03 marzo 2010
“La historia de Dios es la historia de unos humanos por sojuzgar a otros humanos”.
Karen Armstrong, Autora de “La historia de Dios”.
I
Descrito que se ha el papel que el Estado Vaticano –potencia extranjera de alcance mundial, particularmente en Nuestra América— como aliado, socio y cómplice de España en la conquista, colonización y despojo de los pueblos americanos, conclúyese lo siguiente:
Uno, que la finalidad estratégica del Estado Vaticano al participar en esas empresas de conquista, colonización y despojo con la corona española era el de obtener y ejercer poder económico y político para sustentar sus quehaceres pastorales y evangélicos.
Otro, que esos quehaceres pastorales y evangélicos –proselitismo, pues-- estaban orientados a satisfacer necesidades espirituales que los pueblos americanos ya tenían satisfechas mediante sus religiones politeístas. La conquista y colonización alteró ello.
Y, uno más, que al obtener y ejercer poder económico y político casi omnímodo en los territorios conquistados, colonizados y saqueados por la corona española, al lograrse la independencia de aquellos el Estado Vaticano se reposicionó sin alterar su statu quo.
Así, al promulgarse la Constitución de 1857 en el México independiente y el conjunto de leyes llamadas de Reforma, el Estado Vaticano vio perdidos sus privilegios económicos y su poder político y de control social y combatió el laicismo del Estado mexicano.
II
Ese laicismo del Estado mexicano ha sido combatido incluso con las armas –además de la intriga y la conspiración políticas-- por el Estado Vaticano durante casi todo el siglo XIX y todo el XX e incluso en lo que ha transcurrido del XXI. Hoy parece haber triunfado.
Dígase de otro estilo, el Estado Vaticano ha logrado vencer y someter al Estado mexicano laico tras dos siglos de guerras y batallas en una variedad muy amplia de trincheras y frentes. Al vencer al Estado mexicano, El Vaticano preside, desde Roma, la vida de México.
Pero, ¿cómo puede el Estado Vaticano, cuya sede está situada a miles de kilómetros de distancia, intervenir en los asuntos internos del Estado mexicano e influir en éste al extremo de modificar sustancialmente la ya casi desaparecida laicidad de éste?
Así: mediante sus miles de agentes en México, operantes con arreglo a una estructura que entrevera a seculares y uniformados, ordenados jerárquicamente --como en las fuerzas castrenses-- y sujetos a disciplinas y adhesiones propias de un espíritu de cuerpo.
Los agentes son, centralmente, los que conforman la jerarquía clerical en sus niveles respectivos, localizados, de operatividad. Los agentes de mayor jerarquía son el llamado clero político; es decir, políticos actuantes bajo la guisa cardenalicia, arzobispal y obispal.
III
Desde esa perspectiva de verismo ideológico, político e incluso jurídico y hasta cultural –la cultura del poder, con sus simbolismos de pompa y esplendor orientados a crear atmósferas de lo sacro--, esos mexicanos sirven a un Estado extranjero que opera en México.
Y como ciudadanos mexicanos al servicio de una potencia extranjera operando en el territorio de México, su situación requiere, según el marco legal vigente, obtener anuencias de las instancias legislativas del Estado. No la tienen; jamás la han solicitado.
Por ello, al proponer el senador Pablo Gómez, del PRD, reformar el inciso E del artículo 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para que éstos agentes al servicio de una potencia extranjera ocupen cargos de elección popular, se incurre en una aberración.
Un mexicano, digamos con ejemplaridad, que labora para el Estado estadunidense o cualesquier otros Estados, requiere venia del Congreso para hacerlo. Si quiere ser alcalde o diputado, tendría que renunciar al Estado extranjero que lo emplea.
La propuesta del senador Gómez peca de cortedad y, a la vez, miopía y raya en imprudencia, no sólo por lo que respecta a la condición de los hombres de sotana como agentes extranjeros en México, sino porque ignora las moralejas de la historia.
ffponte@gmail.com
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