Víctor M. Toledo
Ver mar
Como
sucede en buena parte del mundo, los poderes económicos, en
complicidad con los poderes políticos, abusan, se ensañan, se burlan de
los ciudadanos, convertidos en meros objetos mercantiles, consumidores
potenciales o votos para ser comprados. El descubrimiento de que el
planeta se ha convertido en el teatro de un gigantesco drama donde sólo
el uno por ciento (y hasta menos) explota al 99 por ciento restante
hace pedazos las visiones políticas emancipadoras, incluyendo a las más
avanzadas, y pone en entredicho la validez y legitimidad de la
democracia representativa. México no es la excepción sino ejemplo
notorio de lo anterior. Hoy resulta ya inservible todo el modelo de
democracia construido en las últimas dos décadas por los partidos de la
derecha, el centro y la izquierda, cuyas diferencias ideológicas y
morales son cada vez menos perceptibles. A los banquetes y orgías del
capital hoy son invitados buena parte de los políticos mexicanos, y
viceversa, en las bacanales de la corrupción política está puntualmente
presente la oligarquía industrial, mediática, comercial y financiera.
Salarios
bajos, impuestos rigurosos a los trabajadores y perdón fiscal al
capital más poderoso, servicios y combustibles caros, explotación
privada del petróleo, importación de alimentos caros y tóxicos y no
apoyo a los productores mexicanos, ganancias excesivas de la banca,
millones de miserables, entrega de los recursos naturales a
corporaciones extranjeras, 98 por ciento de los homicidios cometidos
sin castigo alguno, privatización de todo lo que se deje privatizar,
devastación ecológica, aumento de enfermedades, inseguridad en más de
la mitad del país y, last but not least, nuevo contubernio de los
monopolios económicos y de las mafias políticas con el crimen
organizado.
México
es ya un infierno social, no sólo por lo que sucede sino por lo que
habrá de suceder si el último de los agravios, la compra descarada y
despiadada de las elecciones presidenciales, es legalmente avalada por
esas fuerzas perversas en pleno contubernio. Es más, hoy la ilegalidad e
inmoralidad del proceso electoral se ha convertido en el primer
obstáculo para salir de ese infierno. Esta elección ya dejó de ser
ideológica para volverse una elección moral, el primer paso para
iniciar la regeneración nacional.
¿Frente
a ello, qué podemos hacer los ciudadanos? Muy simple, como lo señalé
en mi entrega anterior (La Jornada, 10/8/2012) “… si el juego no ha
sido limpio, si otros jugadores y los árbitros nos hacen trampas, es
muy sencillo: cambiemos de juego”. Lo anterior supone pasar de una
democracia representativa a una democracia participativa, poner bajo
control social a los poderes económicos y políticos hoy convertidos en
factores antidemocráticos, apátridas y de explotación ecológica y
social. Cambiar de juego significa hoy dos cosas: desconocer la validez
y legitimidad de la elección presidencial y, en segundo término,
llevar a la práctica una nueva consulta que supere las limitaciones y
trampas de la realizada por los poderes.
Para
poner en práctica lo primero se requiere de actos colectivos y masivos
como manifestaciones, mítines, cercos, cadenas humanas, irrupciones
sorpresivas, diferentes clases de boicots, muestras de insurgencia
civil, no al pago de impuestos diversos, etcétera. Para lo segundo hace
falta realizar una consulta nacional (referéndum), organizada por la
sociedad civil, que podría exponer al juicio público tres o cuatro
preguntas cruciales. Esta consulta debería tener como objetivo alcanzar
una participación de al menos 20 millones de votantes. Este referéndum
debería realizarse de lo posible en el corto plazo (antes del primero
de diciembre), ser impecable, vigilado por organismos nacionales e
internacionales, y pensado para ejecutarse tanto por la vía del voto
real como del voto cibernético o virtual.
¿Quienes
están de nuestro lado? La Constitución de México (artículos 32 y 41),
dos organizaciones sociales de gran escala (Morena y #YoSoy132), miles
de organizaciones civiles o no gubernamentales, innumerables sindicatos
de la industria y los servicios, buena parte de las organizaciones
campesinas de escala nacional, estatal y regional, movimientos activos
de resistencia, defensores del ambiente, derechos humanos y paz, miles
de comunidades rurales e indígenas y, por lo menos, los casi 16
millones de ciudadanos que votaron por la única opción electoral
honesta, la de Andrés Manuel López Obrador. Se cuenta además con la
posibilidad de integrar al nuevo juego a las redes sociales y a sus 40
millones de participantes. El principal contingente, sin embargo,
parece ser ese nuevo sector de ciudadanos decentes que marcharon en 70
ciudades del país sin que ningún partido u organización los convocara, y
que muy probablemente pertenecen a los que son los verdaderos
triunfadores de las elecciones de 2012: el 39 por ciento de los
electores (30 millones de mexicanos) que, o se negaron a votar o
anularon el voto y que igual sufren porque carecen de una vida digna
material, intelectual, moral y/o espiritual.
"El
Tribunal Electoral es un órgano especializado del Poder Judicial de la
Federación, encargado de resolver controversias en materia electoral y
proteger los derechos político-electorales de los ciudadanos". Esto es
lo que se lee en su portal. En unos días sabremos si son fieles a su
mandato y están de nuestro lado, o si son uno más de los míseros
cómplices, unos más de los miembros de ese uno por ciento de mexicanos
que explotan y engañan al resto, y que están a punto de colocar a un
delincuente como presidente de México. Sea lo que fuere, los ciudadanos
estamos obligados a transformar esa "democracia", paso primero para
encontrar la salida a la tremenda crisis que padece el país. La hora ha
llegado. "Ceder un poco es capitular demasiado".
Para Maricarmen (1956-2012), toda una vida en defensa de la vida.Ver mar
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