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Columna: AsimetríasMigrantes
Fue motivo de verdadera alegría volver a recibir las líneas de Fausto Fernández Ponte, nuestro admirado y respetado colaborador, quien sigue luchando contra el tiempo, la enfermedad y las lacras del país
por Fausto Fernández Ponte
A Gabriela Dávila Madrid y Julio Ricardo Blanchet Cruz. Semper fidelis.
I
La emigración de mexicanos hacia Estados Unidos y la presencia, en ese país, de unos 12 millones de connacionales inmigrados definen, quiérase o no en Los Pinos o la Casa Blanca, la relación bilateral.
Y no sólo eso: ese hecho —el que define la relación— fija los términos mismos del trato entre los gobiernos de cada país vis-a-vis los intereses estratégicos de uno y otro.
Esos términos son, desde luego, económicos, pero inciden en el ámbito de lo político dado que es un asunto insoslayablemente atañedero a las sociedades de México y EU.
Como asunto social, el de la emigración mexicana y la presencia de nuestros compatriotas inmigrados en el país vecino es inextricablemente complejo, aunque no debiere serlo.
Pero la realidad es terca: no debiere ser un asunto complejo, pero lo es y lo hemos convertido, aquí y en Washington, en un problema de enormes proporciones. Un problema de naturaleza política.
Esa conversión de asunto que no debiere ser complejo, pero que es hoy un problema ciclópeo es consecuencia de la ineptitud de los políticos mexicanos y estadounidenses y sus ambiciones políticas.
II
Véase, si no: México produce excedentes laborales —es decir, masas densas de desempleados y subempleados— y los exporta a quien los requiere, EU, que oficialmente no acepta que los necesita.
Esos desempleados y subempleados emigran a EU impulsados precisamente por la desesperanza, que deviene de la toma de conciencia de que en México las cosas no mejorarán y, probablemente, serán peor.
A la desesperanza impulsora de la emigración súmase otro agente motivador: que EU es el símbolo mismo de la prosperidad material y que allí es posible trocar la desesperanza por la esperanza.
Este último es el agente que los especialistas en el tema de la emigración identifican como el push factor o factor de atracción. Empleo probable, mejor calidad de vida y bienestar, son irresistibles.
Así, medio millón de mexicanos emigra, según cifras gubernamentales, a EU cada año. Y casi todos —diríase que un 99 por ciento— logra empleo y, con ello, autoestima individual y colectiva.
Una autoestima que su propio país les escamotea. Ese país los expulsa de sus confines y los convierte en mercadería exportable, que genera ganancias: paz social en numerosísimas comunidades de México.
III
Esa ganancia —la de la paz social— es de naturaleza política para el poder formal: nuestra mercadería viviente —el emigrante convertido en inmigrado— remite a sus hogares miles de millones de dólares.
Son las remesas sobre las cuales el poder formal —el gobierno— conformado por individuos cínicos e irresponsables y de endeble catadura moral sustenta su propia tranquilidad de conciencia.
Pero el costo es altísimo, diríase que impagable. El poder formal fomenta la emigración, destruyendo pueblos y familias enteras y creando un régimen de relaciones sociales y familiares disfuncionales.
Pero esa es nuestra exportación principal, después de la del petróleo: exportar humanos. Ello convierte al poder formal en cómplice de una trata execrable, la de personas. Es un gobierno pollero.
¿Y los motivos estadounidenses para regular la creciente densidad de inmigrados en su territorio? Los motivos son políticos y de carácter electoral y, por ende, cíclicos y calendáricos.
Son, así, convenientes a los intereses de los políticos empeñados en manipular el voto de los mexicanos en EU para sus propios fines. Mas no es esa la única causal. Hay otras, tema de una próxima entrega.
Glosario:
Calendárico: relativo al calendario.
Cíclico: relativo a los ciclos.
Trocar: cambiar.
Vis-a-Vis: frente a frente.
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