al tipo de cambio de entonces, y cierto es que Zedillo se benefició de ella, como Salinas de la que ejerció Miguel de la Madrid, y éste de la que correspondió a José López Portillo, y junto a ellos su respectivo grupo compacto. Así, ¿quién tiene calidad moral para aventar la primera piedra?
Las rebanadas del pastel
El ganón de este sainete podría ser Luis Téllez, a quien Calderón corrió de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes por afirmar que Salinas se robó la mitad de la partida secreta. Entonces, el osito puede reclamarle a Felipe y exigirle la devolución del hueso. Así dejaría la presidencia de la BMV, y los bolsistas podrían elegir a quien ellos decidan.
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