Julio Pimentel Ramírez
Para México, país en que a lo largo de su historia, la Colonial y la formalmente independiente, han estado presentes injusticias, represiones, violaciones a los derechos humanos pero también luchas populares de resistencia y búsqueda de una sociedad más justa, una pérdida como la de Carlos Montemayor, personaje a quien nada humano le fue ajeno, es sensible. Aunque dejó muchas cosas pendientes, dada su amplia y variada capacidad creativa, su legado forma ya parte de lo mejor de este país, de este pueblo que algún día hará realidad su sueño de una sociedad en la que no haya excluidos, masacrados, ejecutados ni desaparecidos.
El espurio Felipe Calderón asegura que le va ganando la “guerra” al narcotráfico, cuando la sangrienta realidad lo desmiente con su saldo de más de 18 mil ejecuciones y el temor reinante en vastas zonas de la República, al tiempo que afirma que la economía nacional ha tomado ya el camino de la recuperación, cuando el desempleo sigue al alza, el salario real a la baja y otros índices, como el de las remesas, continúan en caída libre.
Cabe reflexionar, más allá de los episodios cotidianos y los discursos oficiales, sobre lo que sucede en la economía capitalista mundial y su crisis global y en lo que acontece en la mexicana, con sus particularidades y como parte del contexto general.
En Cuba se lleva a cabo una importante reunión de economistas sobre globalización y problemas del desarrollo, en la que se cuestiona la versión oficial sobre la realidad y perspectivas de la economía mundial. Eric Toussaint, presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, afirma que la mayor crisis desde la gran depresión no ha terminado, pero la atención de los líderes mundiales no está en resolver los problemas de la gente, sino de las instituciones que la causaron, anota.
Un dato escalofriante: las transferencias de recursos públicos desde los países en desarrollo a los grandes bancos internacionales equivale, en términos netos, a ocho veces el dinero comprometido para reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial, el Plan Marshall, que fue del orden de 100 mil millones de dólares.
Recordemos que en México, los bancos son las “joyas de la corona” de la privatización neoliberal que terminó en manos extranjeras, a excepción de Banorte que controla Roberto González Barrera, salinista que respaldó la imposición del espurio Calderón.
Un primer planteamiento al comienzo de la sesión fue que la crisis internacional, y en particular la de Estados Unidos, no ha terminado, señaló James Galbraith, profesor de la Universidad de Texas, e hijo del célebre economista John Kenneth Galbraith.
Esta aseveración la podemos constatar en México de inmediato, dada la dependencia estructural de nuestra economía respecto al vecino del Norte. El envío de remesas -uno de los factores que mitiga la parálisis de la actividad productiva-, o sea la llegada a miles de familias de los dólares devengados por trabajadores mexicanos expulsados de la Patria por el desmantelamiento de la industria y el sector agropecuario nacionales, sigue cayendo.
Con una contracción de 15.78 por ciento anual, los recursos enviados por mexicanos residentes en el extranjero sumaron en enero mil 320.74 millones de dólares, lo que ubica a las remesas en el peor nivel desde noviembre de 2003, con 15 meses consecutivos de retroceso, según el reporte del Banco de México (B de M) para ese periodo.
En el mes reportado, el número de operaciones por remesas se ubicó en 4 millones 478.52 millones, y el monto de cada envío fue de 294.91 dólares, que representa una contracción de 9.9 por ciento anual. Pero el impacto contrasta todavía más si se considera que en diciembre de 2000 la remesa promedio era de 409.61 dólares.
Galbraith, uno de los economistas más influyentes en su país, señaló que no hay perspectiva inmediata de que el crédito privado, y por ende la economía de Estados Unidos, se recuperen pronto. Así que la recuperación de la economía mexicana deberá seguir esperando mejores momentos en tierra ajena, sobre todo debido a que los neoliberales mexicanos, al contrario de lo que se hace en otras naciones, aplica medidas recesivas al aumentar impuestos y tarifas de bienes y servicios públicos, con lo que desalienta la reactivación económica.
El economista añadió que no hay posibilidad de que el sector de la vivienda nuevamente se convierta en un motor que impulse el crecimiento de la demanda; dependerá de cómo se solucionen las deudas y eso es algo que todos conocen en América Latina, que la deuda es un lastre para cualquier actividad futura. Claro que esto lo sabemos en México, donde el lastre del Fobaproa, que alcanzó en 1995 el 20 por ciento del PÎB, y que ascendió a más de un billón 320 mil millones de pesos, recae sobre los hombros de varias generaciones de mexicanos.
Por su parte Toussaint subrayó que mientras se rescata el sistema financiero sigue la ofensiva del capital contra el trabajo a escala mundial. Los dueños del capital utilizan la crisis para buscar una salida capitalista a la crisis y esa respuesta es una ofensiva contra los trabajadores: reducción o congelación de salarios, despidos masivos y planes de ajuste que reducen presupuestos sociales.
También en ese rubro, lo dicho se ajusta al caso nacional, ahí tenemos el caso paradigmático de Luz y Fuerza del Centro. La embestida calderonista que persigue privatizar el sector eléctrico, dejó en la calle a 44 mil trabajadores y va dirigido contra el combativo, nacionalista e independiente Sindicato Mexicano de Electricistas.
Los gobiernos de Estados Unidos, Europa, y por supuesto México, solamente bajo la presión de fuertes luchas sociales pueden tomar medidas más proclives a impulsar el empleo y no como ahora privilegian iniciativas de rescate de grandes empresas, a las que se transfieren cuantiosos recursos públicos.
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