Por Rodrigo Karasik
Se torna imposible para aquellos que intentamos trabajar con la realidad actuar sin comprender la objetividad y la base de los hechos. A riesgo de convertirse en un teórico uno debe dedicar una parte de su tiempo a pensar la realidad de fondo, esa que va un paso más allá de lo vano, lo espurio que nos venden los medios de comunicación. Se trata de dar ese paso que demandaba Platón hacia el mundo de las ideas pero con un sólo pie. Recordemos, no queremos volvernos teóricos, queremos trabajar la realidad pero sin dejar de ser parte de ella.
Ser parte de la realidad implica vivirla y transformarla o al menos ser concientes de nuestra capacidad de transformarla y de la responsabilidad que con ella viene aparejada. Cuando somos concientes de esta responsabilidad nos vemos obligados a trabajar con el día a día y no con los argumentos de la realidad que queremos sino con los hechos coyunturales que tenemos. Claro que es fundamental no perder los ideales ¿sino qué sentido tendría? pero ya decía el Che -que mucho entendía de estos planteos- “seamos realistas, busquemos lo imposible”.
La realidad del día a día está planteada por la supuesta sensación de la “calle” pero esta sensación poco tiene de callejera sino que es elaborada minuciosamente por los medios de comunicación. Poco importa que hoy haga calor, que llueva o que sea el fin del mundo. Si los medios dicen lo contrario esa será la “sensación” y claro que si, sino ¿por qué nos lo dirían?
La respuesta es profunda y compleja pero en este caso apelaremos a la brevedad y lo obviedad. Sí, claro está, todos lo sabemos, Estos medios responden a intereses que por lo general nada tienen que ver con los del campo popular.
Que contradicción, que ironía entonces que la sensación de la calle, espacio popular por excelencia este determinada por intereses contrarios a los de sus integrantes mayoritarios.
Esto no es casualidad, no son ingenuos quienes manejan la información. Ellos cuentan con un arma secreta y esta son los líderes de opinión, quienes disfrazados de periodistas, actores, conductores, cantantes, divas, etc. ejercen su achaque constante sobre las mentes indefensas. Cabe aclarar que al utilizarlos los medios de comunicación pierden toda su objetividad para convertirse en medios de opinión ¿Cuál es nuestra arma secreta entonces para trabajar con esta realidad impuesta por los medios de opinión? Nosotros no contamos con líderes de opinión para enfrentarnos a esta situación pero si, volviendo al inicio de esta nota, con la posibilidad de ir mucho más allá que los medios y a la vez acercarnos mucho más a la realidad.
Nuestras armas son la palabra y la acción y debemos utilizarlas para recuperar el terreno perdido desde la punta del ovillo. Recuperar la calle esquina a esquina porque la realidad sucede en cada metro de nuestra tierra. Recuperar el diálogo vecino a vecino porque no existe realidad que no incluya a todos ni pensada por pocos ni para pocos. Recuperar la confianza acto a acto porque el discurso si no se acompaña con la acción ejemplificadora no es más que discurso. Recuperar los ideales palabra a palabra porque no alcanza con un discurso bonito si no creemos profundamente en su significado. Recuperar la dignidad del trabajo puesto por puesto porque los trabajadores tienen más necesidad de respeto que de pan.
La realidad está escondida en cada una de estas situaciones y sobre todas las cosas nuestra realidad, que es nuestra visión proyectada a futuro. Esta es nuestra verdad y la única verdad es la realidad. Pero no existe verdad para nosotros si permitimos que se la manipule groseramente. No importa cuantas batallas se hayan perdido. No se vive festejando victorias sino superando derrotas y no alcanza con la resistencia, no hay victoria sin contraataque. Por eso es más importante que nunca recuperar nuestra verdad que no surgirá de adelantados ni esclarecidos. Solo la encontraremos en nuestra conciencia de nosotros mismos como pueblo y no como individuos.
-El único héroe válido, es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo. Héctor Germán Oesterheld
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