Ricardo Andrade Jardí
Y mientras los mercaderes dueños del mundo siguen ocultando los datos reales sobre el calentamiento global, la armada chilena, hija de la criminal y ladrona dictadura pinochetista, impuesta como siempre en nuestro continente con la bendición del único Dios al que las oligarquías responden, Estados Unidos, hacen gala de su odio y de su rabia, ante la realidad de la carencia de aquel país que los seudo intelectuales de las telebasuras ponen de ejemplo de “crecimiento económico” y, como en el 73, someten a golpes y tortura el hambre de un pueblo que no es ya ante la realidad concreta más que una falsa estadística del capitalismo. Así pues, un terrible terremoto, en Chile, pone en evidencia que no hay verdad alguna en las pretendidas y presumidas sanas economías del neoliberalismo. Y ahí está Chile, una vez más con el hambre, con la violencia militar de siempre, no hay maquillaje que soporte el derrumbe financiero del neoliberalismo mundial. Mientras en México, nuestro permanente terremoto, sigue cobrando vidas, en la estúpida estrategia de la falsa guerra al crimen organizado. Y los jueces en un intento de reivindicación más que tardía en una nación cada día más incrédula, nos hacen saber que durante 30 años el IMSS, ha sometido a nuestros niños a la negligencia criminal, que hoy cobra cuando menos la vida de 49 niños asesinados por la IMPUNIDAD del sistema. Pero no nos engañemos, el dictamen de la Suprema Corte, que es su primera vista, culpa a todo Dios, terminará por exculpar a todos los verdaderos responsables, en su dictamen definitivo, como ya lo hizo en el caso de San Salvador Atenco. No nos engañemos, los asesinos como Molinar Horcasitas, serán exculpados para seguir asesinando con la licencia de la IMPUNIDAD y la corrupción, al pueblo de México. Es posible que la condena de la Corte suponga que es más responsable el joven que utilizó su camioneta para abrir una salida en el muro donde la IMPUNIDAD acribilló a los hijos de los explotados mexicanos, obligados a confiar la seguridad de sus seres más queridos a la estupidez asesina del sistema mexicano, por no actuar antes o por el hecho de que su acción le salvó la vida a quienes la IMPUNIDAD les tenía un destino diferente. Así pues, nuestra “democracia de mercado”, se empeñará en pretenderse tan preocupada de convencernos de que el costo del progreso es el dolor y el abandono de nuestra infancia. Que nadie se equivoque, habrá mucha faramalla, pero los asesinos seguirán cobrando sus inmorales salarios públicos, en un país donde la Corte engorda hasta el hastío y los trabajadores sacrifican a sus hijos en nombre de un mal entendido progreso que jamás llegará, mientras la definición del mismo sea impuesta por el rumbo económico y ambiental de la barbarie neoliberal...
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